27 Abril 2018
MARIO CABALLERO
¡NO ME AYUDES, COMPADRE!
El próximo domingo 29 de abril darán inicio las campañas electorales de los candidatos al Gobierno del Estado. Es una costumbre que en ese arranque sean apadrinados por los candidatos a la Presidencia de la República. Y se ha anunciado que el priista Roberto Albores Gleason contará con la presencia de José Antonio Meade Kuribreña. Empero, ¿qué tan provechoso será para el chiapaneco ser respaldado por quien ha sido señalado de complicidad en el desvío de miles de millones de pesos?
No se pone en duda la capacidad intelectual de José Antonio Meade. Es de los pocos servidores públicos que tiene una importante carrera profesional, con una licenciatura en Economía por el ITAM, donde se graduó con mención honorífica, y otra en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), además de tener un doctorado en Economía que cursó en uno de los institutos educativos privados más reconocidos de Estados Unidos y el mundo: la Universidad Yale.
Fue en el ITAM donde conoció a su esposa Juana Cuevas, con quien tiene tres hijos, y ahí mismo hizo amistad con Luis Videgaray Caso, actual secretario de Relaciones Exteriores, priista y hombre cercano al presidente Enrique Peña Nieto. En esa misma escuela se relacionó con el panista Ernesto Cordero, que preside la Cámara de Senadores. Es así que por amistades y lazos familiares tiene buenas relaciones tanto con el PRI como con el PAN, su tío abuelo Daniel Kuribreña fue uno de los fundadores del panismo.
Tiene hoy 48 años de edad y nunca ha pertenecido a ningún partido político. No tiene experiencia en contiendas electorales y tampoco en cargos de elección popular. Tiene, efectivamente, una larga trayectoria en el servicio público, desempeñando puestos de muy alto nivel de responsabilidad.
En el sexenio de Felipe Calderón fue secretario de Energía y de Hacienda. En la administración de Peña Nieto ocupó la titularidad de las secretarías de Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y, por último, Hacienda, a cuya encomienda renunció para buscar la candidatura a la Presidencia. Antes, ya había ocupado cargos menores en el gobierno federal.
Por todo ello, y de haber sido considerado en 2015 por la revista Foreign Policy como uno de los 500 hombres más influyentes del mundo, Meade Kuribreña se convirtió en el funcionario más importante de la última década en México, que trabajó en dos administraciones consecutivas para dos presidentes de dos partidos distintos. Y eso, además, lo colocaba hasta hace poco como uno de los mejores prospectos a relevar a Peña Nieto y muy por encima de quienes también disputaron la candidatura priista a la Presidencia.
PERO…
Hasta aquí todo bien. José Antonio Meade podía presumir sus significativas credenciales académicas, experiencia en el servicio púbico, haber sido parte esencial en el diseño de varias de las reformas constitucionales emprendidas por este gobierno, especialmente la reforma fiscal, y de pasar a la historia como el primer candidato ciudadano en ser postulado a la Presidencia por el PRI.
Pero, ¿cuáles fueron sus resultados como Secretario de Estado?
Días después de renunciar al cargo en la Secretaría de Hacienda, Meade dijo en una entrevista que dejaba al país con estabilidad económica, pero confundió estabilidad con estancamiento.
Cuando tomó las riendas de Hacienda en septiembre de 2016, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) trimestral era de 1.2%, una cifra que de por sí era considerada como insuficiente. En los trimestres subsecuentes, ya bajo su dirección, el crecimiento bajó a 1%, según información del INEGI. Después bajó a 0.6%, luego a 0.3% y, en el tercer trimestre de 2017, pasó a una tasa negativa de -0.3%. El mismo día que Meade renunció a dicha dependencia, el periódico estadunidense The Wall Street Journal publicó una nota en la que afirmaba que “México parecía estar en una recesión”.
Por otro lado, tampoco logró que durante su gestión hubiera estabilidad de precios, pues el aumento en octubre de 2017 con respecto al mismo mes del año anterior es de 6.4%. Entretanto que el aumento de los precios de la canasta básica es de 8.8%, tasas incluso superiores a los objetivos de inflación del Banco de México. Asimismo, como secretario de Hacienda propuso un recorte de 91 mil 380 millones de pesos a los programas sociales en el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2017, que precisamente estaban destinados a combatir la pobreza y la hambruna, dos de los grandes males del país.
En un reportaje conocido como “La estafa maestra”, tres periodistas se dedicaron a revisar los resultados de dos informes de la Auditoría Superior de la Federación correspondientes a los años 2013 y 2014. En ese examen encontraron “un enredo y gigantesco mecanismo, en el que participaban más de una decena de dependencias públicas y (que) movían miles de millones de pesos”, dicen.
En esa corrupción hecha sistema, muchos funcionarios federales entregaban dinero de los mexicanos a las universidades públicas para que realizaran determinados servicios. Esos institutos educativos, que cobraron buenas tajadas nada más por ser los intermediarios, subcontrataron empresas fantasma para hacer esos trabajos, que en realidad eran entidades que existían pero sólo en papel, que laboraban en oficinas vacías o en casas ubicadas en colonias pobres en varias ciudades del país. Los trabajos, obviamente, no se hicieron, pero el dinero desapareció.
El monto final del fraude fue de más de siete mil millones de pesos, sólo en dos años. De ese dinero que nunca fue puesto en manos de los beneficiarios, se quedó una parte en las universidades involucradas, otra en los bolsillos de los operadores de las empresas fantasma, otra en las campañas políticas del PRI de años pasados y actuales, y otra en poder de los funcionarios de las secretarías cómplices.
En esa estafa maestra participó, indirectamente, José Antonio Meade. Mucho de ese dinero que nunca llegó a decenas de miles de personas en situación de pobreza, ni a los campesinos, ni a los niños y jóvenes que toman clases en escuelas en pésimas condiciones, ni a los migrantes, etcétera, se desvió de la SEDESOL, secretaría que el “candidato ciudadano” ostentó del 28 de agosto de 2015 al 6 de septiembre de 2016, en sustitución de Rosario Robles.
En palabras simples, aparte de recaudar impuestos, administrar las finanzas y regular las instituciones bancarias, la Secretaría de Hacienda tiene la función de controlar y supervisar en qué gastan el dinero los distintos organismos del sector público. Meade ocupó el cargo desde el 7 de septiembre de 2016 hasta el 27 de noviembre de 2017.
Ahora, sabiendo que estuvo al frente de esas dos secretarías, ¿no se enteró Meade de la corrupción que venía dirigiendo su antecesora en la SEDESOL? Siendo secretario de Hacienda ¿nunca supo de los miles de millones de pesos que eran desviados de las dependencias de gobierno para financiar al PRI y enriquecer a varias universidades, funcionarios, prestanombres y, quizá, hasta al propio presidente?
Resulta imposible creer que quien ha sido considerado uno de los hombres más inteligentes y preparados de México, con una larga trayectoria en la administración pública, experto en temas financieros, que tenía el control del dinero de los mexicanos, no estuviera enterado de lo sucedido. Así que no podemos si no pensar que fue cómplice del robo y ayudó a encubrir a los ladrones.
¿Cuánto se llevó él por hacerse el disimulado? Discúlpeme amable lectora, lector, por no saberlo, pero puedo decirle que si no recibió un solo centavo en el momento de cometerse el hurto, seguramente lo despilfarrará ahora en su campaña. Porque como dice el dicho “Hay tres cosas que no se pueden ocultar: el amor, el dinero y lo pendejo”. De los cuales, últimamente, Meade está demostrando tener mucho.
A LA SAZON…
Entonces, a qué viene José Antonio Meade a Chiapas ¿a respaldar u obstaculizar la campaña de Roberto Albores Gleason?
Mejor no me ayudes, compadre. ¡Chao!
@_MarioCaballero