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Republican presidential candidate Donald Trump speaks during a campaign stop in Council Bluffs, Iowa, Tuesday, Dec. 29, 2015. (AP Photo/Nati Harnik)

LETRAS DESNUDAS

26 Enero 2017

MARIO CABALLERO

EL MIEDO A TRUMP

El terror que se siente en Estados Unidos y sobre todo en México después de la llegada del magnate a la presidencia gringa, habla más de lo que somos como sociedades vecinas que de los mandatarios de ambos países.

Donald Trump triunfó en las elecciones, aunque no por mayoría, incluso al haber insultado a los estadunidenses; y Enrique Peña Nieto, en estas últimas fechas, llegó al nivel más bajo de aprobación social: de cien mexicanos sólo doce están contentos con su trabajo. Con este resultado Peña Nieto está casi casi entregándole las llaves de la presidencia en las manos de su enemigo político más acérrimo: Andrés Manuel López Obrador.

Trump venció la dura crítica de los medios diciendo que eran unos vendidos y mentirosos, que actuaban de acuerdo a la línea que les tiraba Hillary Clinton desde la Casa Blanca, y a la opinión pública generada por la prensa, radio, internet y televisión, la superó sin la necesidad de decir nada, simplemente la ignoró.

Los grandes rotativos de aquel país descalificaron el xenófobo discurso de Trump y calificaron a éste como un peligro para los norteamericanos por su postura radical, de carácter bélico, racista, arrogante, clasista, ofensivo, irrespetuoso y abusivo al género femenino, demencial y violatorio de los derechos humanos.

“Trump will be the cause of the fall of the great colossus” (Trump será la causa de la caída del gran coloso), dijeron. Pero hasta ahí quedó.

Politólogos de renombre pronosticaron malos tiempos para Estados Unidos y para el mundo si Trump lograba quedarse con la presidencia. Y no era para menos, con sus delirios de grandeza promovió el odio hacia la “raza impura”, que somos todos los que no pertenecemos a la suya, y es esta actitud la misma que llevó a Adolfo Hitler a matar a 6 millones de judíos en la segunda guerra mundial, y que al igual que Donald llegó a la cúspide del poder con el voto de la sociedad.

A partir de esto no es extraño que muchos consideremos a Donald capaz de desatar la tercera guerra mundial, además de sus reiteradas provocaciones hacia el Estado Islámico y los países asiáticos. En forma aterradora dispone de acceso a la bomba atómica y puede emular al vaquero que en la película Doctor Insólito se lanza de un avión montado en un arma nuclear. Y aun con todas estas acusaciones y predicciones aciagas votaron por él y éste le dio una vapuleada en las urnas a su contrincante demócrata, que aunque salió victoriosa en los debates no supo sepultar la carrera de Trump y perdió los votos.

¿POR QUÉ GANÓ TRUMP?

Entonces, si el multimillonario es todo lo que todos decimos de él, ¿por qué ganó?

La campaña política de Donald Trump fue tan incomprensible como su corte de pelo. Los escándalos de abuso sexual en lugar de que minaran su propuesta la fortalecieron. Frases como “Estoy automáticamente atraído por las mujeres hermosas. Simplemente empiezo a besarlas. Cuando eres una celebridad, te dejan hacerlo. Agarrarles el coño. Puedes hacer de todo”, o “Ya sabes, da igual lo que los medios escriban mientras tengas junto a ti un trasero joven y bonito”, o (las mujeres) “son unas cerdas gordas, perras y animales desagradables”, o lo que le dijo a Clinton: “Si Hillary no puede satisfacer a su esposo, ¿cómo pretende satisfacer a Estados Unidos?”.

 

También dijo: “Este es un país en el que hablamos inglés, no español”, o “La posibilidad de que Hitler lograra sus objetivos hubiera disminuido si la gente hubiera estado armada”, o “multaré al país con 100 mil dólares por cada persona que entre de forma ilegal a Estados Unidos. Esto se ha convertido en un movimiento. No podemos ser grandes si no tenemos una frontera”.

Pero nada de lo dicho por Trump pareció importarles a las damas, pues el 53 por ciento de mujeres blancas votaron por él; y tampoco los extranjeros que radican allá se sintieron ofendidos, ya que gran parte de la población hispana lo favoreció con su voto. Trump habló mal de los migrantes y los hispanos y peor de las mujeres, y fueron estos los que lo hicieron ganar.

¿Por qué sucedió esto? Simple: con un sermón plagado de odio, racismo, misoginia y beligerancia, Trump revivió el orgullo yankee en los estadounidenses, ese con el que los blancos trataban a los afroamericanos como animales, ese que les hace sentir superiores a todos, ese con el que miran a la mayoría con desprecio, ese que surgió inmediatamente después de que mataran a más de 225 mil japoneses al lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945.

¡Basta de civilidad y tolerancia!, pareció ser el grito de guerra de Donald. Y eso era lo que los gringos querían escuchar.

… Y MÉXICO LE AYUDÓ

Lo antimexicano de este sujeto que se ha convertido en el hombre más importante del país más poderoso del mundo, nos duele por partida triple. La primera, porque nos insultó diciendo que los mexicanos somos drogadictos, criminales y violadores. De lo peor. Que su país estaría mejor si no hubieran mexicanos viviendo entre ellos. Segunda, porque según él le mandamos lo más bajo de nuestra sociedad, y por ese motivo, dijo: “Construiré un gran muro en nuestra frontera sur y haré que México pague por él”. Así, de ese tamaño se siente.

Y, tercera, que el gobierno mexicano contribuyó con la gloria de nuestro rival invitándolo al país en un error de protocolo a que se tomara un cóctel margarita en Los Pinos. ¿Por qué? Porque se le trató como Jefe de Estado sin serlo, se le otorgó estatura de estadista internacional y éste fue el culpable de impedir que seiscientos millones de dólares se invirtieran en la planta de Ford en San Luis Potosí. Y que Peña Nieto tuvo la oportunidad de darle una diplomática bofetada por insultarnos y en pago Trump, al regresar a EU, dijo que “México no es nuestro amigo”.

La indignación nacional hizo que Luis Videgaray, el “funcionario” que invitó a Trump a México, perdiera el puesto. Y lo peor no es que haya regresado como secretario de relaciones exteriores, sino que su regreso parece más bien un claro gesto de subordinación a Estados Unidos.

Al final de cuentas, Donald Trump tomó posesión pero en un clima inédito: el 54% de la población lo considera incapaz de desempeñar el puesto.

POR NUESTROS DESCUIDOS

Pero más allá de las amenazas de repatriar a 3 millones de mexicanos radicados en Estados Unidos y de la firma de la orden ejecutiva de ayer en la que Donald manda iniciar la construcción del muro, están nuestras debilidades.

Antes de que apareciera este remedo de Hitler con peluca, estábamos cómodos con lo que teníamos, inconformes con el nivel de vida actual, con la economía, por las carencias sociales, por la falta de oportunidades, pero en fin cómodos. Creíamos que los acuerdos estratégicos con el país del Tío Sam durarían hasta el fin del mundo, pero ya estamos viendo que no.

El acuerdo entre países era algo más o menos así: EU firmaría un Tratado de Libre Comercio con nosotros (que es el principal motor de crecimiento económico) y dejaría que 11 millones de mexicanos ilegales trabajaran allá y enviaran en promedio a sus familias unos 24 mil millones de dólares cada año.

En cambio, México pagaría el costo de la guerra contra el narco en pesos y en vidas, dejaría que las agencias norteamericanas se encargaran del control migratorio y nos mantendríamos al margen de las políticas estadunidenses, incluso con las que tuvieran que ver con el país.

Ahora, con la brutalidad de Trump, estos acuerdos que nunca fueron firmados, excepto por el TLC, están pendiendo de un hilo.

La lección que obtenemos de todo esto es que los culpables del miedo hacia el hoy presidente de EU somos nosotros, porque fuimos descuidados al no fortalecer nuestra economía ajena al TLC, no mejoramos el mercado interno, no hicimos otras alianzas con el extranjero, no se crearon alternativas de vida y seguridad para los millones de paisanos que viven allá. Tampoco acabamos con el narcotráfico. No supimos frenar la corrupción y la impunidad. No prosperamos en el ejercicio de nuestros gobiernos ni de la democracia.

Así es que nuestra fragilidad es del mismo tamaño que el de nuestros descuidos.          Si la sociedad y gobierno nos hubiéramos preocupado por hacer las cosas bien desde un inicio, hoy no le tuviéramos miedo a Trump. ¡Chao!

@_MarioCaballero

yomariocaballero@gmail.com

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