21 Septiembre 2015
Alfonso Carbonell Chávez
¿Democracia?
La verdad, si la hubiera, en este país la democracia por más que el discurso oficial plantee otra idea, no solo está en pañales sino lejos de encontrar vigencia en su propósito. Propósitos sería lo correcto. Y ahí andamos desde hace 205 años de la gesta independentista tratando de consolidar una nación que aspira a ser democrática, aunque a estas alturas de la historia la interrogante mayor sería ésa, de si en realidad somos una nación independiente. ¡He ahí el dilema! Y vea si no; ahí tiene a los consejeros del ahora INE sintiéndose henchidos de gusto, digo según sus propias valoraciones, de que en México cada vez los procesos democráticos se apegan más a las reglas. ¡Claro dicen también como curándose en salud!, qué bueno y claro, aún es perfectible nuestra democracia cuando se les cuestiona de asuntos como los registrados con un partido político muy en particular durante el proceso electoral federal intermedio del 7 de junio el que reiteradamente violó la ley diciéndonos; bueno son pacata minuta y ahí está su “dureza” con multas millonarias a ese instituto político. El PVEM pues, si ni convenio tengo. Je.
Pero veamos para no estar hablando de oídas, algunos conceptos e incluso definiciones que nos ilustran sobre el tema y la palabra Democracia; del griego Démos-pueblo y krátos-poder. Así entonces democracia significa; poder del pueblo. Perdón pero empezando por ahí no hay más falsedad en su definición aplicada a nuestro país. En sí es una afrenta. Pero continuemos en una explicación conceptual histórica más extendida: El término democracia proviene del griego antiguo (δημοκρατία) y fue acuñado en Atenas en el siglo V a. C. a partir de los vocablos δῆμος (dḗmos, que puede traducirse como «pueblo») y κράτος (krátos, que puede traducirse como «poder», o «gobierno»). Sin embargo la significación etimológica del término es mucho más compleja. El término «demos» parece haber sido un neologismo derivado de la fusión de las palabras demiurgos (demiurgi) ygeomoros (geomori).2 El historiador Plutarco señalaba que los geomoros y demiurgos, eran junto a los eupátridas, las tres clases en las que Teseo dividió a la población libre del Ática (adicionalmente la población estaba integrada también por los metecos, esclavos y las mujeres). Los eupátridas eran los nobles; los demiurgos eran los artesanos; y los geomoros eran los campesinos. Estos dos últimos grupos, «en creciente oposición a la nobleza, formaron el demos».3 Textualmente entonces, «democracia» significa «gobierno de los artesanos y campesinos», excluyendo del mismo expresamente a los esclavos y a los nobles.
Algunos pensadores consideran a la democracia ateniense como el primer ejemplo de un sistema democrático. Otros pensadores han criticado esta conclusión, argumentando por un lado que tanto en la organización tribal como en antiguas civilizaciones en todo el mundo existen ejemplos de sistemas políticos democráticos,4 y por otro lado que solo una pequeña minoría del 10% de la población tenía derecho a participar de la llamada democracia ateniense, quedando automáticamente excluidos la mayoría de trabajadores, campesinos, esclavos y las mujeres.
De todas formas, el significado del término ha cambiado varias veces con el tiempo, y la definición moderna ha evolucionado mucho, sobre todo desde finales del siglo XVIII, con la sucesiva introducción de sistemas democráticos en muchas naciones y sobre todo a partir del reconocimiento del sufragio universal y del voto femenino en el siglo XX. Hoy en día, las democracias existentes son bastante distintas al sistema de gobierno ateniense del que heredan su nombre. (Fuente: Wikipedia)
Y a qué viene todo este embrollo lingüístico he histórico sobre el concepto y la palabra democracia; trataré de explicarme. Como refería al inicio del presente entuerto, la democracia en nuestro país dista mucho de lo que históricamente ésta ha representado y que en nuestro particular caso y realidad, ni cercanamente estamos del concepto ateniense, ni del autor del “Contrato social” en tiempos de la Revolución Francesa Rousseau. Y ya no digamos a las democracias consolidadas de algunos países como Suiza, en la práctica de la así llamada “democracia directa”. ¡Qué va! Y créanmelo este repaso se hace más necesario de lo que pudiera uno imaginarse y si no, ahí tiene los debates parlamentarios y/o alocuciones sobre el país democrático que nos presumen nuestra clase política que nomás espuma no les sale de la boca cuando a ésta se refieren. Invocan. Y ya no se diga y dicha la cuestión en son de autocrítica, cuando leemos y escuchamos a periodistas referir sobre el tema y ni siquiera alcanzan a recordar su significado etimológico. Pero si usted cree que este esfuerzo de “copy-page” (je) no le es de utilidad, baste con darle vuelta a la página y sanseacabó.
Ahora sí déjeme a manera de conclusión con pretensiones de reflexión compartirle lo siguiente, amabilísimo lector: siempre me he preguntado y sigo buscando respuestas sobre de qué nos pasó a los mexicanos para dejarnos someter tan vilmente por nuestros políticos; es decir por nuestra clase gobernante. ¿Qué pitos toca la democracia en una sociedad con millones de pobres y de estos poco más de siete millones de muertos de hambre? ¿El poder del pueblo? ¡Las mangas del chaleco! El poder en manos de una bola de corruptos apátridas que de menos, a raíz del México posrevolucionario, nos han despojado. O más pelado ¡en puros calzones! Así la gran familia «rovolucionaria» y en la “madurez” democrática de la alternancia, da lo mismo si son del viejo PRI o del otro vetusto PAN; o del extraviado PRD de pretendida izquierda o que ahora del Verde Ecologista. Y ¡súmele! ¡Igual el verde que el colorado!
Ya de salida
Y ya para terminar y a propósito de verdes y colorados déjenme les cuento, una anécdota-chiste verídico del gallo verde y el colorado; cierto día de feria acá en Tuxtla, un compa acudió al palenque de gallos y neófito para el asunto, preguntó a un “bato” que lucía sus vestimentas a la usanza de todo un norteño; camisa de cuadros, pantalón de mezclilla, botas de piel de víbora; ¡claro sombrero tejano, cinturón piteado y hebilla! Y en fin. Al iniciar las peleas de gallos (que por cierto esas no entraron en el paquete del Verde de prohibición de uso de animales como en los circos) el compa imberbe se acerca y pregunta al bragado norteño por cierto portador de sendos bigotes y barba; ¿oiga amigo por quien me aconseja usted que apueste, se ve que usted sabe? ¿Dígame cuál es el bueno; el verde o el colorado? Mirándolo circunspectamente el norteño de Cintalapa le respondió lacónicamente; pues el bueno es el colorado. Y ahí acabó la conversación. El amigo entusiasmado de haber recibido la mejor asesoría posible le apostó todo lo que traía al gallo colorado. La pelea inició con la adrenalina de los asistentes y por supuesto del novato apostador, a su máximo nivel. ¡Suelten señores!, se escuchó el grito del anunciador y los navajazos que mortalmente portan los gallos empezaron con el desplumadero. Picotazos por aquí y por allá de uno y otro. El verde desde el inicio se vio que traía la sangre caliente, como dice la canción y en menos de dos minutos dio mortal cuenta del gallito colorado…// Pues ya como para no perder más que el dinero apostado, con cierta indignación el amigo que no daba pie a su estupor se dirigió al disfrazado de norteño espetándole; ¡oiga amigo no se vale! Le pregunté en buena lid que qué gallo era el bueno pa’ apostarle y me dijo que el colorado y ¡miré nada más que madriza le puso el colorado! Al volver de su asombro repentino ante el cuestionamiento a bocajarro que le lanzó el indignado, acicalándose el mostacho recordó y sonriendo le repuso; ¿¡oiga amiguito usted me preguntó que cuál de los gallos era el bueno!? ¡Estamos! Sí respondió timoratamente el inquisidor inicial; pues ese era el gallo bueno; ahora que el verde ¡ese sí es un hijo de la chingada! ¡Estamos! ¡Flop! (dixit condorito)…// ¡Me queda claro! Buen inicio de semana. Salu2.