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LETRAS DESNUDAS

25 Abril 2017

MARIO CABALLERO

¡DEJAD QUE LOS PERROS LADREN!

Es triste que cada vez que hablamos de política lo primero que se nos viene a la mente es todo lo malo surgido a partir de ella, la corrupción, las matanzas y el autoritarismo de los gobernantes, y casi nunca recordamos que por esa “malévola política” somos un país libre, democrático y de oportunidades, con instituciones y Estado de Derecho. Si alguien habla de un político en específico es seguro que empezará por rememorar la perversidad que otros han dicho sobre él, aunque de eso a nadie le conste. En México las palabras y el rumor se han vuelto más poderosos que los hechos.

El sábado pasado, el senador Roberto Albores Gleason presentó su informe legislativo en el estadio Víctor Manuel Reyna. Mostró poder de convocatoria. Un aproximado de cincuenta mil personas acudió al evento. Sacó el músculo, como se dice en el argot político. Esto, obviamente, no les agradó a los que se consideran sus contrincantes hacia el relevo en el gobierno del estado. Y haciendo uso de periodistas a sueldo, un puñado de sicarios verbales, llenaron las redes con mentiras para desvirtuar la realidad y hacer de un acto público un circo.

Lamentablemente muchas personas cayeron en la estafa. Sin antes de asegurarse de que lo que leían en Twitter o en Facebook era cierto, ayudaron a propagarla. El rumor se impuso a la verdad. Creyeron a las palabras de ciertos periodistas que ni siquiera estuvieron en el lugar, pero que dijeron con tanta vivacidad las cosas que inventaron como que si en verdad hubieran ocurrido. Fueron apologistas del engaño. Removieron los sentimientos de la gente, la burlaron y la pusieron en contra del senador al que atacaron sin piedad.

EL LINCHAMIENTO Y LA VERDAD

Es penoso, pero la política mexicana se basa en la difamación y la ocurrencia. Cuando Vicente Fox intentó frenar la campaña de Andrés Manuel López Obrador en 2006, ordenando que lo investigara la Procuraduría General de la República (PGR) por los “videoescándalos” de sus colaboradores René Bejarano y Gustavo Ponce, en presuntos actos de corrupción, y al ver que estas investigaciones no prosperaban inició contra AMLO una cruzada para desacreditarlo y fue entonces cuando dijo que era Un peligro para México. López Obrador, estando en campaña en Oaxaca, le contestó con una frase que después le fue contraproducente: “¡Cállate, chachalaca!”. La difamación y la ocurrencia.

¿Quién gana y quién pierde en los linchamientos mediáticos?

Octavio Paz decía que la ofensa es la otra cara del halago. Cada vez que lo criticaban por ser parte del gobierno, vivir y trabajar para el PRI, para la dictadura perfecta según palabras de Mario Vargas Llosa, el nombre de Paz aparecía más veces en la prensa y su obra cobraba prestigio y vigor. En lugar de que acabaran con él, lo encumbraban, y en 1990 fue galardonado con la máxima presea en el mundo de las letras: el Premio Nobel de Literatura.

Siguiendo este argumento, no siempre los linchamientos mediáticos acaban con las carreras de los políticos, artistas, deportistas o de cualquier otro profesional. Pero hablando en términos de gobierno y democracia no pierde el agraviado o el atacante, sino el pueblo que termina confundido entre las ráfagas de insultos, acusaciones y chismes de los oponentes.

¿Perdió el senador Albores Gleason? No. ¿Ganaron quienes lo atacaron? Tampoco. Si muy pocos se habían enterado de que el senador priista daría su informe de actividades legislativas el fin de semana pasado y en un espacio de gran tamaño, como el estadio de fútbol, la campaña de odio en su contra le sirvió de publicidad. La ofensa es la otra cara del halago.

En un discurso de poco menos de una hora, el senador no respondió a los embates ni censuró ni criticó a sus contrincantes, hizo política, se enfocó en rendir cuentas de su trabajo en el Senado, a hablar del proyecto de las Zonas Económicas Especiales que presentó en 2013, mismo que hoy es una realidad y que ayudará a impulsar el desarrollo de los estados de la zona sur-sureste del país, con mejores oportunidades de crecimiento, que atraerá nuevas empresas, potenciará el turismo, fomentará el empleo y la inversión pública.

Habló de sus iniciativas para fortalecer el sistema de seguridad nacional, el anticorrupción, el de justicia. De su trabajo cercano con la gente y de los proyectos que han salido de ello. También de su labor para lograr el empoderamiento de las mujeres, garantizar los derechos humanos de los mexicanos, el apoyo familiar, el apoyo a las madres solteras y adultos mayores; dio a conocer el esfuerzo para que los chiapanecos tengan empleos mejor remunerados y programas sociales que favorezcan a los trabajadores del campo.

Se pronunció por la transparencia en el ejercicio de los dineros y la rendición de cuentas. Y lanzó propuestas para reactivar la economía de Chiapas, darle asistencia al agro, solucionar los problemas que nos han aquejado por décadas, pero sobre todo por darle un empuje al progreso, a la obra pública, a la educación de los niños y jóvenes chiapanecos y al empleo. Y mientras otros políticos lo atacaban con injurias, Albores les abría la puerta y los invitaba a comer.

Así que por el arrebato de “los otros”, muchos conocieron que Roberto Albores Gleason es hijo del ex gobernador de Chiapas Roberto Albores Guillén (1998-2000), que tiene 38 años de edad y que es un hombre decisivo que ingresó a las filas del PRI con apenas 19 años, que cree en la política como una extraordinaria oportunidad de servir a la gente, mejorar la calidad de vida y transformar a Chiapas y México.

También, que es licenciado en Economía y Ciencia Política en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), y que además cuenta con estudios superiores en Desarrollo Económico por la London School of Economics (LSE), en el Reino Unido. El senador Albores no es un aprendiz en el arte de gobernar, sino un político joven que se encontró con su vocación en sus tiempos en la preparatoria, en su natal Comitán de Domínguez.

LOS PERROS LADRAN

En un país como México donde lo que más interesa en la política es el voto y no resolver los problemas; donde está comprobado que ganan más simpatía aquellos que calumnian con eficiencia a sus adversarios, salen sobrando los proyectos de gobierno que buscan corregir las carencias, las desigualdades, la falta de servicios médicos, la baja calidad en la educación y el desempleo. Es decir, la práctica de la confrontación funciona mejor que las propuestas.

“-Señor, los perros están ladrando. -Deja que los perros ladren, Sancho amigo, es señal de que vamos pasando”. Aunque esta frase no pertenece al libro El Quijote de la Mancha como muchos suponen, sino es un invento atribuido a Orson Wells convertido en mito, es referencia obligada para afirmar que cuando alguien escucha ladridos (ruidos, malos comentarios, envidias, vejaciones) al cabalgar por la vida, es porque está haciendo las cosas bien, diferentes e importantes.

El ensañado linchamiento contra Albores Gleason supone que sus contrincantes se sintieron amenazados, sobre todo cuando ellos no serían capaces de llenar un lugar de tales magnitudes. Ni siquiera esperaron a que iniciara el evento. Atacaron como por miedo. Y sin querer dijeron que el senador priista es el enemigo a vencer y que hay que acabar con él a como dé lugar, a punta de puñetazos de ciento cuarenta caracteres y comentarios ingeniosos.

Debemos tomar en cuenta que tanta saña no hubiera sido necesaria si lo que hace el senador Albores no fuera tan significativo.

Y hay que resaltar que en la época en que el PRI no es bien visto y querido a nivel nacional, el movimiento de Roberto Albores Jr. fue como los de PRI en sus mejores tiempos: imponente y poderoso. Y haiga sido como haiga sido, hacía ya muchos años que el priismo en Chiapas no era capaz de desplazar a las masas y ser concentradas en el nombre de una sola persona y que esa persona ni siquiera es candidato.

Se le puede criticar al senador Roberto Albores, pero no censurarlo. Sus rivales pueden colgarle cientos de descalificaciones si quieren, pero jamás podrán quitarle la proeza de llenar un estadio. Hay veces que lo simple, como la rendición de un informe, se enriquece con la polémica. En esta ocasión, cuestionar la hazaña de Albores Gleason fue una forma de mejorarla.

Siendo así, ¡dejad que los perros ladren!

PARA MAGDALENA

NO entiendo, prima de mis amores. Si hay tantos rumores de una posible trata de personas en el antro llamado Burlesque, donde chicuelas y chicuelos bailan semidesnudos, ¿por qué nadie ha hecho nada por investigarlo? Se dice que sus dueños son prestanombres y que responden al apellido Guirao. ¿Tendrán algún parentesco con el diputado federal del Verde Ecologista? ¿Habrá tráfico de influencias? Ya lo veremos… ¡Chao!

@_MarioCaballero

yomariocaballero@gmail.com

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