08 Noviembre 2013
Francisco Gómez Maza
+ Mi general seguirá en las calles
+ Cumplimos órdenes: Cienfuegos
+ Pero no abusar del ejército: Anaya
El tema candente del papel de las Fuerzas Armadas en las tareas de seguridad pública volvió a ocupar los espacios del discurso en la Cámara de Diputados, en ocasión del homenaje que los legisladores rindieron, en la mañana de este jueves, a la institución armada por sus primeros cien años de existencia. Deben o no deben los militares seguir en las calles y campos para combatir al crimen organizado, he ahí el dilema.
La realidad de la estructura policial del país es muy deplorable. La define muy puntual aunque duramente humorística, el colega regiomontano, Hugo Leonel del Río: Los gendarmes sólo sirven para dos cosas: para… un carajo. Y para… otro carajo. Ignorancia, primitivismo, salvajismo, falta de profesionalismo y corrupción son los atributos de la mayoría de las corporaciones policiacas, estatales y municipales y hasta en las filas de la Policía Federal que comanda el superagente Mondragón.
Los encargados – a los funcionarios serios y responsables, me refiero; no a los burócratas que están ahí sólo por la chamba – de la seguridad pública y del combate a la delincuencia, principalmente a las bandas del crimen organizado y del comercio de drogas prohibidas, no pueden confiar en los cuerpos policiacos, muchos infectados por la complicidad con los señores del secuestro, del levantón, de la tortura y del ajuste de cuentas y, consuetudinariamente, de la extorsión y el robo a los ciudadanos. Quien ha caído en las garras de esos monstruos puede desmentirme.
Es vergonzosa esta situación en una sociedad que se aprecia de democrática, con un gobierno que presume de democrático, con un presidente que se autodenomina democrático. Y es entonces cuando asumen el mando de la seguridad pública las Fuerzas Armadas que, aunque también han sido contaminadas por el crimen y la corrupción, están más a mano de la disciplina castrense, de la observación pública y de las instituciones defensoras de los derechos humanos.
Lo advirtió en el vestíbulo del complejo de San Lázaro el general Salvador Cienfuegos Zepeda, secretario de la Defensa Nacional, luego del izamiento de bandera por el Centenario, cuando un periodista preguntó que si el Ejército quería seguir en las calles: No. No es nuestra vocación. Cumplimos las órdenes que nos dan.
En su discurso protocolar en la ceremonia de homenaje, Cienfuegos Zepeda dijo: Los soldados y marinos, de hoy tenemos clara la elevada encomienda de continuar siendo pilar firme de la estabilidad, democracia y unidad nacional, aspiramos a seguir contando con la confianza que nos otorga la ciudadanía.
“Seguimos nuestro desempeño a la norma que el Congreso nos establezca y las directivas que el ciudadano Enrique Peña Nieto, presidente de la República y comandante supremo de las Fuerzas Armadas, nos ha instruido y que tienen como fin último preservar la seguridad y bienestar de los mexicanos; así también nos lo dicta nuestro origen eminentemente popular.
Claro que la participación de los militares en la lucha por conseguir un mínimo de seguridad pública tiene sus matices. El propio presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de diputados, Ricardo Anaya Cortes, lo advirtió con todas sus letras: “México no debe abusar jamás de la lealtad de su ejército”. Pero, y esto lo dijo Silvano Aureoles, presidente de la Junta de Coordinación Política, “por el momento, retirar a las Fuerzas Armadas de las calles es quitar la esperanza de superar la inseguridad.”
Así que retirar al Ejército de las tareas de combate al narcotráfico y al crimen organizado sería impensable, “pero debemos colaborar para que su intervención, hoy subsidiaria y ciertamente muy necesaria, sea una medida transitoria”. Y los soldados deben tener claro que su tarea de cuidar de la seguridad y proteger los derechos humanos de todos. Pero su retorno a los cuarteles depende por el momento de que los cuerpos policiacos dejen de servir para esos dos carajos.
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