12 Mayo 2018
MARIO CABALLERO
HABLEMOS DE ENCUESTAS
Hablemos de encuestas. Creo que ha llegado el momento de hacerlo. Sí, de esas que llegaron hace unas décadas como una profanación a la política mexicana para según ofrecernos claves de certidumbre, para revelar a los demagogos y a los intelectuales que hablaban en nombre del país sin tener la menor idea de lo que realmente opinaba el país.
Sí, de esas que llegaron para medir el ánimo nacional, para ayudarnos a percatar nuestras causas, nuestros gustos, nuestros verdaderos valores y prácticas. En fin, de esas encuestas a las que hoy tenemos que aplicarles una buena dosis de escepticismo porque sus “estudios” presentados con demasiada solemnidad sobre una verdad científicamente fundada carecen en su mayoría de esa verdad científicamente fundada.
Sin embargo, esa capa de escepticismo o incredulidad no debe ser aplicada una sola vez, sino debe ser una actitud constante. Y para que sea más útil debemos aplicarla a las diversas facetas de una encuesta y no sólo a su hechura, también a su lectura, al tratamiento, al desempeño y a la difusión que se les da. Porque a lo que podemos llamar como “la cultura de las encuestas” no se limita a las empresas encuestadoras, sino al espacio en común donde convergen periodistas, columnistas, académicos, gobernantes, políticos, usuarios y ciudadanos en general que tienen mucho que aportar y mucho que quitar.
Lo primero que tenemos que ver es quién las hace y por qué. En un inicio se tuvo la impresión de que esos sondeos eran confiables, pero nunca lo fueron porque no eran ni más precisas ni más transparentes que las que se hacen hoy en día.
Por ejemplo, el desempeño de las encuestas electorales a nivel nacional ha mejorado a lo largo de los años y los errores han sido más bajos en las elecciones recientes de lo que fueron en los noventa. En las elecciones presidenciales de 2006, López Obrador se mantuvo en la cima y quien ganó fue el segundo lugar, Felipe Calderón.
En las elecciones estatales, las encuestas presentan un tratamiento distinto: hubo un avance significativo en la precisión de los resultados y un posterior deterioro, aunque no mayor a sus inicios. En los comicios de Chiapas del mismo año, los estudios declaraban ganador a José Antonio Aguilar Bodegas, pero al final los votos cayeron, “haiga sido como haiga sido”, a la cuenta de Juan Sabines Guerrero.
En ese sentido, muchos especialistas y politólogos aseguran que los derrotados son los encuestadores. No creo que así sea. Porque en una democracia los que ganan o pierden son los candidatos y los partidos políticos que los postulan. Las encuestas pierden o ganan pero credibilidad, tanto las de las empresas que se dedican a ello como las de los medios y la de los comunicadores que las difunden. Por eso la necesidad de saber quién las hace y por qué.
No diré nombres, pero en el proceso reciente en Chiapas se dice que empresas importantes han realizado encuestas donde el puntero resulta ser el candidato que la pagó. En consecuencia, el candidato que quedó en segundo lugar paga su propia encuesta a otro medio o empresa para que esta vez el que salga mejor posicionado sea él. En esa absurda guerra de encuestas ni uno gana y ni el otro pierde, porque las encuestas no son votos, pero sí producen confusión en el electorado que merece todo el respeto del mundo. Al fin de cuentas las encuestas de los candidatos triunfalistas suelen olvidarse pronto.
Pero ¿influyen en el voto de los electores? En este aspecto hay quienes sugieren que éstas se diseñan estratégicamente para provocar en las personas un comportamiento que las haga votar no por el preferido o el puntero, sino por la segunda mejor opción. Y con ello estimular el famoso voto útil. Si tomamos como referencia los ejemplos antes mencionados, podíamos darlo como un hecho. Aunque no lo creo cierto porque la historia del voto en México nos dice otra cosa.
El elector promedio suele emitir su sufragio basado en sus afinidades partidistas o en la confianza que genera el candidato en él o ella, y muy poco se guía por el voto útil. ¡Vaya! Esto lo sabemos gracias a las encuestas.
Para darle más certidumbre a este argumento piense usted en lo siguiente: Si el 1 de julio próximo un nutrido grupo de simpatizantes del partido MORENA decide de última hora votar por Ricardo Anaya, ¿hasta qué punto se lo atribuiría a las encuestas? ¿Se le sumarían esos electores porque en un giro inesperado el panista tomó la delantera, o porque se mantuvo siempre en el segundo lugar, o por otros factores que nada tuvieron que ver en los sondeos?
Por último, en estos tiempos de incertidumbre ¿las encuestas retratan con exactitud nuestros anhelos? Tampoco lo creo posible. Sé que éstos son tiempos de incertidumbre, pero los humores de la gente son cambiantes y las encuestas son parciales, donde la ética, la transparencia y el desempeño de éstas deben ser regulados y fortalecidos.
Sin embargo, admito que nos ayudan a lidiar con la incertidumbre, nos abren un panorama sobre los posibles escenarios políticos y nos auxilian en la medición de los humores cambiantes, pero con mucho margen de error.
Así, sugiero al gremio de encuestadores mayor ética y transparencia, ya que las fuentes de error casi siempre suelen estar en casa y no afuera. A los futuros electores, no dejarse llevar por el viento que sopla más fuerte y ver los informes de cada sondeo con un sentido crítico. Y a los candidatos, no dañar la democracia y confundir a la gente con encuestas falsas y manipuladoras.
OTROS APUNTES
- No se me ocurre otra palabra para adjetivar el triunfo del abogado y doctor en Ciencias Jurídico Penales, Raciel López Salazar. Más allá de ser un profesional talentoso, un servidor público de buenos resultados, es un político que ha logrado conquistar la confianza de la sociedad con propuestas que sugieren un cambio real para toda la comunidad que abarca el distrito electoral VII, para el que él busca representar como diputado federal. Generar más y mejores fuentes de empleo, motivar el comercio local y hacer gestiones de recursos para fortalecer la obra pública son tres de sus principales objetivos.
- “Lo único que cambia es el instrumento. En lugar de llamarse coalición, se llama candidatura común”, dijo despreocupado Roberto Albores Gleason, candidato al Gobierno del Estado, respecto a la resolución del Tribunal Electoral. Entonces, ¿por qué tanto alboroto en los medios sobre una supuesta ruptura de la coalición ‘Todos por Chiapas’? Si, además, dijo que la verdadera alianza de él y los partidos que lo respaldan es la que se está haciendo con las mujeres, los jóvenes y los hombres chiapanecos.
- Dicen que si algo abunda en la política son los insensatos. Como Enoc Hernández Cruz, líder moral y espiritual del partido “Podemos Mover a Chiapas”, que ha dicho que no hay nadie mejor que él para relevar a Manuel Velasco Coello. Eso cobró mayor fuerza ahora que el Tribunal le dio la oportunidad a ese partido de ratificar su adhesión a la alianza ‘Todos por Chiapas’ o irse con candidato propio, o sea, él. Pero ¿en verdad cree eso? Pregunto porque de entrada tendrá que enfrentar los señalamientos en su contra por el más descarado robo a los recursos del ICATECH. Y algo puede haber de cierto, ya que antes de ser titular de esa dependencia no tenía la solvencia económica y menos los bienes que hoy ostenta.
- En las propuestas que envió Andrés Manuel López Obrador a “10 Por la Educación” (iniciativa que representa el consenso de diversas redes de la sociedad civil), no planteó la derogación de la Reforma Educativa, además, mantiene la evaluación docente y el concurso para obtener una plaza de maestro. Hoy que se reúne con líderes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) ¿será que les va a contar lo mismo?
- Ya que andamos en el tema, diré que ayer critiqué a López Obrador comparando la forma en que gobierna su partido con el ejercicio del poder de los Césares del extinto imperio romano. Sus simpatizantes, todos hombres y mujeres de bien, dijeron que era yo un idiota, un estúpido, un pendejo, un lamebotas, un lameculos, un chayotero, un gobiernista y muchas otras lindezas que omitiré por falta de espacio. Empero, por esos halagos y piropos hacia mi persona, no hacen más que comprobar mi tesis de que AMLO y sus seguidores no toleran que otro piense distinto a ellos y que si llegan al poder sólo empeorarán las cosas. ¡Chao!
@_MarioCaballero