10 Enero 2017
Angel Mario Ksheratto
ksheratto@gmail.com
María Elena, mentirosa compulsiva
Desde hace días la diputada María Elena Orantes López, ha emprendido una campaña contra el gasolinazo que tiene hoy al país al borde de una revuelta generalizada y sangrienta. Su principal argumento es que el alza en el precio de los energéticos, “atenta contra el bienestar de las familias” y exige “un reverso al gasolinazo”. Pero, ¿debemos creer y confiar en una legisladora que basa su cruzada en mentiras patológicas y engaños descarados?
Ha dicho, ella, que no votó a favor de la medida impositiva e incluso, ha enderezado una campaña de acusaciones contra legisladores de otros partidos, señalándoles de ser responsables de ésos aumentos, en contubernio con el Jefe del Ejecutivo Federal.
Sin embargo, una revisión de la Gaceta Parlamentaria, desnuda las mentiras de la señora diputada. En el órgano de la Cámara de Diputados del jueves, 20 de octubre del 2016 (GP 4643/III), aparece ella como miembro de la bancada del partido Movimiento Ciudadano, otorgando su voto a favor del paquete fiscal para éste año. Diez y nueve diputados más de ésa agrupación política, hicieron lo mismo.
Esto derrumba su pretensión de engañar a los chiapanecos, diciendo que no, que jamás aprobó tal medida. Otro dato que desmiente a la señora Orantes es que, según versiones de algunos diputados del MC, ella se abrogó la “representación” del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, a cuyo nombre, “cabildeó” el voto a favor del gasolinazo. Sus mismos compañeros de bancada, ante la estridencia de su actual griterío contra el alza en el precio de la gasolina, dudan si en realidad los convenció a nombre del encargado de la política interna, o los llevó al baile sin previa invitación.
María Elena Orantes, no ha sido una mujer que se distinga por su honestidad y rectitud de sus actos. Su facilidad para mentir, engañar y traicionar para alcanzar puestos públicos y beneficios personales, es bien conocida en los círculos políticos y sociales. Hace algunos años, cuando era candidata a una diputación local, ofreció la construcción de una iglesia católica en una comunidad del municipio de Pantepec; incumplió. Tiempo después, siendo candidata al Congreso de la Unión, volvió a pisar esa comunidad y los vecinos le reclamaron el engaño. No dudó en echar la culpa al alcalde municipal, jurando que había enviado, a través suyo, los recursos solicitados. Nunca fue así y poco le importó poner en riesgo la integridad física y moral de un hombre al que utilizó para obtener votos.
Las mentiras de la señora en cuestión, no tienen límite; padece lo que los psiquiatras llaman “trastorno delirante”. Una especie de mitomanía crónica que supera los síntomas de la demagogia discursiva. Manipuladora profesional, Orantes López suele rehuir a responsabilidades civiles al grado de menospreciar la vida humana.
Siendo candidata a la gubernatura, en el tramo carretero Tapachula-Huixtla, la camioneta donde viajaba, atropelló a una persona que viajaba en una moto. Pese a la gravedad del accidente, ordenó a su chofer seguir la marcha, dejando a la víctima tirada en el asfalto. Hace unas semanas, en su calidad de miembro de la Comisión de Protección Civil del Congreso Federal, tuvo el atrevimiento de perorar sobre las responsabilidades institucionales para preservar la vida y utilizó ese discurso para auto-destaparse nuevamente como candidata al gobierno de Chiapas. De ese tamaño es su doble moral.
Todos los mexicanos están contra el gasolinazo; todos tienen solvencia moral para exigir un cambio drástico en esa medida. La diputada, por supuesto que no. En primer lugar, porque como ha quedado establecido, sí voto a favor de tan drástica medida; en segundo porque presumió sus cabildeos a favor de la retorcida política de Peña Nieto y tercero, porque se ha anclado en un oportunismo inadmisible y retrógrada.
No corresponde a ella cuestionar los efectos de una acción que favoreció, con la intención de perjudicar severamente a la ciudadanía en general. Es inmoral. Inaceptable. Es hipócrita exigir una reversa al gasolinazo, cuando fue ella y sus compinches quienes la aprobaron en el Congreso de la Unión.
El oportunismo de la señora rebasa los límites de lo normal; en su perpetua proclividad a la mentira, se ha creído el cuento que es “una buena legisladora” y también se ha creído su propia mentira de que será gobernadora. Por lo mismo, piensa que la gente le cree, que le sigue y que su campaña, será suficiente para engañar de nuevo a los chiapanecos. La realidad, sin embargo, es otra: son muy pocos los que confían en ella. Ha traicionado a todos los que la han ayudado. Esa, según los psicoterapeutas, es una enfermedad mental grave que solo se cura con psicoterapia de alto nivel. Ya le urge a doña María Elena, someterse a intensas sesiones para curarse.
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