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LETRAS DESNUDAS

27 noviembre 2018

MARIO CABALLERO

¿POR QUÉ TENEMOS QUE PERDONAR?

Hace ocho años, en Ciudad Juárez, el entonces presidente Felipe Calderón asistió a un acto público acompañado de su esposa, del secretario de Gobernación Gómez Mont y de elementos del Ejército. Leyó un texto ante cientos de personas y en algún momento emergió la señora Luz María Dávila, madre de Marcos y José Luis, jóvenes asesinados el 31 de enero de 2010 en un monstruoso ataque de sicarios.

“Discúlpeme, presidente, yo no le puedo decir bienvenido porque para mí no lo es”, le dijo al mandatario. Porque aquí –prosigue- hay asesinatos desde hace dos años y nada ni nadie han querido hacer justicia. Juárez está luto… Les dijeron pandilleros a mis hijos. Es mentira. Uno estaba en la prepa y el otro en la universidad, y no tenían tiempo para andar en la calle. Ellos estudiaban y trabajaban. Y lo que quiero es justicia. Le apuesto que si hubiera sido uno de sus hijos, usted se hubiera metido hasta por debajo de las piedras y hubiera buscado al asesino, pero yo no tengo los recursos, no lo puedo hacer… Quiero justicia. Póngase en mi lugar, a ver qué siente…

Decirle al expresidente que no era bienvenido era también culparlo de la muerte de sus muchachos. Felipe Calderón inició la guerra y en ese caso dos  inocentes habían muerto por una mal planeada y peor ejecutada estrategia contra el narcotráfico. Sí, era culpable. No jaló el gatillo, pero creó las condiciones para que se desatara en casi todo el país una ola violencia en la que ya van más de doscientos mil muertos y una cifra incalculable de desaparecidos.

“Póngase en mi lugar, a ver qué siente”, es la frase que todos debemos reflexionar después de que el presidente electo ha propuesto amnistía (perdón por ley) a los asesinos, violadores, ladrones y políticos corruptos. ¿Podrá alguien perdonar a quien se metió a su casa y lo dejó sin el sustento de sus hijos, o al hombre que violó a su hija, al asesino de su hijo? No lo creo. ¡Qué lo perdone Dios!, dirán muchos. Poner la otra mejilla es de masoquistas.

¿POR QUÉ PUES?

¿Por qué tendríamos que perdonar a quien nos robó la paz y la alegría de nuestras vidas, o al gobernante o ex gobernante que por haber hurtado los recursos del pueblo nos privó de nuestro derecho a recibir un buen servicio de salud, educación o vivienda? ¿Sólo porque el futuro mandatario dice que lo suyo no es la venganza?

López Obrador está confundiendo las cosas. Porque lo que queremos los mexicanos, igual que doña Luz, no es venganza, sino justicia.

Muchas de las protestas sociales en México y especialmente en Chiapas, se debe a la falta de justicia. No tendría razón de ser que un grupo de pobladores bloqueara las carreteras exigiendo un mejor servicio de salud si en su municipio el hospital o la clínica pública cuenta con abasto de medicamentos y personal médico.

Por medio de una investigación al gobierno de Javier Duarte, se descubrió que la Secretaría de Salud administraba a niños con cáncer un medicamento que no era medicamento, sino prácticamente agua destilada. No sé si alguno de esos niños que recibió quimioterapias falsas haya fallecido a causa de ello o por la falta de un tratamiento real. ¿Los padres de esos pequeños estarán dispuestos a perdonar al exgobernador por cometer un brutal atentado contra la salud de sus hijos? Pienso que no.

El 27 de febrero de 2015, una niña murió de causas extrañas en una guardería de Tuxtla Gutiérrez perteneciente a la Secretaría de Desarrollo Social. Se llamaba Kimberly y tenía un año y ocho meses de edad cuando presumiblemente fue asesinada por su maestra. Ergo, Citlali Díaz, sospechosa del infanticidio, y Yuridia Sarmiento Sánchez, responsable de la estancia infantil, fueron consignadas en el reclusorio conocido como El amate. Días después, el 8 de marzo, fueron puestas en libertad por orden de un juez, según por tráfico de influencias.

¿Perdonará la madre de Kimberly a la mujer que mató a su hija y al juez Ernesto Hernández que la liberó junto a su cómplice? Me parece que un abrazo, como propone AMLO, no soluciona nada y menos hace justicia.

Un mesero de la cantina El Tubazo, en la colonia Las Palmas, contaba que Yassir Vázquez Hernández era un cliente habitual del lugar. Hasta le daban fiado. Tomaba cerveza y pedía que le pusieran “La mesa del rincón” de Los Tigres del Norte. En ese tiempo, Yassir vivía en una casa de interés social y lo que ganaba apenas le alcanzaba para el día a día. Sin embargo, después de que se vio obligado a abandonar el cargo de presidente municipal de Tuxtla Gutiérrez tenía casas en Chiapas, la Ciudad de México, Cuernavaca, hoteles en Cancún y varios millones de pesos en cuentas bancarias. Obvio, hizo esa fortuna a través de actos ilícitos. Dejó a la comuna tuxtleca con una deuda de más de 900 millones de pesos.

¿Por qué tendrían los tuxtlecos que olvidar el latrocinio cuando las calles están hechas pedazos, no funciona el alcantarillado y el servicio de agua potable es deficiente? Lo que exigen es que sea enviado a prisión.

Por otro lado, los padres de los 35 recién nacidos que murieron en el Hospital K de Comitán, ¿perdonarán a Pablo Salazar por abandonar dicho hospital por el hecho de estar ubicado en la tierra de su enemigo político Roberto Albores Guillén? ¿Se olvidarán de que estando a tiempo para salvarles la vida el exgobernador les negó el helicóptero del gobierno para trasladar a sus hijos a México?

¿Por qué tendrían que perdonar a Salazar las decenas de familias que quedaron sin hogar tras el paso del huracán Stan, sobre todo cuando se presume que el ex mandatario desvió los 11 mil millones de pesos que fueron destinados para la reconstrucción?

¿OLVIDAR?

Históricamente, la amnistía ha sido recetada por varios mandatarios en el mundo que buscaron “olvidar” los delitos con tal de restaurar el tejido social. Pero ¿qué tan favorable sería para México que ha sido duramente golpeado por el narcotráfico y la corrupción?

Nada más en Chiapas sería absurdo aplicarla. Durante el sexenio de Juan Sabines Guerrero se dieron casos de que políticos pobres terminaron millonarios. Y qué decir de la represión, de las desapariciones forzadas, de los encarcelamientos injustificados, de los crímenes de lesa humanidad que fueron ordenados desde el despacho de Nemesio Ponce Sánchez o del propio exgobernador.

¿Por qué tendríamos los chiapanecos que “olvidar” esas infracciones? En 2013, la PGR dio entrada a una denuncia penal en la que Sabines Guerrero y 50 de sus ex funcionarios están acusados de por lo menos 20 delitos, entre los que destacan fraude, enriquecimiento ilícito, asociación delictuosa, delincuencia organizada, abuso de funciones, entre otras. ¿Deberíamos acaso darle un abrazo al hoy cónsul y decirle al resto de su pandilla que no hay purrún, que a otra cosa mariposa porque a partir del 1 de diciembre todos seremos amor y paz? No estoy de acuerdo.

Juan Sabines dejó endeudado el estado por más de 40 mil millones de pesos y tiene que rendir cuentas a la justicia. Mauricio Perkins, Alejandro Gamboa López, Samuel Toledo, Carlos Bolaños Cacho, Nemesio Ponce, James Montes, Ricardo Serrano Pino, Juan Carlos López Fernández, Javier Álvarez Ramos, por mencionar algunos, se enriquecieron al amparo del poder y nos robaron el futuro de nuestros hijos. Pues según estimaciones la deuda que ocasionaron la pagaremos nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos. ¿Por qué tenemos que perdonarlos?

Además, casi siempre quienes fueron beneficiados de la amnistía tuvieron que cumplir con ciertas medidas de reparación, es decir, fueron condicionados. Por ejemplo, en casos de violaciones graves a los derechos humanos se redujeron condenas a cambio de información sobre otras personas involucradas en los hechos. En tal caso, no creo que ninguno de los sabinistas esté dispuesto a entregar lo que hurtó con tal de no ser enjuiciado.

No es lo mismo que lloren en la casa del vecino a que lloren en tu propia casa, dice un dicho. A Andrés M. López le falta ponerse en los zapatos del otro. Porque de entrada su planteamiento de amnistía a los capos se entiende como aceptar un narcoestado y olvidarse pero de las víctimas. Y aplicar una ley de perdón a los políticos corruptos, suena más bien a complicidad.

Oponerse a la amnistía para corruptos y criminales no se trata de hacerle pasar un mal rato a AMLO. Tampoco exigir la aplicación de la ley a Peña, Sabines, Salazar y otros, es por ganas de ver sangre. Se trata, llanamente, de justicia. ¡Chao!

@_MarioCaballero

 

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