+ La niña le gustaba hacer postres, jugar Xbox, futbol y era la adoración de su padre. Hoy, compañeros, amigos y familiares lloran su pérdida
PIJIJIAPAN, Chiapas, 01 de Abril de 2016./Edwin González/Muralchiapas.- Ni el murmullo puede quitar del todo el silencio que se siente en el ambiente. Hay una ausencia tal, que se mezcla entre las personas dentro del domo. Hace calor, un calor sofocante y húmedo, pero bajo el techo de lámina se siente un frío que distrae al sol, es que hace falta, Maricarmen falta.
Los colores vivos de los globos de helio flotan opacos en el aire, las manos que los sostienen en ocasiones se dirigen a ojos llorosos e hinchados por lágrimas contenidas y derramadas, son caritas de adolescentes, de niños con uniformes de preparatoria que extrañan a su compañera, de niñas con faldas a cuadro y calcetas blancas que lloran a su amiga.
A Maricarmen Escobar López la secuestraron el 28 de marzo a dos cuadras de su casa, a tres de donde ahora la esperan dentro de la plaza principal. A la niña que les pedía recetas de postres a sus tías, que jugaba “Left 4 Dead 2” en Xbox o que quería estudiar en Puebla, porque le gustaba el frío del estado donde nació su mamá, la torturaron, la asesinaron y dejaron su cuerpo abandonado en un paraje.
Cuando entró el féretro, la trompeta sonó, pero ni así se quitaba ese silencio aplastante. En la plaza, bajo las sombras, habían comerciantes, niños inquietos, coches pasando, pero ni así, era el silencio que sólo ella quitaba, que con su sonrisa en el Snapchat o en los juegos de futbol, suprimía. La trompeta sonó, la gente abrió un camino donde pasaría la caja de madera, Maricarmen recibiría el homenaje por tocar a los corazones de las personas en Pijijiapan.
“¿Dónde estás Pijijiapan?
Hoy tus calles están en tinieblas,
Ya no veo a las familias en las banquetas
Ya no veo a niños jugando en las calles
Hoy tu gente llora porque nos arrebatan a nuestros hijos”
Así comienza el homenaje, con María Marbello Huichisan Aguilar, directora de la preparatoria Felipe Carrillo Puerto, recordando a la niña que “era la adoración de su padre”, padre que le tocó identificar su cuerpo en estado de descomposición. Niña que era “confidente de su hermano”, con quien jugaba Xbox.
“Perder a ella es como una puñalada, es suficiente dolor para mi”
Cada alumno recibe un aplauso después de contar la anécdota con Maricarmen, pero hay alguien que no aplaude, quien tiene unos ojos perdidos en la pared atrás del féretro, como ajena a la realidad, sollozando su dolor, queriendo explotar, explotando en lágrimas, sollozando de nuevo para volver a empezar. Es su abuelita, la mujer de pasos cansados y cuerpo pequeño que perdió a su nieta.
No aplaude, está en un mundo aparte, escucha pero se pierde en su tristeza, sólo voltea a ver al podio cuando pasa Ángel, el mejor amigo de Maricarmen, quien no puede hablar, pues un nudo aprieta su garganta cuando cuenta su anécdota.
Ángel tenía su discurso preparado, pero lo olvidó en el momento y empezó a contar lo que de su corazón salía, la abuela de Maricarmen vio su sentimiento y no le apartó la atención. El joven con la herida en la ceja lloraba mientras lamentaba su fortuna:
“Sé que me duele tanto a mi como a su familia, sé que hay que ser fuerte pero a veces uno como persona no aguanta tanto dolor; yo perdí a mi abuelita, mi madre, hace 40 días y ahora perder a ella es como una puñalada. Es suficiente dolor para mí, porque dos personas que significan tanto y que marcaron mi vida, ya no van estar conmigo”.
Ángel trata de animarse, de consolar a los familiares, pero el dolor es grande. El silencio se vuelve más penetrante, sus lágrimas contagian a los que lo escuchan y los lamentos de no volver a verla duelen cada vez que usa la palabra “nunca”. “Nunca más la volveré a ver”, “Nunca más estará conmigo”. “Tengo que ser fuerte, pero nunca más estaré con ella”.
Cuando baja del podio, unas piernas temblorosas van a su encuentro, no aplaudió antes, pero ahora de manera discreta choca las manos y al ver que la joven baja, se acerca a él, sincera, con ese abrazo que los funde a los dos en un dolor. La abuela de Maricarmen y el mejor amigo de ella, están unidos, por ese segundo, donde el protocolo sigue, ellos están en su mundo, en su dolor.
Otros compañeros suben, cantan aquella canción que dice “Ojalá pudiera devolver el tiempo para verte de nuevo, para darte un abrazo y nunca soltarte…”, cantan “Amor eterno” y Ángel va con sus compañeros al pie de la iglesia donde hacen un círculo y dejan escapar los globos al cielo, atrás del templo.
La misa prosigue al homenaje, los padres de Maricarmen y su familia entran al templo para después llevarla a su lugar de descanso. El sol se siente, pero la tristeza basta para ignorarlo. Ella tenía 9.7 de calificación y tenía sueños que iba a cumplir, se le veía la pasión en su mirada alegre y su sonrisa reflejaba una alegría sincera. Ahora es víctima de otro feminicidio en Chiapas, otro, como el que al día siguiente salió en los medios de una mujer asesinada a machetazos en el Soconusco. Porque en Chiapas ya no nos dan tiempo de llorarles a las mujeres.
“En Pijijiapan se rompió la paz”, asevera la directora de la prepa de la menor./Muralchiapas.