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LETRAS DESNUDAS

24 Marzo 2017

MARIO CABALLERO

PRD: LA CASA EN LLAMAS

La caída moral, la descomposición orgánica, la inutilidad como alternancia política son los principales elementos del desastre del Partido de la Revolución Democrática (PRD), agrupación que hoy está obligada a buscar cobijo en algún otro partido para no desaparecer, ya sea en el ámbito nacional o estatal.

El miércoles pasado, aquí mismo (Rumbo al 2018: PRD), decíamos que el PRD “fue un partido prometedor, que pudo alcanzar la gloria, pero que hoy vive inmerso en el desprestigio, consumido por conflictos internos, manchado de corrupción y con una crisis de credibilidad que no la curará ni el tiempo ni el renacimiento”, al menos no por el momento.

Y, también, decíamos que “los grupos internos –llamados corrientes políticas- no obedecen a ninguna ideología, sino a intereses personales y de grupo. Lejos quedó el sentimiento de lucha por las clases populares y de trabajadores”, que fue en sus inicios la razón de su éxito y el encumbramiento en la confianza de la sociedad.

Cuando al poeta Jean Cocteau le preguntaron “¿qué se llevaría si su casa estuviera en llamas?, él respondió que el fuego. De manera figurada, la corrupción, las luchas internas y el fracaso como partido en el gobierno (hablo de los estatales y municipales), son el fuego que está consumiendo al PRD. Pero ¿cómo llevárselo?

LOCALISMOS

La debacle del PRD en Chiapas es el reflejo de lo que sucede en el partido a nivel nacional.

En 2000, pensábamos que al votar por el PRD cambiarían las cosas, pero muy al contrario a nuestras esperanzas la situación de miseria y pobreza extrema no cambió en nada. Era la primera vez que el PRD gobernaba en Chiapas, y lo hizo con tiranía.

Pablo Salazar humilló al magisterio, encarceló a activistas, líderes sociales y políticos, censuró a la prensa con la “Ley Mordaza”, encarceló a periodistas, desterró a otros y clausuró decenas de periódicos en todo el estado. Usó la fuerza pública para someter al Poder Judicial e imponer a un magistrado presidente a modo. Coaccionó a los diputados del Congreso local para que aprobaran el desafuero del presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, al que bajo amenazas de muerte obligó a huir de Chiapas. Y cerró su execrable gobierno con el robo de más de 11 mil millones de pesos que la federación destinó para la reparar los daños ocasionados por el huracán Stan, en 2005.

Eso es lo que era el gobierno del PRD y los perredistas.

Juan Sabines Guerrero era del PRI, pero terminó perredista. Con él fueron seis años (2006-2012) perdidos en la holgazanería, en el despilfarro, en la fiesta, con funcionarios que atendían los asuntos de Chiapas desde la cantina, donde se pagaron cientos de millones de pesos en publicidad para agrandar la imagen del gobernador, que impuso diputados, alcaldes, dirigentes en todos los partidos –especialmente en el PRD-, y que heredó al estado una deuda que sobrepasa los 40 mil millones de pesos, entre préstamos y deuda a proveedores.

Sabines también controló el Congreso del Estado, reprimió los movimientos sociales y enriqueció a los líderes del magisterio con cuotas mensuales de 50 mil pesos que cobraban en el despacho de Nemesio Ponce Sánchez, quien además fue el ejecutor de operativos policiacos contra campesinos, políticos incómodos y comunidades indígenas, como el caso Mitzitón, donde hubo muertos, detenidos y decenas de desaparecidos.

Eso es lo que era el gobierno del PRD y los perredistas. La alternancia había llegado a Chiapas, pero sin que eso significara algo.

BIENVENIDA LA FRIVOLIDAD

Por doce años el Partido de la Revolución Democrática fue un organismo al servicio de los gobernadores.

Juan Sabines Guerrero fue quien ungió a Alejandro Gamboa López en la dirigencia estatal del PRD, en 2010.

Antes, Alejandro Gamboa vendía tamales y arroz con leche en una estación de camiones. Y junto con su hermano Antonio, administraban un cibercafé llamado “La Canica Azul”. Eran miserables. Pero al terminar el sexenio sabinista, son políticos acaudalados, dueños de mansiones, autos de lujo y con cuentas millonarias.

Una tarde, Alejandro Gamboa era anfitrión de una comilona que preparó en una de sus residencias y en medio de la charla sonó su teléfono celular. Le llamaban del banco. Comenta uno de los comensales que Gamboa salió a contestar al jardín, y luego de quince minutos regresó y les dijo: “Me llamaron del banco para decirme que tengo en mi cuenta 180 millones de pesos”. Estallaron en aplausos y risas.

Gamboa López hizo un desastre del partido. Con dinero del organismo engrosó sus cuentas y muchos de sus familiares, incluido Antonio, salieron de la pobreza. Asimismo, alimentó aviadores y trabajadores fantasmas en la nómina institucional.

De acuerdo con Sabines repartió las diputaciones locales y federales, y las senadurías entre amigos, compadres y personas recomendadas del gobierno. De esta manera, obtuvieron el respaldo del Congreso del Estado para aprobar lo que al régimen se le viniera en gana.

En el colmo de la frivolidad, el día que se le perdió una perra de raza French Poodle, Gamboa López mandó a tapizar Tuxtla Gutiérrez con la imagen del animal y ofreciendo una suma de dinero en recompensa para el que la devolviera. Afuera del edificio del PRD, colgó una lona gigantesca con una foto de “Lola”, nombre de la perra, con quien jugaba a la pelota, la peinaba y le pintaba las uñas. El gasto fue desmedido para tan poca cosa, y obviamente fue dinero del pueblo.

Fue en ese periodo que Sabines metió a Zoé Robledo Aburto en el Congreso local y lo impuso en la presidencia de la Mesa Directiva. Así, Sabines solicitaba los préstamos al parlamento chiapaneco y Robledo los autorizaba, apoyado por la bancada perredista que también estaba a las órdenes del sabinato, especialmente la ex diputada Alejandra Soriano Ruiz, que aunque después se rasgó las medias pidiendo cárcel para Sabines Guerrero, fue cómplice del fraude más monstruoso en la historia reciente de Chiapas.

LOS ESPINOSA MORALES

Hoy, la dirigencia estatal del PRD le pertenece a César Espinosa Morales, cuyo desempeño debería ser caso del Ministerio Público.

Cuando se definieron -¿o repartieron?- los cargos legislativos para las elecciones de 2015, el líder perredista abusó de su autoridad en el partido y se postuló por los distritos 1, Tuxtla Oriente; 2, Tuxtla Poniente; 3, Chiapa de Corzo y 11 con sede en Pueblo Nuevo Solistahuacán.

En el agandalle inscribió a su hermana Olga Luz como candidata uninominal y plurinominal al mismo tiempo, según consta en el Acuerdo ACU/CECEN/04/405/2015 de la Comisión Electoral del PRD. Cabe mencionar que Olga Luz es directora general del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Chiapas (CECYTECH), con un sueldo que roza los 72 mil pesos mensuales más viáticos y prestaciones.

Se presume que la que en verdad manda en el PRD es Olga Luz, quien enfrenta la Averiguación Previa CHIS/TJC/II/088/2015 girada por la PRG por presuntos delitos de corrupción en contra de dicho centro escolar, donde además hay irregularidades relacionadas con aviadurías, ascensos ilícitos y violaciones a la Ley General del Servicio Profesional Docente.

Así como Gamboa López, Olga Espinosa fue parte de la mafia sabinista, que le solapó las arbitrariedades, el manejo indebido de los cargos en el CECYTECH y en el PRD, en donde colocó a sus familiares, amigos y cómplices en la rapiña.

La amistad de Olga con Sabines fue muy cercana, tanto así que la hizo diputada federal. En los comicios de 2009, Olga iba por una diputación plurinominal y llevaba de suplente al químico Carlos Esquinca Cancino. El convenio era que una vez ascendiera ella al cargo debía renunciar para que Esquinca se convirtiera en el titular. Pero al final se negó a entregarla.

El día que estaba planeado tratar el tema, Espinosa Morales se hizo la enferma y no se apareció en la sesión. En cambio buscó a Juan Sabines para que la mantuviera en la diputación. Esto originó problemas políticos entre Esquinca y Sabines, a lo que el químico (un político trabajador y tuxtleco comprometido) tuvo que acatar la disposición para continuar su vida en libertad.

AGONIZANDO

Si en lo nacional el PRD está enfermo, en Chiapas está agonizando por culpa de la mediocridad y la rapacería, por la anarquía.

La casa está llamas. El PRD es un solamente un cascarón. No tiene credibilidad ni simpatía con la gente. Así, ¿queda alguna esperanza para el perredismo chiapaneco en 2018? Sí, la de la desesperación, la de la piedad de los otros partidos o morir con dignidad. ¡Chao!

@_MarioCaballero

yomariocaballero@gmail.com

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