12 Agosto 2017
Mario Caballero
¿QUÉ LE PASÓ AL PRI?
El primero de julio de 2012, el Partido Revolucionario Institucional, demostró que no estaba muerto, sino sólo sumergido en las mansas aguas del letargo, aguardando su advenimiento.
Ideólogos, intelectuales, académicos de las más prestigiosas universidades del país, políticos de la oposición e invasores del oportunismo, fueron los encargados de desprestigiar al PRI durante doce años. Lanzaron diatribas y se desgastaron en afirmar (como queriéndonos manipular) de que el partido de Calles jamás volvería al poder. Empero, la práctica del voto demostró que no sólo estaban equivocados, sino que además su regreso sería aún mayor que en sus mejores tiempos.
En una elección histórica el PRI recuperó el poder y su jerarquía. Jamás en la vida democrática de México tanta gente había salido a votar. Las urnas se llenaron y con ello se volteó el curso del barco, el control de la administración del país cambió de manos y los priistas después de más de una década se convirtieron nuevamente en la primera fuerza electoral.
Pero, ¿por qué? ¿Cómo volvió el sufragio a favor del PRI? Si una frase dice que en la moda nada está escrito, con la asombrosa victoria de Enrique Peña Nieto en 2012 se confirmó aquello de que en la política todo es posible.
¿POR QUÉ VOLVIÓ?
Los cambios siempre son buenos, suele decirse como refugio sentimental. Hartos de los abusos de poder, la corrupción y la impunidad de los pasados gobiernos, los mexicanos entregaron el mando en el panista más frívolo y lenguaraz del que la historia tenga memoria: Vicente Fox Quezada.
Fox dirigió a la nación como si estuviera aprendiendo corte y confección, haciendo remiendos de sus políticas públicas, zurciendo las rupturas de su proyecto de gobierno, costurando alianzas que él mismo traicionó con el Partido Verde Ecologista de México y elaborando un plan de reconstrucción nacional que resultó patético y falto de todo propósito real. La alternancia democrática llegó con el nuevo milenio, mediante un mesianismo intransigente y derrochador de discursos. Por fin llegó el cambió –dijimos-, pero eso no significó nada.
Los malos manejos de los recursos públicos, los asesinatos impunes, el acoso político, el cinismo de sus militantes y los escándalos de priistas ligados con el narcotráfico fueron los que sacaron al PRI del poder. Sin embargo, la moralina de los panistas y su incapacidad para gobernar fueron los factores que lo restablecieron en la cúspide. Las preguntas arriba citadas tienen aquí su debida respuesta: El PRI supo asimilar y corregir sus errores, y la sociedad hizo un exhaustivo acto de conciencia.
La ineptitud del PAN quiso esconderse detrás de las excusas. Desde los primeros días del gobierno panista, los nuevos inquilinos de Los Pinos contrataron a los medios de comunicación y a periodistas, un puñado de guardaespaldas verbales, para echarle la culpa al PRI de todo lo que el PAN no podía resolver.
Todo lo que sucedía mal en México era herencia de las siete décadas pasadas: “Es que si los priistas no hubieran hecho esto/Es que si antes de hacer eso lo hubieran pensado dos veces/Lo que sucede es que nos heredaron un gran bote de basura y vaciarlo implica un alto costo económico y mucho tiempo, pero lo vamos a hacer/Nos tocó el trabajo sucio que le PRI no hizo/El país va por buen camino, así que le pido a todo México que no le ponga el freno al cambio/Ustedes lo han visto, señores, somos los verdaderos revolucionarios, los que le hacemos la guerra a todos los problemas que sembró el priismo/etcétera”, frases como éstas traslucieron la incapacidad, la nefasta forma de hacer política que ensombreció a México y al partido del cambio.
Corrupción y violencia fue la carta de presentación del gobierno de Fox. A unos cuantos meses de haber iniciado estalló el primer alboroto en la Casa Presidencial con la compra de toallas con un costo de 4 mil dólares cada una. Fue el primer vestigio de la podredumbre que serían los siguientes doce años.
En 2002 y 2003, fue descubierto que funcionarios del gabinete foxista estaban ligados con los grupos delincuenciales, y que asesores íntimos del mismo ex presidente eran cómplices y protectores de los cárteles del golfo y del pacífico. No hubo tal cambio. Continuaron la corrupción, los crímenes de Estado y la ignominia. El gran logro de Vicente Fox fue echar al PRI y enlazar seis años de continuidad en el gobierno para su partido.
Con Felipe Calderón Hinojosa los mexicanos vivimos seis años con el “Jesús” en la boca. La violencia desatada por la mal planeada y peor ejecuta guerra contra el crimen organizado logró que el miedo se hiciera omnipresente hasta en las iglesias.
Los treinta o cuarenta muertos diarios por la estrategia anti-narco amortiguaron la sensibilidad social. Calderón hizo de un problema de seguridad social un problema de seguridad nacional. El país se convirtió en un sembradío de cadáveres, en una enorme fosa común desde Yucatán hasta Baja California. Al término de su gestión ya no fue creíble la cifra de los 70 mil muertos, pudieron ser muchos más.
Nada explicó mejor la indefensión de la gente en ese sexenio que el comentario del ex secretario de gobierno Fernando Gómez Mont, en relación con la matanza de 16 adolescentes y dos adultos en un barrio de Ciudad Juárez en el transcurso de una fiesta, en 2010: “Lo he dicho y lo reitero, sólo sometiéndose a la ley encontrarán respeto a sus vidas y a sus familias. La lógica de matar para no morir es una lógica que está trayendo destrucción y dolor a la gente”.
Lo que Gómez Mont dio a entender es que la culpa de la masacre no fue del crimen organizado ni de la guerra contra los capos, sino de los muertos. La madre de una de las víctimas dijo durante el entierro: “A mi hijo lo mataron dos veces. La primera, los asesinos; la segunda, el gobierno de Calderón al declararlo culpable nomás porque se le antojó”.
EL PRI MENOS PODEROSO
En doce años el PAN dio show y pasarela de su inutilidad como gobierno. La gente se cansó de quejarse de la inflación, de los gasolinazos, de las muertes, de no tener trabajo ni dinero para mantener a las familias. Una vez escuché “con el PRI al menos teníamos para comer”. La voz venía de un anciano que se boleaba los zapatos en la alameda de Tuxtla Gutiérrez mientras el bolero le decía: “El PRI no es malo. Los malos fueron sus políticos”.
Quizá por eso alguien pintó en una barda en Tijuana, Baja California: “Que se vayan los pendejos y que vuelvan los corruptos”. El PRI volvió, pero no recuerdo un PRI con tan poco poder como el PRI de ahora.
En 2000, los priistas perdieron la presidencia, pero no perdieron el poder porque conservaron el gobierno en 29 estados. En 2006, se volvió muy poderoso porque era el partido que negociaba con el presidente Felipe Calderón. En 2012, la fuerza política de los estados fue la que llevó a la victoria a Peña Nieto, pero ésta ha venido decayendo. Si se suma la baja aprobación del presidente y la pérdida del poder regional, tenemos al PRI más débil de la historia y todo indica por las encuestas que van a perder tanto la Presidencia como más gobiernos estatales.
¿Qué le pasó al PRI? Si sabía que para continuar gobernando a los mexicanos tenía que sostenerse en su confianza, ¿por qué no cumplió sus promesas, por qué no supo gobernar con prudencia, honestidad y sin monomanías?
Ayotzinapa, Tlatlaya, la Casa Blanca, el Chapo Guzmán, Javier Duarte, Borge, los muertos del narco, si no son finalmente culpas del presidente Peña ni del PRI, sí son pesadas lozas, monumentos a la estulticia que están por enterrar cualquier aspiración en 2018.
De no suceder un milagro que cambie la historia de lo que ha sido del PRI en estos cinco años, estaremos enfrentados ante una realidad peor que la del PRI y el PAN juntos: la de Andrés Manuel López Obrador, el mesías tropical que habla y se comporta igual que Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Sin un liderazgo inteligente y sin una buena estrategia política, al PRI se le acaba el tiempo para alargar su estadía en el poder. Como los objetos que aparecen en los espejos retrovisores, el final del priismo está más cerca de lo que aparenta. ¿Lo detendrán? ¡Chao!
@_MarioCaballero
yomariocaballero@gmail.com