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LETRAS DESNUDAS

03 julio 2018

MARIO CABALLERO

AMLO Y EL RETO CON LA DEMOCRACIA

La de ayer fue una gran noche para la democracia y por primera vez en la historia México vira a la izquierda. Felicito a los millones de mexicanos que salieron a decidir el rumbo que quieren para el país. Mi reconocimiento a la civilidad política con que Meade, Anaya y El Bronco aceptaron la derrota, se portaron como verdaderos demócratas. También aplaudo el discurso reconciliador de Andrés Manuel López Obrador, quien a partir del primero de diciembre no sólo será Presidente de México, sino el depositario de la esperanza de toda una nación.

Creo que todos debemos unirnos al festejo de que ganó la democracia. Aunque hay que admitir que esta elección no la caracteriza la sensatez, sino el hartazgo y el coraje por la opresión de un sistema que caducó por sus propios excesos. En este 2018 habría que levantar un monumento al voto contra la corrupción y la impunidad del PRI.

Pero después de ese festejo el compromiso con la democracia debe seguir. México ya hizo ganar a AMLO, ahora le toca a AMLO hacer ganar a México.

GANÓ AMLO, PERO…

La tercera fue la vencida para López Obrador. En 2006 perdió por menos de una nariz y en 2012 nada tuvo que hacer frente a los más de tres millones 300 mil votos de diferencia de Enrique Peña Nieto. Esta vez el resultado fue diferente. Logró encauzar el voto de decenas de millones de personas hacia lo que él llama “el cambio verdadero” y ganó la Presidencia de la República con el 53 por ciento de la votación, el porcentaje más alto en una elección presidencial mexicana. Y según cifras preliminares, Morena y sus partidos aliados anticipan una abrumadora mayoría en el Congreso.

Con todo ese respaldo no tiene ningún pretexto para no cumplir sus promesas. Se entiende, por supuesto, que el trabajo de ser presidente no es sencillo y menos cuando la pobreza y la desigualdad social son problemas ancestrales en este país. AMLO también tendrá que enfrentarse a ese problema que parece nuevo pero que no lo es, la corrupción. Si antes ésta permanecía oculta, ahora los medios de comunicación y las instituciones la exhiben y los mexicanos muestran ante ella cero tolerancia.

Pero lo que más preocupa a las familias es la violencia, que nunca antes se había vivido con tanta gravedad incluso en los años de la Revolución. No podemos apartar la mirada a otro lado y no ver que desde el 2000 hay más de doscientas mil víctimas de este fenómeno. Mucha gente considera que el Estado es el culpable de esta terrible situación porque no ha podido brindar seguridad al ciudadano. Al respecto, Andrés Manuel ha sido muy criticado por el ofrecimiento de amnistía a asesinos, violadores y narcotraficantes.

En fin, López Obrador ya es presidente para complacencia de muchos pero su programa de gobierno, o Proyecto Alternativo de Nación, ha dejado muchas dudas. No explicó el cómo de sus propuestas y muchas de éstas son francamente regresivas, como su vinculación con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), organización que entre sus posturas motiva la venta y herencia de plazas magisteriales y se opone a la certificación profesional de los maestros.

“Si el presidente es honesto, los demás servidores públicos también tendrán que serlo”, son las palabras de AMLO quien ha reprobado el combate a la corrupción de organizaciones civiles, organismos públicos y hasta del propio Instituto Nacional de Transparencia. Por esa y muchas otras actitudes ha sido criticado, y yo mismo lo he hecho en estas páginas y seguramente lo seguiré haciendo porque creo todavía que no es la persona indicada para gobernarnos y porque teniendo el amparo de ambas cámaras legislativas vaticina el peor de los escenarios. La historia nos recuerda que cuando todo el poder reside en una sola persona casi siempre termina en dictadura. Espero sea la excepción.

COMPROMISO

Por esa razón invito a todos, tanto a los que votaron por él como a los que no lo hicimos, a seguir los pasos de López Obrador. De la misma manera en que nos indignaron los abusos y la corrupción del PRI, del PAN y del PRD, protestemos si el futuro presidente y sus funcionarios comenten los mismos errores. Aquellos que se molestaron cada vez que el hoy presidente electo era descalificado por la clase gobernante y política, tendrán ahora la irrepetible oportunidad de censurar y reprobar los insultos y las agresiones que AMLO emita como mandatario ante sus opositores.

Si democracia significa poder del pueblo, pues sigamos ejerciéndolo y que no quede nada más en la emoción de encumbrar a un caudillo. Llevar a Andrés Manuel a la Presidencia sólo fue el primer paso. Le siguen la exigencia al cumplimiento de sus promesas, la vigilancia constante de sus acciones, el reclamo a sus omisiones, la petición de castigo a las arbitrariedades de él y de sus servidores públicos y por qué no, también los aplausos por sus aciertos.

A eso me referí como compromiso continuo con la democracia. Recordemos que el reclamo de este país, y lo que el mundo espera de nosotros después de estas históricas elecciones, es algo mucho más transcendental que el éxito de un líder de izquierda.

Bienvenida la democracia. México decidió con libertad y sin miedos. Por lo que a mí respecta, le deseo a López Obrador un gobierno triunfante y que pase a la historia como uno de los mejores presidentes de México y que su nombre esté al lado de Hidalgo, Juárez y Madero, así como él lo ha prometido.

PAR DE DESVERGONZADOS

Hace muchos años, el expresidente José López Portillo advirtió que lo peor que podía pasarle a México era convertirse en un país de cínicos. Desde hace mucho tiempo esa advertencia nos alcanzó.

En la mañana del 1 de julio, coincidieron a votar en la misma casilla el exgobernador Pablo Salazar y el candidato priista Roberto Albores Gleason, que para la estupefacción de los presentes se saludaron y se dieron un fuerte apretón de manos. Inconcebiblemente, intercambiaron sonrisas. Nadie podía creer que esos dos personajes que arrastran una rivalidad política histórica fueran capaces de darse un abrazo. Cínicos.

Eso de ninguna manera puede compararse con la caballerosidad y la civilidad con la que Anaya, Meade y Jaime Rodríguez Calderón aceptaron la derrota y le desearon el mejor de los gobiernos a Andrés Manuel López Obrador. En primer lugar porque los dos son charlatanes, hipócritas, que deben sus cargos en el gobierno a los chantajes y pactos en lo oscurito. Segundo, porque representan lo peor de la política chiapaneca.

Cuando Pablo Salazar asumió la gubernatura de Chiapas en el 2000, denunció a Roberto Albores Guillén, padre de Gleason, de actos de corrupción durante su gobierno interino e incluso encarceló a varios miembros de su gabinete.

Empero, al final de la administración salazarista Albores Guillén intentó nuevamente ser gobernador de Chiapas pero no pudo conseguir la candidatura de su partido. Así que para no tragarse la frustración, en un acto de traición al PRI, construyó una alianza con Salazar para impulsar a Juan Sabines Guerrero al Gobierno del Estado. Se dice que los tres tuvieron varias reuniones secretas en Tapachula y Comitán. A tal efecto, Albores fue expulsado del PRI.

Días antes de las elecciones de 2006, en una conocida cantina ubicada al poniente de Tuxtla Gutiérrez, Juan Sabines encabezó una borrachera donde estuvieron reunidos varios políticos y muchos periodistas afines al exgobernador. Sentado en el lugar principal de aquella larguísima mesa, Sabines se puso de pie y levantó su copa. “Quiero brindar porque seré el próximo gobernador de Chiapas. Después sigue Manuel y luego Roberto”, dijo. Obviamente se refería a Roberto Albores Gleason, que ocupaba un lugar en esa mesa.

El pacto entre Albores padre, Salazar y Sabines, era que éste último se encargaría de encubrir las fechorías de Pablo y comenzaría a foguear a Gleason en la política. Fue así que Albores Jr. fue designado como secretario de Fomento Económico y secretario de Turismo y Proyectos Estratégicos en la pasada administración. La diputación federal y la senaduría también fueron concesiones de Sabines al hijo del exgobernador.

Las pasadas semanas se dio a conocer que entre Pablo y Roberto Albores Gleason hubo un acuerdo político que llevaría al primero al Senado y al segundo a Palacio de Gobierno, y a Dios gracias que no les funcionó. Pero con esto queda claro que la política no es de lealtades, sino de intereses, donde viejos enemigos pueden saludarse como hermanos. ¡Chao!

@_MarioCaballero

 

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