29 Noviembre 2017
MARIO CABALLERO
EL TECNÓCRATA VS. EL POPULISTA
Como en la novela Crónica de una muerte anunciada de García Márquez, donde todos en el pueblo sabían que los hermanos Vicario esperaban a Santiago Nasar para matarlo excepto la víctima, todos en México sabíamos que José Antonio Meade Kuribreña sería el elegido del presidente para sucederlo en la Presidencia de la República, por lo que a nadie le sorprendió el destape. Pero oficialmente ya es el precandidato del Partido Revolucionario Institucional para competir en las elecciones del próximo año.
Ante la novedad nada sorprendente, y a la vista de la indecisión y falta de acuerdos en el Frente Ciudadano, se vislumbra que la gran batalla se dará entre el tecnócrata más respetado de la nación contra el populista más combativo de la última década. Como están las cosas, habría que preguntarnos qué nos conviene más como país: ¿un gobierno tecnócrata o un gobierno populista?
¿QUÉ ES QUÉ?
De acuerdo con la Real Academia Española (NTLLE), tecnocracia se define como el sistema de gobierno caracterizado por la existencia de técnicos o especialistas en diversas materias en los órganos gubernamentales de un Estado, con el propósito de conseguir el desarrollo material y económico del país por encima de ideologías políticas.
En ese sentido, las características más importantes que diferencian a un tecnócrata de un político común en el ámbito de la administración pública son su nivel de educación, su currículum profesional, sus medios de reclutamiento y su fuente de influencia. Dicho de otro modo, el tecnócrata tiende a administrar las instituciones y procesos sociales conforme a sus conocimientos mientras el político buscará siempre la manipulación, gestión, negociación y captación del poder.
En el sentido más estricto, un tecnócrata es una persona con importantes estudios profesionales sobre todo en economía y cursados en universidades de prestigio. No pertenecen a ningún partido político y su experiencia profesional está relacionada a grupos empresariales, organismos multilaterales de crédito y agencias económicas. Asimismo, tienen un alto nivel de entrenamiento académico y toman las decisiones evaluando los aspectos técnicos.
Por otro lado, el sociólogo Edward Shils designa al populismo como “una ideología de resentimiento contra un orden social impuesto por alguna clase dirigente de la antigua data, de la que se supone que posee el monopolio del poder, la propiedad, el abolengo o la cultura”. En palabras más sencillas, es un pensamiento que busca separar a la sociedad en dos grandes grupos antagónicos: los pobres y los ricos; el pueblo puro y la élite corrupta. AMLO la separa entre pobres y “la mafia del poder”.
Basado en eso podemos decir que los populistas son políticos que crean en la sociedad sentimientos de enojo y rencor contra la clase gobernante y los grandes empresarios. Dicen: “Eres pobre porque los que están en el Gobierno se roban el dinero que por derecho te pertenece/ Eres un analfabeta porque al Gobierno no quiere un pueblo con educación/ No hay escuelas ni hospitales dignos porque el Gobierno es corrupto/ Tu, empresario, y tú, empleado, no tienes trabajo porque el Gobierno reparte la riqueza del país con sus familiares y amigos. Por eso es que los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres/ etcétera”.
Con ese alegato impulsivo y, a veces, “revolucionario” muchos políticos han llegado al poder. La fórmula es simple: el populista identifica las necesidades de los electores y ofrece soluciones a sus problemas, pero en el trance todo se trata de vil y hueca palabrería. Algo más. Los populistas hablan siempre de los nuevos derechos para las clases bajas, de prosperidad y oportunidades de desarrollo. Aunque lo hacen mediante un liderazgo personal antes que institucional, emotivo antes que racional, individualista antes que pluralista.
GOBIERNOS TECNÓCRATAS Y POPULISTAS
Han sido gobiernos tecnócratas el de Chile y Argentina de los años setenta, que establecieron medidas para reducir el gasto público, abrir el mercado y promover la iniciativa privada. Hubo un progreso considerable que se vino abajo después de que los políticos conservadores retomaron el poder.
Durante la década de los ochenta, surgió una crisis económica en América Latina por culpa de los gobiernos militares. Muchos países se vieron obligados a pedir préstamos externos y la responsabilidad de la planeación de los programas económicos quedó nuevamente en el personal tecnócrata. Los esquemas de ajuste se centraron en la lucha contra la inflación, la venta de empresas públicas y la desregulación del mercado laboral.
En 1994, Carlos Salinas de Gortari dejó a México prácticamente en bancarrota. El peso mexicano cayó en un 40% frente al dólar, causando quiebras de miles de compañías y desempleo. Esa crisis tuvo repercusiones internacionales. Así que para salir a flote el tecnócrata Ernesto Zedillo aplicó estrategias financieras para absorber las deudas ante los bancos, invertirle dinero al sistema financiero y garantizar el ahorro de los ciudadanos. En fin, se sanearon las finanzas públicas, se logró mayor acceso y volumen de capital extranjero y se recuperó la solvencia de los bancos y por ende de las familias del país, con la creación de nuevas y más empresas que generaron miles de empleos.
Venezuela, Costa Rica, Nicaragua, Cuba, Argentina, Paraguay, Brasil, Bolivia et al, han tenido en los últimos años gobiernos populistas. Como ejemplo, Venezuela hoy enfrenta una inflación del 720% y es una nación donde no hay alimentos, medicinas, empleos y ni siquiera papel higiénico. Desde que la revolución de Fidel Castro se adueñó de la isla, miles de cubanos intentan abandonar su país cada año en busca de oportunidades. La economía de Cuba se centra en la exportación de azúcar, de médicos y en la prostitución ejercida en las calles. Ahí no existe la libertad de expresión y el uso de la tecnología como el internet es exclusividad de la élite y los gobernantes.
Cristina Fernández de Kirchner gobernó a Argentina desde diciembre de 2007 hasta diciembre de 2015. A la mitad de su segundo periodo presidencial, el país enfrentó una crisis económica y se reveló la corrupción de su gobierno populista, mismo que llevó a grandes movilizaciones sociales exigiendo su encarcelación.
Luiz Inácio Lula da Silva gobernó Brasil entre 2003 y 2010. En julio de este año fue condenado a diez años de prisión por corrupción y lavado de dinero. Era populista.
MEADE VS. AMLO
José Antonio Meade tiene el récord de haber sido nombrado miembro del gabinete en cinco ocasiones. Logro comparado con el de Plutarco Elías Calles, fundador del PRI. Tiene 47 años de edad y es abogado egresado de la UNAM. También es licenciado en Economía. Se graduó como doctor en Economía por la Universidad de Yale, título que obtuvo en 1997.
A los 22 años de edad fue nombrado analista de planeación en la Comisión Nacional de Seguros y Finanzas. En 1997, lo nombraron Director General del Sistema de Ahorro para el Retiro y luego fue subsecretario adjunto del Instituto para la Protección al Ahorro Bancario. De 2000 a 2002 se desempeñó como director general de Banca y Ahorro de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Fue secretario de Estado por primera vez en enero de 2011, cuando el presidente Felipe Calderón le dio la titularidad de la Secretaría de Energía. En ese mismo gobierno asumió la dirección de la SHCP. Con Enrique Peña Nieto encabezó las secretarías de Relaciones Exteriores, de Desarrollo Social y de Hacienda.
Lo logros de su gestión saltan a la vista, como el máximo nivel de recaudación tributaria en 2011, los convenios de colaboración con alcaldes estadunidenses, las mejoras en la aplicación de programas sociales y, entre otros, ser considerado como una de las quinientas personas más influyentes del mundo por la revista Foreign Policy en una lista donde aparecen nombres como Tony Blair, Bill Clinton, Hillary Clinton, Vicente Carrillo y Bill Gates.
Por su parte Andrés Manuel López Obrador es un político populista que inició su carrera en el PRI y que obtuvo lo que es hasta el momento su mayor logro en la vida: ser Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Sin embargo, con doce años ininterrumpidos de campaña política y dueño de un partido, es sin duda el rival a vencer.
Pero en 2018 la decisión será nuestra. ¿En las manos de quién pondremos el futuro de nuestros hijos, en las de un tecnócrata o de un populista? ¡Chao!
@_MarioCaballero