09 Agosto 2017
MARIO CABALLERO
EL CANTO DE LA RENOVACIÓN
Hay en el bastidor del cierre de la dirigencia de Roberto Albores Gleason, la euforia y la incertidumbre de un fin y renuevo de época, un aire de óbito y renovación que recuerdan los versos de Antonio Machado:
Hay un español que quiere
Vivir, y a vivir empieza,
Entre una España que muere
Y otra España que bosteza.
En el lado del PRI que muere, el de Albores, está el final de una buena realidad, como el agrupamiento de las bases, la consolidación de las fuerzas y organizaciones del partido, el crecimiento político sostenido, el modelo de desarrollo partidario y el pacto corporativo como eje que restauró y le devolvió credibilidad a la militancia. Menos obvios, pero igualmente tocados por esa realidad, aparecen los antiguos axiomas de la vida priista: los choques entre grupos opositores, las luchas internas y el griterío entre los militantes que permanecieron desempleados, sobre todo de los priistas de la vieja guardia.
En el lado del PRI que está por nacer, está la zozobra, la eterna conquista del poder, los hijos del oportunismo, la insurrección gremial, la beligerante masa de priistas obsesionados con el mando, los intereses personalistas, la aparición de los viejos cuadros, pero también la camada que busca el liderazgo con propuestas y no con confrontaciones, los ideólogos que piensan más allá del 2018, la integración de ideas que pretende hacer del priismo la primera fuerza electoral en Chiapas y las llamadas del futuro político de la institución.
¿Cómo agrupar las peras de este olmo frondoso que muere y está por renacer, lenta y apasionadamente, ante nuestros ojos, a nuestro lado?
UN ANTES Y UN DESPUÉS
El PRI fue grande. Y actualmente como partido (repito: como partido) no es malo. Desde los años de su fundación fue reconocido por los gobiernos del mundo como uno de los mejores y más progresistas de Latinoamérica, entre muchas cosas porque fue promotor de la correcta distribución de la riqueza nacional, del desarrollo del país, de la paz interna y de las buenas relaciones internacionales, especialmente con Estados Unidos y algunas potencias de Europa.
Antes del PRI como partido gobernante, México era una tierra copada por la desigualdad y el autoritarismo, por la hegemonía basada en la fuerza de un solo hombre: el general Porfirio Díaz. Las diferencias entre las clases sociales estuvieron muy marcadas. Había pocos ricos, muy ricos, y muchos pobres, demasiado pobres, a los que Carlos Monsiváis llamaba el infelizaje. Hasta ahí.
Nació en el Teatro de la República de Querétaro el 4 de marzo de 1929, fundado por Plutarco Elías Calles bajo la nomenclatura de Partido Nacional Revolucionario. Fue hasta 1946 cuando adoptó el nombre de Partido Revolucionario Institucional, PRI.
A lo largo de su existencia ha tenido 15 presidentes y hasta 1989 gobernó en los 31 estados del país y en la Ciudad de México, manteniendo el poder presidencial desde 1929 hasta el 2000, como un imperio que se creyó estaría por siempre en Los Pinos. Pero más tarde que temprano, el PRI se fue olvidando de los objetivos de la Revolución y entró en una era donde la corrupción, los abusos de poder, las masacres como la de Acteal y Aguas Negras y los escándalos por nexos con el narcotráfico llevaron al partido al desprestigio y por consecuencia a la pérdida del poder.
En 2000, Chiapas tenía 118 municipios y había sido gobernado por un solo partido: el PRI. En el año de la alternancia democrática, la institución de Calles mandaba en casi todos los ayuntamientos y era mayoría en el Congreso del Estado. Pero así como sucedió en la esfera nacional también pasó en lo local, fue el auténtico reflejo del hartazgo, de la ignominia y del mal sabor de boca que había generado en la sociedad mexicana.
Desplazado por los chiapanecos, el PRI cayó en una profunda depresión. El PAN y el PRD se colocaron poco a poco como las principales fuerzas políticas en el estado.
Después de la caída, los priistas se disputaron como carroña lo poco que quedaba del viejo y poderoso PRI. En lugar de proponer soluciones hacia el interior del organismo que en el mejor de los casos se tradujeran en votos, las encarnizadas luchas por la posesión del liderazgo desprestigió al priismo, lo relegó casi en los últimos lugares de popularidad y esto hizo que fuera considerado como una cueva de facinerosos cuyo único propósito en la vida no era la construcción de una nueva militancia, exitosa y propositiva, sino el crecimiento económico y político personales.
Desde el 2000 hasta el final de la primera década del nuevo milenio, los dirigentes del PRI en Chiapas se dedicaron a disfrutar las mieles del poder, a enriquecerse con las alianzas, a negociar con el gobierno y a lucrar con la venta descarada de las plazas a cargos legislativos, como Arely Madrid Tovilla que se presume vendió las candidaturas en 10 millones de pesos durante su gestión (2007-2011) a parte de recibir el financiamiento del ex gobernador Juan Sabines Guerrero.
De adentro hacia afuera, el tricolor era una ominosa olla de podredumbre.
LA RENOVACIÓN
Es lamentable que en cada renovación de la dirigencia del PRI hayan destacado más las campañas de desprestigio que la promulgación de proyectos que prometan revitalizar la estructura. Difamar, ultrajar, insultar, agredir, amenazar ha sido siempre el común denominador en las luchas internas. Parece ser que eso es más rentable que la difusión de ideas, planes y propuestas.
Cuando en 2011 se hizo el cambio del liderazgo estatal, Julián Nazar Morales, actual diputado federal, buscó dirigir los rumbos del partido pero sin una estrategia bien definida, ni una agenda política debidamente ligada con los objetivos partidistas.
No hubo diplomacia. Tampoco un debate a la altura de las circunstancias. Lo que debió ser un combate entre reflexiones y propósitos, fue una pelea callejera, con insultos, mentadas de madre y escupitajos en la cara. El Revolucionario Institucional venía de perder dos elecciones al hilo y estaba situado en el cuarto lugar como preferencia política en Chiapas, muy por debajo del PAN, PRD y del Partido Verde Ecologista de México. Así que merecía algo más que la simple y deleznable zapatiesta. Más que el bullicio y el jaloneo.
Julián Nazar, un tipo hosco y abusivo, señalado de lucrar con las necesidades de los trabajadores del campo, dejó a un lado la civilidad y el diálogo político y apeló a la violencia. Al verse sin ninguna posibilidad de ganar la elección priista, armó un grupo de bandoleros para golpear a los demás postulantes. En el colmo del aquelarre, amenazó a toda la militancia de que si no le entregaban la dirigencia del partido quemaría el edificio de Santo Domingo.
Finalmente, con el respaldo de 8 mil priistas, de los sectores, organizaciones y presidentes municipales, asimismo con el apoyo del 98 por ciento del Consejo Político Estatal y el 97 por ciento de los Comités Municipales, Roberto Albores Gleason asumió el mando del PRI. Ese fue un nuevo comienzo para el tricolor. Aunque no fue sencillo, hoy es el segundo partido con más porcentaje de gobierno en el estado.
Pero ¿cómo agrupar las peras de este olmo frondoso que muere y está por renacer?
Hasta el momento las cosas están tranquilas en el PRI. En días recientes, el Consejo Político Estatal aprobó por unanimidad el método de asamblea de consejeros políticos para elegir al presidente que sustituirá a Albores Gleason para el periodo 2017-2021. Quedó el acuerdo de que la renovación de la dirigencia priista en Chiapas se hará conforme a lo establecido por los estatutos y será la dirigencia nacional quien emitirá la convocatoria y dictará los lineamientos para la elección interna. Bien por esto.
Por otro lado, los priistas deben entender que el PRI –al menos en Chiapas- es el partido con mayores probabilidades de triunfo en 2018, y lo que menos necesita en este preciso momento son las absurdas confrontaciones que lo llevaron en el pasado a perder dos elecciones y el control en el estado.
Requiere de la unidad y la conjugación de todas bases. Darle motivos a la gente para que crea y tenga confianza en la institución. Deben entender, además, que sea cual sea la propuesta para el próximo año no podrá ser efectivamente exitosa, si primero no responde a las demandas de los cinco millones doscientos mil chiapanecos. ¡Chao!
@_MarioCaballero
yomariocaballero@gmail.com