CIUDAD DE MÉXICO, 14 de enero 2021.- La zona centro de México es un laboratorio natural para el fitomejoramiento, única en el mundo, de diversidad genética y propicia para desarrollar variedades de papa resistentes y tolerantes a enfermedades, que se pueden acercar a la inmunidad. Ahí, el trabajo de investigadores del INIFAP ha dado como resultado acumulado clones y variedades con 700% más en rendimiento y 20% más de calidad, respecto a las tradicionales, que cumplen con los requerimientos que demanda la industria de frituras.
El mejoramiento genético de la papa por parte de los expertos del organismo, que sintetiza 80 años de investigación en México, ha logrado rendimientos de 50 a 70 toneladas por hectárea y una calidad industrial en banda de 94-98%, explica el investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), Julián Víctor Magallanes González.
Con más de cuatro décadas de experiencia en el cultivo, el experto del Programa Nacional de Papa del Campo Experimental Valle de México, resalta que dicho rendimiento en la actualidad está entre 30% y 40%, arriba de variedades como la holandesa Fiana.
“Hoy tenemos –remarca– más de 3000 clones avanzados con tolerancia o resistencia a diversas problemáticas, resueltas con la investigación y como respuesta a las demandas de los diferentes eslabones de la cadena de producción”.
La punta morada de la papa –detalla– ocasiona que el tubérculo no sirva para freír, se pone negro, si se hierve queda duro y tiene mal sabor. Por ello, los investigadores del INIFAP trabajaron para generar material genético tolerante a esta enfermedad. “Obtuvimos una variedad que no presenta la necrosis en el tejido interno o en la pulpa y que se puede freír o hervir y tener una calidad igual que cuando la papa está sana”, expresa Magallanes González.”
“En México, agrega, antes se hablaba que los materiales no podían tener calidad para la fritura industrial, hojuela tipo Sabritas o Barcel. Sin embargo, nosotros hicimos pruebas de frituras desde la tercera generación clonal que desarrollamos y encontramos que sumada a la tolerancia a enfermedades tenían alta calidad industrial”.
Con Barcel trabajamos un proyecto entre 2008 y 2011 y encontramos materiales de muy alta calidad, listos para ser utilizados por las grandes industrias o pequeños friteros pequeños del país. No obstante, acota, el material no se ha utilizado a gran escala porque carecemos de un programa para multiplicar la semilla.
Hay un acercamiento entre INIFAP y una empresa semillera, que tiene un esquema novedoso, de bajo costo y es impulsada por un programa de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader). La idea es que ésta “empuje” la producción de semilla bajo el esquema del Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas (SNICS), para que sea certificada y de alta calidad fitosanitaria y así ofrecerla a pequeños productores y ellos arranquen un programa fuerte de multiplicación y así posicionarnos en el mercado mexicano.
“Nosotros tenemos limpio el material en banco de germoplasma, libre de virus y enfermedades y con alta calidad fitosanitaria, por lo que solo falta empezar la multiplicación de semilla a gran escala y proveer a la industria”, recalca el investigador.
En seis meses, el INIFAP estaría ofreciendo semilla para empezar con 100 hectáreas en el Estados de México, en una primera etapa. Esto se convertiría en 1,500 hectáreas en la siguiente generación. Para la fase inicial se requiere de mil toneladas, el INIFAP solo no puede producirlas porque no tiene la capacidad, pero si entra la empresa sí podemos hacerlo, remarca Julián Víctor Magallanes.
La idea es cubrir en tres años la demanda del Estado de México, donde el potencial de alto rendimiento y buena sanidad es de 7 mil hectáreas; en los años siguientes se extendería la distribución de semilla a los estados de Sinaloa, Sonora, Puebla, Tlaxcala, Veracruz y Ciudad de México.
Hay una empresa del Estado de México a la cual le interesan 2 mil hectáreas para dejar de traer papa del noroeste del país, que tienen calidad del 85%, que es alta, pero en el Estado de México podemos obtener 92 o 95% de calidad, y a un costo menor que la que obtienen Sinaloa, Sonora y Saltillo, que hoy abastecen a la industria, refiere Magallanes.
INIFAP ha liberado siete variedades tolerantes a punta morada y paratrioza cockerelli, con calidad industrial para papa francesa y hojuela, resistencia a tizón tardío, vida de anaquel adecuada y piel apta para lavado, con contenido de materia seca de 19 a 21%. Se pueden cultivar desde los 50 a 3400 msnm, en todas las regiones productoras de papa del país, en los ciclos primavera-verano y otoño-invierno.
En el país hay un promedio 8 mil productores de papa, de los cuales unos
2 mil se ubican en el Estado de México. Abastecerlos con semilla generada por el INIFAP no sería un problema si tenemos socios multiplicadores, expone el experto de INIFAP.
Graves pérdidas por “punta morada”
La punta morada puede generar graves pérdidas a los agricultores. En la década de los noventa sólo en el Estado de México se perdieron 4 mil hectáreas por su presencia, donde se dejaron de cosechar 640 mil toneladas de papa. Una presencia fuerte del patógeno puede disminuir la producción a 3 o 9 toneladas, pero con la resistencia genética el rendimiento supera las 40 toneladas por hectárea.
Resolver esta problemática en forma inmediata era fundamental, porque de otra manera el cultivo hubiera desaparecido de México y tendríamos que comprar papa a Estados Unidos, de donde ingresan unas 15 mil toneladas, “bajo el agua”, a la zona fronteriza. Y entrarían enfermedades exóticas de Norteamérica, sobre todo a Chihuahua; aunque –reconoce Magallanes– hoy los controles fitosanitario son muy estrictos.
Cabe recordar que el Programa de mejoramiento de papa a punta morada, en México, inició en 1991 con una selección de progenitores con tolerancia a la enfermedad, para 2001 iniciaron los trabajos de tolerancia y en 2004 ya se tenían hibridaciones y los años 2009-2010 se obtuvieron los primeros materiales, que están en fase de liberación. “En INIFAP tenemos material listo para ser utilizado y liberado, como Granate, Cristal, Sierra, Cuarzo, Nevada, Citlali o Ameyali”, anota Julián Víctor Magallanes.
El banco de germoplasma de papa que tiene México es único en el mundo, por la resistencia a tizón tardío, al nematodo dorado, a diversos hongos y virus. Hay 1500 materiales avanzados, de los cuales 5% tienen tolerancia a punta morada, añade.
Mayor inversión en investigación
Magallanes González refiere que en el INIFAP los investigadores integrados a grupos de mejoramiento genético de papa son ocho, “no somos nada en relación con Brasil, que es nuevo en mejoramiento de papa, y Cuba, que tienen alrededor de 50 investigadores”.
Considera que se ha perdido potencial de desarrollo porque ha bajado la inversión en el área de investigación, por lo que el INIFAP tiene que invertir más para fortalecer su laboratorio, registrar área de biotecnología y fitopatología de papa para que certifique sus propios materiales y, “no depender de Sanidad Vegetal, ya que paradójicamente su personal se formó en el Instituto en aspectos fitopatológicos y resulta que no podemos certificar por ser solo generadores de variedades”.
En 1961 se fundó el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA) y se conformó el banco de germoplasma de papa. Ya como INIFAP (1985) el Programa Nacional de Papa se enfocó a mejorar la resistencia a tizón tardío, paratrioza cockerelli, nematodo dorado, marchitez bacterial; tolerancia a palomilla y diversos hongos. También trabaja mecanismos de estrés, control integrado de plagas, enfermedades y de maleza.
Origen del cultivo de papa
La papa (solanum tuberosum l.) fue cultivada por los incas del Perú, a a quienes se atribuye su domesticación y primeras selecciones. Durante la “Conquista”, en 1537, fue llevada por los españoles a Europa. Bernal del Castillo escribió en sus memorias que en Cofre de Perote los nativos les dieron de comer patatas.
En Europa inició como curiosidad en los jardínes reales y se dice que durante las guerras y sitios prolongados se generalizó su consumo por su duración como alimento. En Irlanda desplazó a todos los cultivos y al escasear en 1846 murieron de hambre más de un millón de personas. El gobierno mexicano, en 1876, envió a Europa papas mexicanas que mostraban resistencia natural al tizón tardío.
En México, fue de gran importancia para los aztecas y otros grupos prehispánicos de la región neovolcánica. Entre 1927 y 1940 la sembraban grupos indígenas de las serranías del centro, sur y norte del país.
Ernesto Perea
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