20 Febrero 2018
Angel Mario Ksheratto
Matrimonio forzado
“Intransigente, soberbio, testarudo, violento, grosero, abusivo, amedrentador, patán, pedante, manipulador, inculto…”, son algunos de los adjetivos que personeros cercanos a las negociaciones entre el PRI y los partidos que rompieron la alianza, utilizaron para referirse al presidente estatal de ese partido, y representante de Roberto Albores Gleason en la fallida coalición, Julián Nazar Morales, a quien además, acusaron de amenazas veladas y directas contra los dirigentes de las organizaciones políticas involucradas.
A más, algunos destacados miembros del PVEM y el PMCH, relataron que en varias ocasiones intentaron acercarse con el ahora solitario candidato priísta a la gubernatura, con el fin de tratar de manera directa algunos puntos de los acuerdos, empero, ya por obstrucción de Nazar Morales o desidia de Albores Gleason, “nunca se tuvo una oportunidad seria, amplia y responsable para dialogar”.
Del lado del equipo del tricolor, también hubo versiones encontradas; que sí se sentaron en diversas ocasiones y se alcanzaron acuerdos sustanciales. Que fueron los dirigentes y representantes de los partidos aliados, quienes jamás mostraron intenciones de conversar e incluso, se dijo que las negociaciones logradas, habían tenido el aval de Eduardo Ramírez, del PVEM, Enoc Hernández de PMCH y del líder de PCHU.
Las explicaciones a estas alturas, salen sobrando; pudo haber de ambas partes, impericia política y pudieron cometerse errores de forma y fondo. Pero lo que resalta es que, con todo y lo que se diga, la ruptura de ésa alianza, pone en jaque la candidatura del PRI, en virtud de las consecuencias que, sin duda, se verán reflejadas en las urnas.
Preponderante es el papel de Julián Nazar, dirigente a modo del PRI estatal, quien desde sus inicios en la política, no se ha distinguido por ser un hombre de respetos, inclusiones, pluralidades, democracia. El mote “Rey del garrote” que le fue impuesto hace muchos años, no es en vano.
Ninguno de los cargos públicos y legislativos que ha obtenido, los ha logrado mediante la decencia de un buen político, sino a fuerza de chantajes, amenazas y violencia, impuesta por cancerberos suyos, armados con garrotes, piedras y muchas veces, con armas de fuego. De hecho, recurre constantemente a sus hordas para intimidar a la prensa y evitar que se divulguen actos al margen de la ley que se cometen desde la cúpula del partido que ahora, pende de un delgadísimo hilo.
La coalición del PRI con el PVEM, PMCH, PCHU y PANAL, llegó a parecerse en mucho, a un matrimonio a la fuerza. Desde el cuarto de guerra del CEN del PRI, en la Ciudad de México y en común acuerdo con el presidente Peña Nieto, se giró la tajante e incontestable orden de armar la alianza que, independientemente del resultado de julio próximo, le generare votos al alicaído aspirante presidencial José Antonio Meade Kuribreña.
Ni el gobernador Manuel Velasco —a quien le urgía congraciarse con Meade y su equipo tras el desliz con Osorio Chong—, pudo frenar la pretensión dictada desde la capital del país. Conociendo cómo funciona el sistema de gobierno en México, no hay la menor duda que el mismo MVC, pudo haber sido amenazado con una investigación judicial (motivos no le sobran a la federación), si se oponía a la determinación unilateral.
A regañadientes, aceptaron la imposición. Hubo en cierto momento, resignación y algunos acuerdos nimios para calmar los ánimos, que para entonces, estaban caldeados.
No contaron, ni Meade, ni Peña, ni Nuño, ni los demás miembros de la cúpula del poder mexicano, que sería Julián Nazar, su representante partidista en Chiapas, quien ayudaría a los partidos desertores a posicionarse y tomar la determinación que, hoy lunes a la media noche, podría revertirse, si se dieren condiciones extraordinarias. Muy extraordinarias, como la salida misma de Nazar de la dirigencia estatal priísta.
El trato de Julián —cuenta un dirigente político—, fue déspota, inaceptable. “Quería traernos como a sirvientes, sin voz, ni voto… Casi quería que nadie respirase mientras se estaba en su presencia”, señaló.
Desde un principio, la coalición ahora rota, se vio forzada. Sometida a caprichos de grupo y personales que alertó a muchos ciudadanos que empezaron a buscar opciones en otras coaliciones y aspirantes. ¿Quién se beneficia con el quebranto de ese matrimonio forzado por conveniencias políticas?
Sin duda, Eduardo Ramírez Aguilar y Enoc Hernández Cruz. Al abrirse el abanico, cualquiera de los dos podría encabezar una candidatura común, restando votos útiles al PRI e incluso, el famoso caudal de votos duros, votos tradicionalmente priístas, se vería mermado. Eso parece.
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