18 Agosto 2017
MARIO CABALLERO
AMLO DEFIENDE LA DICTADURA
En un programa de televisión transmitido el 7 de febrero de 2017 por la cadena Univisión, Andrés Manuel López Obrador declaró que la democracia venezolana es mejor que la mexicana. Todos conocemos que el país de Venezuela está atravesando un viacrucis provocado por su autoritario y antidemocrático gobierno, y eso es prueba de lo contrario de esa declaración.
Hay otras pruebas que contradicen el pensamiento del líder de Morena, sobre todo por el lado electoral, lo que AMLO siempre ha criticado. Por ejemplo, él mismo ha aparecido más de un millón de veces en spots de radio y televisión promocionando con absoluta libertad su candidatura a la Presidencia de la República. Además, en esos medios y en la prensa ha sido entrevistado cientos de veces y sin que nadie lo censure. Más aún, utiliza los espacios para condenar, desaprobar, agredir e injuriar a lo que él ha llamado “la mafia en el poder”.
A pesar de que Morena es quizá la oposición más férrea del gobierno federal, hoy cuenta con una importante representación en el Senado, en la Cámara de Diputados, en los Congresos estatales, en la Asamblea de la Ciudad de México y gobierna en varios municipios en todo el país. Como instituto político con registro, recibe un fuerte financiamiento por parte del Estado para realizar sus actividades en los distintos comités estatales y municipales. Y por ende, tiene los recursos suficientes para ejercer libremente sus labores legislativas.
Desde antes de su fundación en 2011, año en que fue creado por López Obrador como una asociación civil, y después de obtener su registro, el 9 de julio de 2014, el Movimiento de Regeneración Nacional ha celebrado sin ningún obstáculo sus mítines y congresos. En las elecciones federales y estatales del año entrante, Morena participará bajo las normas e instituciones de la democracia mexicana, esa que AMLO considera inferior que la venezolana.
En resumen: Morena y su presidente han podido hacer política, construir las bases del partido, obtener financiamiento público para su sostenimiento, hacer negociaciones con otros organismos, armar grupos de resistencia contra el gobierno de México, participar en elecciones, tener representación legislativa federal y estatal y llevar a cabo sus planes hacia el 2018, y sin que nadie se le oponga. Muy por el contrario, si López Obrador estuviera en el bando opositor de Venezuela, no tendría ninguna de estas libertades y ya lo habrían encarcelado.
¿DEMOCRACIA VENEZOLANA?
A la luz de los acontecimientos en Venezuela, ha llegado la hora de que empecemos a llamar a las cosas por su nombre, y nos refiramos a Nicolás Maduro como lo que en verdad es: un dictador; no un demócrata.
Según la Real Academia Española, un dictador es una “persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos y, apoyada en la fuerza, los ejerce sin limitación jurídica”. En el diccionario Merriam-Webster la palabra dictador se define como una “persona que gobierna un país con autoridad absoluta y a menudo de manera cruel o brutal”. Por eso no estuvo mal el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, H. R. McMaster, al decir que “Maduro no sólo es un mal líder: ahora es un dictador”.
Nicolás Maduro llegó al poder después de ganar una elección altamente dudosa en 2013 con un 50.5 por ciento del voto. Su primera acción fue llenar el gabinete presidencial con generales corruptos para hacer más fuerte y avasallante la represión a los opositores políticos. Lo que hoy podemos observar es que él ya ha completado el trabajo que inició su predecesor Hugo Chávez de desmantelar todas las instituciones democráticas de Venezuela. Cuando no nos podíamos imaginar un gobierno peor que el de Cuba y Fidel Castro, Maduro levantó más alto la voz.
AMLO sostiene que es mejor la democracia venezolana que la nuestra. No es cierto. En 2015, a pesar de la represión gubernamental y la censura, la oposición en Venezuela logró ganar las elecciones legislativas obteniendo la mayoría con dos tercios de la Asamblea Nacional, lo que le permitía despedir a ministros y cambiar la Constitución. Pero mediante trampas legales, Maduro disminuyó esa mayoría impidiendo que varios de éstos legisladores electos pudieran ejercer sus cargos.
Para hacer más duro el golpe, poco tiempo después de eso ordenó ampliar el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) con trece nuevos jueces. Desde entonces, el TSJ ha sido utilizado por el mandatario para reducir los poderes de la oposición en la Asamblea Nacional.
El 30 de julio pasado, Maduro convocó a una elección para crear una Asamblea Constituyente, cuya primera encomienda sería la redacción de una nueva Constitución que literalmente desapareciera a la Asamblea Nacional, su principal estorbo para perpetuarse en el poder. Las elecciones fueron un fraude. Así como en Cuba, sólo se podía votar por gente del mismo gobierno. Los 5 mil 500 candidatos eran personas ligadas al presidente. Por si esto fuera poco, durante las votaciones no hubo observadores internacionales confiables y los medios de comunicación tenían que estar a quinientos metros de las casillas.
Obviamente eso generó inconformidad en la sociedad, que ya no tolera los abusos de poder y la crisis total del país. Así comenzaron los mítines, las protestas y la exigencia a Nicolás Maduro a dejar el cargo.
Cuando a López Obrador lo entrevistaron sobre el tema venezolano, aconsejó a la oposición a “no caer en la violencia” (sic). Pero ¿por qué no mencionó que esa violencia es gubernamental y que a diario es exhibida en las redes sociales?
Luego de hacer desaparecer a la Asamblea Nacional, Maduro despidió a la fiscal general y en su lugar asignó una Fiscalía servil al régimen. Asimismo, por órdenes del Poder Judicial, decenas de alcaldes de la oposición están en la cárcel o bajo investigación penal. También, las autoridades electorales bloquearon un referéndum revocatorio legal, pospuso elecciones regionales y cometió fraude al meter millones de votos falsos al resultado que favoreció la creación de la Asamblea Constituyente, que muchos gobiernos y organismos internacionales desconocen su legitimidad.
En la democracia que AMLO defiende no hay televisión independiente, y la poca radio y prensa independiente que aún queda en aquel país sufre desde hace mucho tiempo acoso y persecución del gobierno de Nicolás Maduro.
Pero eso no es lo peor. Lo más grave es la violencia hacia la sociedad. La gente ha tenido que salir a protestar a las calles en una proeza de coraje cívico sin precedentes. Reclama pacíficamente por la falta de alimentos y medicinas, por la inflación que llegó al 700 por ciento el mes pasado y por la privación de las libertades constitucionales. La situación ha llegado a tanto que en Venezuela no hay ni papel higiénico.
La represión de la Guardia Nacional Bolivariana ha sido brutal hacia el pueblo. Hasta el día de hoy, hay más de cien muertos, cientos de heridos y una cantidad importante de detenidos injustamente.
Esa es la democracia que López Obrador dice que es mejor que la de México.
SABEMOS A QUÉ ATENERNOS
Es absurda la apreciación de Andrés Manuel López Obrador. El régimen de Nicolás Maduro no es una democracia, sino una dictadura en toda la extensión de la palabra que no puede ocultarse ni tolerarse.
“Yo confieso, ante la Frontera todopoderosa y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, obra y omisión, y que seguiré haciéndolo por los siglos de los siglos”, dice Luis Humberto Croshwaite en su texto Misa fronteriza. AMLO ha pecado mucho de pensamiento. Dice ser seguidor de Gandhi, pero nada le interesa la protesta pacífica de los venezolanos. Dice ser juarista, pero se enmudeció cuando fue aplastado el Congreso y la Constitución. Se cree de izquierda, pero no censura la violencia ni la represión de las fuerzas armadas de Maduro, y es indolente ante el sufrimiento y la tragedia humanitaria de Venezuela.
La fundamental aquí es saber con quién está López Obrador, ¿con la democracia o con la dictadura? Con el solo hecho de no condenar la violencia, el saqueo, la corrupción, la opresión y las muertes provocadas por el gobierno de Nicolás Maduro, es seguro que está con la dictadura.
No podemos saber con certeza que nos deparará el 2018. Pero si AMLO llega a ganar las elecciones, con seguridad sabemos a qué debemos atenernos: México se convertirá en otra Venezuela. ¡Chao!
@_MarioCaballero
yomariocaballero@gmail.com