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Maltrato, negligencia y falta de medicamentos en el “Gilberto Gómez Maza”

+ El viacrucis de los enfermos muestra la realidad y desnuda discursos oficiales

TUXTLA GUTIÉRREZ, Chiapas, 15 de abril de 2015./Alberto Noriega/ASICh.- Son las 7 de la noche, doña María Luvia Castro Gómez no aguanta los dolores. Mientras los espasmos recorren su cuerpo arroja bocanadas de sangre. Su familia desesperada toca por enésima ocasión la puerta de acceso al consultorio de urgencias del hospital Gilberto Gómez Maza, la misma respuesta: No hay quien la atienda.

Uno de los policías confía en secreto que la doctora de turno se encuentra en otra área del hospital. Los familiares de Castro Gómez acuden a buscarla. Pasa otra media hora, un calvario para la septuagenaria, cuyo cuerpo frágil parece desmoronarse en cada nuevo acceso.

Finalmente la doctora llega y trasladan a la anciana al interior. Pero inicia otro calvario, la enferma solo cambió el duro piso del hospital por la soledad de una camilla, ya que la doctora informa que atenderán a la mujer pero pide que consigan los medicamentos para menguar su padecimiento porque en el hospital “no hay nada”.

El esposo de Luvia Castro abatido se sienta en una de las sillas. Mientras mira con tristeza sus pies desnudos y busca en los bolsillos de su pantalón las monedas para dárselas a sus hijos quienes confían en conseguir el medicamento -sin importar lo que cueste-.

Edificado con una inversión de mil 100 millones de pesos e inaugurado el 24 de noviembre de 2012 por el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa y el exgobernador Juan Sabines Guerrero. En los discursos iniciales ambos políticos se jactaron de que el Centro Médico se encontraba a la vanguardia en infraestructura y tecnología, amén de ser el único en la región sur-sureste en contar con el personal adecuado y capacitado para brindar atención con sentido humano

.El día de la inauguración, Calderón Hinojosa señaló que el hospital atendería a un millón de pacientes y festinó los beneficios del seguro popular como el modelo de salud que permitía ser la diferencia entre la vida y la muerte en habitantes sumidos en la pobreza y marginación.

No obstante, la realidad que diariamente viven los pacientes y sus familias está muy alejada de los discursos oficiales, que maquillan con cifras de papel, lo que verdaderamente ocurre al interior.

Don Mario Hernández Díaz, humilde trabajador llegó justo en el momento en que la señora María Luvia Castro fue ingresada. Para arribar al hospital tuvo que trasladarse en colectivo desde su centro de trabajo.

Arrastrando los pies y con la mano en el vientre apenas podía articular palabra. La palidez de su semblante resaltaba el rictus de dolor.

Pidió ser atendido a los policías que custodian el acceso a los consultorios quienes tomaron sus datos pero le advirtieron que tendría que esperar.

“Por favorcito, siento que algo se me reventó por dentro” imploró.

-La puerta cerrándose frente a su rostro fue la respuesta-.

Después de una hora, Don Mario no pudo más y comenzó a llorar y a revolcarse de dolor en la sala de espera.

Compadecidos, los demás pacientes comenzaron a darle agua, a solicitar su atención. -No hay más doctores, hoy faltaron varios- señaló ante la demanda el personal de vigilancia del nosocomio.

Pasado un tiempo una enfermera salió, y tomó los signos vitales del enfermo, al final la misma respuesta “hay que esperar su turno”.

Después de más de una hora de espera el enfermo fue trasladado por otros pacientes -prácticamente a la fuerza- al interior del recinto con la esperanza de que “al menos le dieran algo para su dolor”.

NO tienen conciencia, señalaron. Mientras las palabras del expresidente de que el hospital contaba con el personal adecuado y capacitado para brindar atención con sentido humano no dejan de ser un anhelo en esta ciudad donde la diferencia entre la vida y la muerte sigue siendo una buena intención.

A las doce de la noche, una familia cansada de esperar decide partir a otro lugar. “No tenemos dinero, por eso venimos acá. Pero mejor vamos a prestar para que atiendan a mi hija”, señaló la señora Marcela, mientras sus hijos cargaban a una menor de 15 años que llegó al hospital inconsciente y que durante la espera de 2 horas para ser atendida -emulando al Lázaro bíblico- se despertó de su inconciencia varias veces, para finalmente salir de nuevo inconsciente en busca de la salud perdida. ASICh.

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