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ANÁLISIS A FONDO

15 Enero 2014

Francisco Gómez Maza

¿Y los daños colaterales de la guerra michoacana?

+ Ya murió un niño en la toma de Tierra Caliente

+ Y los federales aún no se enfrentan con la Tuta

El supremo gobierno tomó ya los municipios michoacanos de Apatzingán, Pátzcuaro y Uruapan, y toda la Tierra Caliente, en su intento por garantizar la seguridad pública de sus habitantes. Pero no todo es miel sobre hojuelas. En Pátzcuaro, un modesto hogar velaba ayer a un miembro de las guardias comunitarias ultimado por las fuerzas federales en el operativo de desarme, y los Grupos de Autodefensa reportaron la baja de cuatro personas, entre ellas un menor de edad. Un menor de edad. Si la muerte de un adulto es horriblemente lamentable, imagine la de un niño. Un “daño colateral”, dirían los halcones de la guerra.

Pero el gobierno de Peña Nieto está decidido a la aventura, porque nadie negará que tratar de parar la violencia criminal y no criminal en Michoacán es una aventura, muy desventurada. Muertos sobre muertos. Muertos por los sicarios del crimen organizado. Muertos por los que pretenden instaurar la seguridad. Da igual. Son muertos de ambos lados, como si tirios y troyanos estuvieran de acuerdo en que la vida no vale nada como en la canción de José Alfredo.

Dios los agarre confesados, dirían los ancianos creyentes de los pueblos michoacanos. Sólo dios sabe a dónde irá a parar Michoacán, entre la escalada del crimen organizado, la respuesta de la ciudadanía organizada en los Grupos de Autodefensa y la metralla de las fuerzas federales. Entre tres fuegos, tanto fuego mata la esperanza de tranquilidad en los hogares de Tierra Caliente.

Las fuerzas federales sólo cumplen órdenes. Los Grupos de Autodefensa responden a la angustia ante tanta agresión templaria, tantos asesinatos, tantas violaciones de mujeres, tantas dolorosas mortajas. Los soldados y los policías federales, en base al acuerdo guerrero firmado por los gobiernos federal y estatal, comenzaron a desarmar a las policías municipales, e intentan desarmar a los comunitarios pero estos lo serán sólo por la fuerza, porque no quieren quedarse desarmados pues argumentan que, desarmados, serán muertos por los sicarios de la Tuta. Y la Tuta no perdona. Es implacable.

Pero se trata del restablecimiento de la seguridad en todos los municipios calentanos. Y los estrategas gubernamentales no encuentran otras fórmulas para lograrlo más que el uso de la fuerza del Estado, que esperamos que ahora sí tenga logros inmediatos y sin disparar un solo tiro, como dice Don Eduardo Sánchez que ocurre cuando bandas de secuestradores o asesinos son detenidos por muchos rincones de la geografía nacional.

En Apatzingán, elementos federales llegaron poco después de las 12 del día al palacio municipal, donde mantenían durante todo el día un cinturón de seguridad para impedir el paso o la salida de empleados o personas ajenas al ayuntamiento. ¿Y los criminales? Porque los empleados no lo son. Y son los que se llevan la peor parte, mientras los esbirros andan armados bajo el cobijo de sus escondites o al amparo de las sombras de la noche.

En esa ciudad de la Tierra Caliente, personal de la policía federal y del Ejército desarmaron a los cerca de 300 elementos que conforman la policía municipal. ¿Qué? ¿Los policías municipales son miembros del crimen organizado? Otro tanto hicieron en el resto de los municipios, principalmente en Uruapan y Pátzcuaro. También lo intentaron con los miembros de los grupos de autodefensa. Con estos estará más complicado. Ya hubo enfrentamientos y los seguirá habiendo en la medida en que los federales intenten desarmarlos.

Ya se celebró un funeral. Como lo reportó la prensa, en un modesto hogar en la colonia Salvador Allende, en Pátzcuaro, una familia tuvo que realizar el velorio de un presunto guardia comunitario, fallecido durante el ingreso de fuerzas federales a la comunidad de Antúnez. Sin embargo, la víctima no era miembro de las autodefensas, sino que, según sus familiares, bajó a la comunidad ante el llamado de que entraría el Ejército. La víctima tiene un hijo en el municipio y otros dos en Estados Unidos. Pero su familia no tiene recursos para el sepelio.

Y ya esta situación está teniendo efectos muy preocupantes. Los inversionistas lo están pensando mucho para venir a México ante el llamado del gobierno de que es un gran negocio invertir en México. Tan sólo el asesinato del director de relaciones institucionales de ArcelorMittal, Virgilio Camacho, en abril de 2013 precisamente en Michoacán, las grandes multinacionales se encuentran expuestas al clima de inseguridad en algunas regiones de México, causada por los cárteles de las drogas, quienes han extendido sus actividades a áreas donde compiten con empresas legítimas. Pero bueno. ¿Algún día podremos ver de qué cuero salen más correas?

fgomezmaza@analisisafondo.com

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