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ITALIA: NUESTRA IZQUIERDA VIVE TODAVÍA EN EL SIGLO XX

30 de marzo de 2015

Massimo Cacciari*

¿Cómo se ha llegado a una crisis tan radical de esas corrientes políticas que han heredado en Italia tradiciones y hombres de izquierda del siglo XX? ¿Cómo es posible que una historia de ese alcance, la historia del “movimento obrero” italiano, parezca reducirse hoy a la acción de una minoría débil y dividida del Partido de Renzi, del todo subordinada a los asuntos y fechorías de este último? Son múltiples las causas, no hay duda, y, para empezar, de orden material: se han transformado estructuralmente las relaciones de producción y de clase, ha terminado la Italia de la gran industria y del “obrero masa”, la gran revolución tecnológica del nuevo milenio ha revolucionado culturas y formas de vida. Pero se trata de procesos irreversibles que han afectado a todas las sociedades europeas y han golpeado con mayor o menor dramatismo a todos sus sindicatos y a todas sus socialdemocracias. ¿Por qué sólo entre nosotros parece haberse borrado cualquier huella? ¿Y por qué en otros países su derrumbe ha producido nuevos y y jóvenes movimientos “de izquierda”, los Podemos y los Tsipras, mientras que en Italia el inmenso espacio político de la protesta, los efectos sociales de la gran crisis de la que estamos lejos de haber salido, los ha capitalizado exclusivamente Grillo y ahora también Salvini? Me temo que la pregunta esconde un fatal error de perspectiva. Es la apagada sedicente “izquierda” italiana la que se consuela colocando en su surcos esas experiencias. Esperando un renacimiento propio sobre su modelo. En realidad expresan precisamente el agotamiento de la “geografía” política del siglo XX, no tienen nada que ver con los contenidos tradicionales de “derecha” e “izquierda”. Su “ideología” es un arma ligerísima, un’“aura” antes que un arma, y su fuerza estriba en quedar anclados de modo absolutamente pragmático en las razones de la protesta, y con ello en la inundación de las desigualdades, de la inseguridad y de los temores. La agilidad táctica con la que se mueve un Tsipras es consecuencia natural de esta ubicación de su movimiento. Enteramente orientado a afrontar la crisis en su concreción, a intentar responder al drama de quien la vive en carne y hueso.

De los horizontes estratégicos, por ahora, mejor callar. La “política al mando” es un lujo retórico que hoy no podemos permitirnos. De este punto de vista, los  Podemos y los Tsipras aparecen también mil leguas más allá de Madame Le Pen y Monsieur Salvini [1], lastrados por arcaicas ideologías regresivas. Pero por análogos motivos,  ni siquiera tienen que ver con los miembros dispersos de nuestra “izquierda”, que justamente esas transformaciones y esa crisis que han expresado los Tsipras no ha sabido ni comprender ni representar. Admitiendo y no concediendo que las nuevas fuerzas españolas y griegas puedan llamarse  “izquierda”, están lejos de la nuestra tradicional tanto como lo está Renzi. Renzi expresa la superación en el sentido de un decisionismo populista, que vacía el papel del indisoluble binomio Parlamento-sistema de partidos. Se trata de una formidable tendencia de nuestro tiempo, que los herederos del “movimento obrero” se obstinan desde hace decenios en  no querer ver, y por tanto en no saber contrastar en modo alguno. Los Podemos y los Tsipras, por su parte, en cambio, se oponen a esa tendencia copiando exactamente la figura del tribuno del pueblo. La suya es auctoritas tribunicia en su sentido más propio. Pero al tribuno le resulta extremadamente difícil imponer la ley, desarrollar una duradera acción de gobierno en perenne lucha con el Senado (alias de los “decisores” últimos de las politicas europeas). La cultura p olitica del tribuno sólo ocasionalmente puede llegar a expresar una energia reformadora, en condiciones de transformar toda la estructura de la res publica. Tenemos así una vieja izquierda conservadora que se debate contra la perspectiva encarnada por Renzi en nombre de los principios, reglas y estructuras institucionales, ajenos cada día más a los intereses efectivos de la base social a la que debería representar, y una “nueva izquierda” de tipo tribunicio, incapaz de afrontar la crisis de la idea misma de representación, que estamos viviendo, a su propio nivel, el histórico, de sistema.

Hace una docena de años estuvimos en Italia a punto de ver nacer un gran Podemos, que acaso hubiera podido despertar de su propio sueño dogmático a la izquierda conservadora. Pero, ay, pronto se reveló que su líder (¿verdad, Sergio?) [2] era culturalmente consubstancial justo a esta última… y también de ese aborto salieron Grillo y los grillinos. Por muchos motivos, por el bien mismo de nuestra enfermísima democracia, es esperable que esa oportunidad se vuelva  a presentar, pero el drama de entonces volvería como pura farsa si fueran los mismos, juntos a sus epígonos nacidos cansados, los que quisieran interpretarlo.

NOTAS T.: [1] Matteo Salvini (1973) ha sido líder (secretario federal) de la Liga Norte desde diciembre de 2013 y parlamentario europeo desde 2009. Su línea política se ha alejado del “separatismo” de Bossi para alinearse con Marine Le Pen y el Frente Nacional francés, tomando como caballos de batalla la inmigración y el euro.  [2] Cacciari se refiere Sergio Cofferati (1948), alcalde de Bolonia entre 2004 y 2009. Conocido sobre todo como dirigente sindical, fue secretario general de la CGIL entre 1994 y 2002, y es parlamentario europeo desde 2009 por el Partido Democrático. Dirigió con éxito la lucha contra la modificación del artículo 18 del Estatuto de los Trabajadores (que intentaba reformar el mercado de trabajo) en 2002 y fue entonces cuando apareció como posible referente de la izquierda política italiana…antes de que se produjera una nueva victoria berlusconiana.

 

*Massimo Cacciari es un respetado filósofo italiano conocido por sus trabajos sobre Nietzsche, Heidegger y Wiittgenstein. Fue dos veces alcalde de Venecia (entre 1993 y 2003, y entre 2005 y 2010), y es una de las voces más personales y autorizadas de las izquierdas italianas.

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