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Bromelia, una especie de las flores más importantes en celebraciones tradicionales

+ La Semahn exhorta a conservar los recursos naturales, pues las festividades no serían las mismas sin flores

TUXTLA GUTIÉRREZ, Chiapas; 20 de Diciembre de 2021.- En el sureste de México existe una gran cantidad de tradiciones y festividades religiosas relacionadas con el uso de las plantas, una de las más conocidas es la del niño florero, cuya procesión comienza cuando se dirigen a los Altos de Chiapas a recolectar bromelias en floración que servirán de adorno en los “nacimientos” en Chiapa de Corzo, Villa de Acala, San Lucas, Chiapilla, Venustiano Carranza y Totolapa.

Los floreros, como se les conoce a los recolectores de esta flor, van en aumento año con año. Comenzaron siendo 20 o 30 personas y en la actualidad son más de 500 los que realizan esta procesión. Se calcula que cada grupo extrae aproximadamente 25 mil flores que equivalen a igual número de plantas; en total son 50 mil plantas afectadas anualmente.

La festividad del niño florero impacta directamente a la especie Tillandsia guatemalensis, que es llamada como la flor del niño, sin embargo, también otras especies de bromelias son colectadas por los floreros tales como: Tillandsia imperialis o flor de mazorca, que se encuentra citada en la NOM059 como una especie en peligro de extinción y la Tillandsia eizii, denominada flor de trenza, la cual, aunque no es parte de la norma oficial mexicana, cuenta con poblaciones muy reducidas.

En ese marco, la Secretaría de Medio Ambiente e Historia Natural (Semahn) exhorta a la población en general a continuar con sus festividades religiosas sin olvidar que las flores son un recurso natural que de no cuidarlo puede extinguirse, poniendo en riesgo también a las tradiciones.

La leyenda que origina esta festividad inició antes de la llegada de los españoles a América y se piensa que no es de tipo religioso. Se cuenta que en cierto lugar vivía un joven bien parecido, que para llegar al pueblo pasaba por una laguna grande donde todos los días llegaban mujeres a bañarse y a lavar ropa.

En esa comarca se acostumbraba que, cuando un joven quería casarse, se dirigía a la máxima autoridad o cacique, quien juntaba a las muchachas en edad de casarse para que el hombre escogiera a su futura esposa.

De todas las muchachas presentadas, él escogió a una que tenía estrabismo. Se casaron y tuvieron un hijo. Tiempo después, el joven habló con su mujer y le dijo que se tenían que separar, pero le pidió que no se preocupara y que fueran al lugar donde se habían conocido.

Los esposos se fueron a la orilla de la laguna, donde había árboles frondosos de roble, y el joven le indicó: Tú y yo nos colocaremos frente a frente dentro del agua y nos hundiremos poco a poco. Ella, temerosa, le preguntó: ¿Y qué va a pasar con el niño? Él le respondió: – No te preocupes, lo vamos a poner en el gancho de esa rama de roble y tú lo vas alimentar con el sereno de la noche, ya que serás la luna. Yo le daré alimento y calor con la luz del día, pues seré el sol.

El niño, al mirar que sus padres se hundieron poco a poco, estiraba sus manitas como tratando de salvarlos o diciéndoles adiós. La gente del pueblo, al saber lo que sucedía, acudió presurosa a salvar al niño, pero fue grande su sorpresa al encontrar que, en la rama del árbol, en lugar del niño, estaba una flor. Se dice que ésta es la razón por la que la mazorca tiene una “manita” en su interior.

La tradición de la flor del niño la comenzaron principalmente jóvenes de entre 15 y 20 años, lo que les servía para dar fuerza al cuerpo y espíritu, ya que los preparaba para la edad adulta y los fortalecía espiritualmente al convivir con todos los que participaban. A partir de la conquista española esta tradición tomó un sentido religioso, ya que los Dominicos lo apegaron al nacimiento del Niño Jesús.

Cabe mencionar que existen otras festividades que utilizan diversas especies de flores, por ejemplo la festividad de San Caralampio, en la que se utilizan varios centenares de flores de bromelias como Jijilnichin o palpalek (Tojolabal); la festividad de la Santa Cruz, que utiliza hojas de espadaña (Dioon merolae); en la fiesta de las virgencitas de Copoya se emplean diversas especies en la elaboración de ramilletes o joyonaqué (arreglos florales) como flor de mayo (Plumeria rubra), Palenque (Crinum amabilis), chuy (Tradescantia zebrina), bugambilia (Bouganvillea spectabilis), entre otras.

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