23 Diciembre 2014.
MARIO CABALLERO
¿QUIÉN ASUMIRÁ EL COSTO POLÍTICO?
Ante la retahíla de canalladas en el Partido Revolucionario Institucional, surge la pregunta inevitable: ¿quién asumirá el altísimo costo político que significa para el PRI la ausencia de autoridad moral de Roberto Albores Gleason? Lo más probable es que, como de costumbre, sea el propio PRI.
El costo político. ¿En qué estaban pensando los priistas cuando Roberto Albores Guillén, Juan Sabines Guerrero y Humberto Moreira acordaban la designación de Albores Gleason? ¿En saber hasta qué punto sería factible otra imposición o en saber cuán elevado sería el costo de tomar una decisión tan arriesgada? De cualquier forma, lo que permitieron consciente (todos lo supieron) y hasta voluntariamente fue facilitar el trámite y patrocinar el clientelismo oficial imperante.
Ahora, por la cercanía de los comicios del 2015, la pregunta es: ¿qué están dispuestos a hacer los priistas para evitar que la administración de Roberto Albores Gleason embarque a la institución en un desastre de diversas maneras irreparables? Porque al paso que lleva nunca logrará convencer a todo un sector de un proyecto que garantice éxito electoral, reforzamiento de la estructura y sobre todo de una propuesta que convenza.
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Aunque a nivel nacional el PRI ha logrado recuperar posicionamientos años atrás perdidos, como la Presidencia de la República y varias gubernaturas, en Chiapas sigue aletargado. Las malas decisiones del dirigente son las que tienen al partido en un profundo paroxismo, dicen los militantes porque “él (Albores Gleason) está rigiendo los rumbos de la institución pero sin vocación y con una alta dosis de autoritarismo”.
La crítica interna ha pronunciado graves señalamientos de complicidad, traición, oportunismo y de que el senador Albores, junto con su padre Roberto Albores Guillén y Juan Sabines Guerrero, sin reservas disponen del priismo chiapaneco como una agencia de venta de impunidad.
En Roberto Albores Gleason, que le queda bien el apelativo de hombrecito, no puede esperarse honestidad y mucho menos un trabajo comprometido con el gremio y los valores partidistas porque en primer lugar, ¿cómo podemos interpretar el hecho de que poco tiempo después de renunciar al PRI motivado por la expulsión de su padre del partido acusado de traición y venta de candidaturas, volviera henchido de poder para hacerse cargo de la presidencia estatal? Explico, brevemente, cómo funcionó tan portentosa transición.
Inmediatamente después de renunciar al PRI, Roberto Albores Gleason se acomoda en las filas del gobierno de Juan Sabines Guerrero y le encomiendan operar para el PRD respaldando con dinero e influencias a los candidatos perredistas en Comitán. Mientras tanto, Roberto Albores Guillén se encargaba de las negociaciones con Humberto Moreira, entonces líder nacional del PRI, para posicionarlo como diputado federal, dirigente estatal del partido y, por último, senador de la República. En esto Juan Sabines Guerrero tuvo mucha injerencia.
Una vez impuesto dirigente, Albores Gleason y su padre, aprovechándose de la renuncia de Humberto Moreira a la presidencia nacional, intentan incumplir el acuerdo de apoyar la candidatura de Manuel Velasco Coello a la gubernatura del estado, yendo en coalición con el Partido Verde Ecologista de México, a pesar de ser la condición para que los demás compromisos se cumplieran. Y el objetivo de querer negarse era bajar a Manuel Velasco y subirse él, pero la cúpula priista en turno no se los permitió por más súplicas que hicieran Sabines y Albores Guillén.
Ahora, sí, ¿qué puede el PRI esperar de Roberto Albores Gleason?
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Por lo anteriormente expuesto, surgen dos preguntas cuyas respuestas o las han obviado los priistas, o de plano ni se han enterado de su existencia. La primera, ¿cuál es el costo político que está pagando el PRI por la operación fraudulenta que llevó a Gleason a la dirigencia? Y, segunda, ¿cuánto están dispuestos a seguir pagando en las próximas elecciones por sostener el fraude?
En el primer orden de los cuestionamientos, el costo político es el abandono de los cuadros, la falta de convocatoria y estrategias que consoliden a la militancia, la creación de una célula que domina las altas decisiones (Roberto Albores Guillén y Sabines Guerrero, autores intelectuales de las maniobras políticas, y Noé Castañón Ramírez, hijo del ex secretario de gobierno en la era sabinista, como uno de los tantos júniores beneficiados), apoyo económico y político a personajes de otros partidos, pago de facturas políticas, disputas interinstitucionales, uso desmedido de los recursos, mala planeación a corto y mediano plazo, inactividad en por lo menos un 90 por ciento de los comités municipales, oficinas cerradas, divorcio con la credibilidad social y un terrible desprestigio.
Lo que concierne a la segunda interrogación es tema de la psicología priista (fijación enfermiza por la mala fama, amor por el poder, la corrupción y la impunidad) y de mediciones sadomasoquistas (estándares del placer por proporcionar y recibir golpes, represiones, abusos de poder, humillaciones), es decir, al tiempo que el priismo chiapaneco se obstine en mantener a Roberto Albores en la presidencia, está predisponiéndose a pagar con más elecciones pérdidas.
@_mariocaballero