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ARTÍCULO ÚNICO

09 Agosto 2017

Ángel Mario Ksheratto

ksheratto@gmail.com

Carta a Eufemio Peña “N”

Señor presidente: llamó la atención su reciente visita a Chiapas; dudo mucho que haya tenido, usted, noción certera de las razones por las que, como nunca, su presencia fue —¡por fin!— notoria. No ha sido por su irrescatable discurso al que, sin embargo, hay que atenerse para llegar a algunas conclusiones respecto a su penosa condición de jefe de Estado. Tampoco ha sido por la proclividad suya al populismo institucional que le otorga privilegios fatuos, como tomarse autoretratos con los coristas de la comedia trágica en que ha convertido el arte de gobernar, por ejemplo.

He dicho que su discurso no tiene asidero; ya no hablemos siquiera de retórica y menos recursos, estructura, argumentos, etcétera, etcétera. No se rescata de éste, una sola frase que fundamente, ni justifique su presencia en un acto que debió ser, por su elevada importancia, en otras condiciones, otros escenarios y bajo una logística digna de los pueblos indígenas. Sirve, sí, para descubrir preocupantes signos de menoscabo tanto en su persona, como en la institución que representa.

Empieza, usted señor presidente, agradeciendo la hospitalidad, la calidez, el respaldo y acompañamiento de la gente que acudió al evento que encabezó. ¿Le informaron que mientras peroraba, a apenas unos metros, ciudadanos indignados con su mal gobierno, protestaban y repelían a las fuerzas del orden que fueron dispuestas para protegerle? La primera señal de la descomposición a la que hago referencia, tiene que ver con la despersonalización suya.

Tiene usted, una grave alteración de la percepción; separa —deliberada o inconscientemente— la realidad de la verdad. La única calidez que pudo haber durante su estancia aquí, habrá sido las de los cohetones y bombas lacrimógenas que se lanzaron policías y manifestantes. ¡No hubo ningún acompañamiento! Aquí le decimos “acarreo”…

Otra prueba de su separación de la realidad, es cuando recurre al cinismo y la burla para justificar su tardanza, desorganización, irresponsabilidad y falta de respeto al tiempo de los demás: “Primero quiero agradecerles a todos su presencia —dijo, ¿lo recuerda?— sobre todo cuando me enterado en mi trayecto a este punto, que algunos llegaron muy temprano o fueron llegando desde muy temprano, a propuesta, no le voy a echar la culpa al gobernador del estado, pero propuesta seguramente de la coordinación para el evento, Nuvia, dijeron, por la tarde es mejor, porque hace menos calor en esta temporada. Y bueno lo hicimos en tarde…” (sic).

Probablemente no ha escuchado aquella historia que los norteamericanos contaban en torno Lenin, a quien le atribuían un episodio brutal y amenazante en el cual, el entonces líder soviético, desplumaba, viva, a una gallina y posteriormente daba granos de maíz sobre la palma de su mano, mismos que el animalito comía voraz y alegremente; muy parecido lo que hizo usted con sus “invitados”. La irrealidad en que vive, lo ha llevado a pensar que esa misma gente a la que ha hecho esperar horas, a la que tortura bajo el sol y la lluvia, a la que le roba valioso tiempo, le prodiga abrazos, besos y le “alimentan el alma”.

Ya entrados en lo que dijo, pero que a nosotros no nos dice nada, habló de proyectos de salud y educación y otras “distintas acciones para impulsar y favorecer el desarrollo de los pueblos indígenas”. ¿En serio cree que las comunidades indígenas de Chiapas se han desarrollado de la forma como lo describió?

Debería saber, señor presidente, que hay cientos de comunidades a solo metros de las zonas arrebatas a sus dueños para construir represas, que no tienen luz eléctrica. Alguien debería informarle que en los hospitales de las ciudades importantes, los pacientes esperan remota atención médica, tirados en el piso. ¡Vaya! Con decirle que la extrema pobreza y marginación, se puede ver en las periferias de Tuxtla Gutiérrez, Tapachula, San Cristóbal, Comitán, Palenque, Tonalá, Villaflores, Ocosingo, Huixtla…

A donde quiera que usted vaya, encontrará cientos de niños indígenas muriendo de hambre; verá familias desplazadas. Sabrá de indígenas presos injustamente, de mujeres maltratadas porque sus políticas públicas, son un fracaso y porque sus funcionarios, solo están para robar, no para atender a la población.

Ha venido usted a demostrar dos cosas: su falta de percepción a la realidad (no vayamos lejos, mientras usted argüía a su favor, protegido por decenas de gorilones insensibles, afuera, cientos de ciudadanos reñían a palos y gases con su policía y aun así, se dio tiempo para recorrer el Cañón del Sumidero, acompañado uno de los carniceros de la música vernácula que tanto orgullo dio a México en el pasado), y su incurable mitomanía respecto al país que nos está dejando.

Señor presidente: no albergo esperanzas de que las cosas cambien en lo poco que queda de su mandato; no pudo en cinco años y medio, no podrá en tan poco tiempo. Queda, eso sí, la dignidad de los chiapanecos, por la que exigimos respeto absoluto. No vuelva a venir. No será bienvenido. Que le vaya bien.

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