27 Diciembre 2017
MARIO CABALLERO
¿A DÓNDE IREMOS CON LA ALIANZA PRI-PVEM?
En este momento es muy difícil pensar en un triunfo de la alianza PRI-PVEM a la Presidencia de la República e incluso a cualquier otro de los miles de cargos públicos que se disputarán en las elecciones próximas. Como están las cosas, si el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto se tratara de una pelea de box, aun noqueando, perdería.
Es así que la peor batalla del PRI no será contra López Obrador, sino contra la crisis política, económica y social que sus propios gobiernos crearon. ¿Cómo superar la cifra de más de cien mil muertos producto de la guerra con los capos de la droga? ¿Cómo creer que las reformas estructurales han sido provechosas cuando el precio de los combustibles sigue a la alza y en los estados de Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán la reforma educativa ni siquiera ha podido implantarse?
Podemos seguir haciendo preguntas por cada uno de los conflictos actuales en México que en cierta medida fueron causados por los gobiernos priistas. Pero sin duda la mayor crisis del PRI es la corrupción, tanto así que proponer a un candidato surgido de la sociedad y no de sus propias bases habla mucho de que están conscientes de su falta de credibilidad y que por eso acudieron a un acto desesperado de “formalizar” una histórica candidatura ciudadana que sugiere ser solamente una burda fachada.
EL CÁRTEL DE LA CORRUPCIÓN
Pierre Victurnien decía que “La revolución es como Saturno, devora a sus propios hijos”. El Partido Revolucionario Institucional es uno de los hijos de la revolución mexicana que está obligado a avanzar a su cuarta etapa política o pronto verá su desaparición. Desde dentro, perdió los principios revolucionarios que lo fundaron.
El PRI lleva en el nombre la palabra revolucionario que hoy en día no tiene ninguna relación con la democracia, que le es un asunto exótico, ajeno, inapreciable. De tal manera, la crisis de México es la crisis del PRI; la crisis del PRI es el abandono de sus principios, el autoritarismo, las luchas fratricidas por el control del partido, la antidemocracia, el regreso a las viejas prácticas que lo echaron del poder en 2000 y el resurgimiento del dedazo.
A todo esto debemos agregarle el ingrediente de la impunidad y depredación de quienes formaron parte de ese tan anunciado Nuevo PRI, que en tan sólo cinco años ha causado más indignación y desastre que todos los setenta años juntos que estuvo en el poder.
En diciembre de 2012, durante su toma de protesta, el entonces dirigente nacional del PRI César Camacho Quiroz aseguró que el partido había aprendido la lección de perder dos elecciones presidenciales consecutivas: “Hemos aprendido de los errores y nos sometimos a las reglas de las democracia; nos volvimos más competitivos, nos rehicimos de fuera hacia dentro y de abajo hacia arriba”. Como dice el dicho, elogio en boca propia es vituperio.
En una fotografía junto al presidente Peña Nieto, personajes como Roberto Borge Angulo, Javier Duarte de Ochoa, César Duarte Jáquez, Rodrigo Medina, entre otros fueron presentados como parte de ese Nuevo PRI, el que dijo haber aprendido la lección. Sin embargo, ese elegante equipo de políticos jóvenes y profesionales, con estudios en universidades de prestigio, con una larga trayectoria en el partido, pronto se convirtió en el “cártel de la corrupción”.
Roberto Borge gobernó Quintana Roo entre abril de 2011 y septiembre de 2016, fue acusado de desviar 200 millones de pesos de recursos federales a través de empresas fantasmas. Se dice que creó alrededor de veintiséis compañías en las que aparecen como accionistas ex funcionarios del gobierno estatal y empresarios cercanos a Borge y Javier Duarte, pues dichas empresas tenían contratos en ambos estados del país.
En 2016, Borge Angulo recibió una transferencia de mil 800 millones de pesos que nunca transparentó. Asimismo, el nuevo priista se convirtió en dueño de la naviera “Barcos Caribe”, que está compuesta por seis ferries que operan entre Cozumel y Playa del Carmen. Se dice, también, que tiene barcos escondidos en Australia. En este momento está en espera de ser deportado del país de Panamá para enfrentar los procesos penales en su contra.
El ex gobernador de Veracruz Javier Duarte, está detenido por los delitos de peculado, enriquecimiento ilícito, nexos con el crimen organizado, incumplimiento del deber legal y operaciones con recursos de procedencia ilícita. De acuerdo con la información oficial, desvió con ayuda de su esposa Karime Macías 60 mil millones de pesos mediante empresas ficticias.
Desde el año 2012, los recursos destinados para el sector salud, educación, seguridad e infraestructura fueron desviados a cuentas bancarias en el extranjero para la compra de inmuebles en México, Estados Unidos y Europa. Como ejemplo de la corrupción, se presume que con los 190 millones de pesos que el gobierno del estado recibió para el programa “Apoyo para Fortalecer los Servicios de Salud”, que nunca fueron aplicados en ninguna clínica u hospital de la entidad, la señora Macías compró cuatro lujosos departamentos en Nueva York además de joyas y otros caprichos.
César Duarte, ex gobernador de Chihuahua, es prófugo de la justicia y es buscado en 190 países del mundo. Sus delitos tienen que ver con el desvío de recursos públicos e irregularidades electorales. Entre otras cosas, está señalado por malversar 79 millones de pesos para financiar las campañas electorales del PRI estatal, que salieron de la ilegal retención de salarios de más de 700 funcionarios del gobierno que se vieron afectados en sus ingresos familiares. Tiene en su haber cincuenta acusaciones por diversos crímenes.
Otro de los nuevos priistas es Rodrigo Medina, que dejó el gobierno del estado de Nuevo León en medio de señalamientos de corrupción por contratos de proyectos públicos y compra de propiedades durante su administración. A esto se suma el mal manejo de las finanzas que endeudó a la entidad con 61 mil 179 millones de pesos, de acuerdo con las cifras de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
La corrupción no es toda crisis del PRI. Aunado a ella está la pérdida de valores que ha provocado que muchos priistas de casta hayan renunciado a su militancia y buscado espacios en otros institutos políticos o competir sin ningún partido que los respalde. Ejemplo es que por los errores de Rodrigo Medina, el PRI perdió el poder en Nuevo León dejándolo en manos de un ex priista que ganó la gubernatura mediante una candidatura independiente: Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”.
¿A DÓNDE IREMOS?
Ahora, ¿qué podemos esperar de su alianza con el Partido Verde?
Ciertamente el PVEM es un instituto político joven que ha crecido mucho en los últimos años, pero aun así tiene graves señalamientos por violaciones a las leyes electorales. Aunque su avance como partido no es desdeñable, es en Chiapas donde tiene su mayor fortuna, que de repetirse el número de votos que en el 2012 le sería casi suficiente para mantener el registro.
Pero de ahí en adelante ¿qué es lo que ofrece? Porque más allá de seguir siendo a nivel nacional un apéndice del priismo nunca ha elaborado una agenda útil en la protección de los derechos humanos, en el combate a la violencia, en el rediseño del combate al narco o en políticas económicas. Únicamente se ha dedicado a mantener el registro y vivir del presupuesto. Que vaya en alianza con el PRI es suponer precisamente eso.
La crisis del PRI y la falta de objetivos del PVEM, que viene siendo una crisis de ideología y credibilidad, son dos lastres que tendrá que superar José Antonio Meade durante los comicios venideros. Creo que lo mejor que podría hacer el precandidato es preguntarse no si tiene posibilidades de ganar, sino ¿qué espera darnos como Presidente de México? Porque a simple vista podemos observar que nada más sirve como máscara para ocultar la verdadera cara del PRI.
Tristemente, Meade y el PRI son la mejor opción que tenemos. De ese tamaño es la crisis de los partidos. ¡Chao!
@_MarioCaballero