22 mayo 2019
MARIO CABALLERO
A JUSTICIA EN BUENAS MANOS
La crítica política es demandante y requiere de una importante dosis de ética y conocimiento en quien la practica. Y en ningún sentido se ejerce en el halago. Es poco frecuente en nuestro medio que se festeje la trayectoria o el desempeño de un personaje público. Aunque, claro, existe de alguna manera ese enaltecimiento desmedido e interesado de los personajes poderosos, que no son más que alabanzas desde la sumisión, jamás desde el juicio independiente y argumentante.
Hoy, cuando está por cumplirse casi año y medio del encargo del magistrado Juan Óscar Trinidad Palacios, es indispensable intentarlo porque no solamente representa una labor ejemplar dentro del Poder Judicial del Estado, sino porque también encarna una tradición de digno servicio público que sólo ignoraríamos en nuestro prejuicio.
Muchas vocaciones coinciden en la vida de Trinidad Palacios. Un abogado que llegó a la cumbre de la carrera judicial en el estado. Un catedrático empeñado en rehacer el entendimiento y la enseñanza del Derecho. Un tutor de varias generaciones. Un político que alcanzó el éxito gracias a que juzga a la política como el vínculo y la vía para hacer el bien común y llevar los beneficios de la democracia a toda la sociedad. Un hombre de la transición: el protagonista discreto de un cambio histórico.
También es un atento observador de la condición que guarda Chiapas y que nunca se ha entregado a las pasiones y cegueras profesionales. Un curioso jurisconsulto que se ha adentrado en las disciplinas propias de su profesión y que, de cada una de ellas, extrae aprendizajes. Un defensor de los derechos humanos que el tiempo que ostentó el cargo de ombudsman puso todo su esfuerzo en la realización de recomendaciones, en la exigencia de justicia, en la reparación de daños y en el castigo a las injurias.
Trinidad debe ser reconocido como uno de los promotores del pluralismo democrático que, con todos sus defectos, se asentó en el país. Lo es por partida doble. Primero porque hizo todo lo humanamente a su alcance para abrir espacios, desde el Tribunal Superior de Justicia, a una nueva convivencia política. Ese aporte debe ser aquilatado porque simboliza otra transición. No la que se ve en las elecciones y la representación política. No la que se escucha en la ruidosa alternancia, sino la transición que da fundamentos al pluralismo, que fomenta y amplía derechos a través del arbitraje judicial.
SON ÉSTOS LOS ARGUMENTOS
Antes de que Juan Óscar Trinidad ocupara la silla de la Presidencia del Poder Judicial del Estado, este valioso organismo había pasado por un doloroso proceso de degeneración y enviciamiento, que tuvo una importante catarsis y regeneración durante los años que fue dirigido por el hoy gobernador del estado, Dr. Rutilio Escandón Cadenas.
Sin embargo, por largos años fue dominado por el autoritarismo. Fue utilizado como agencia de colaciones donde fueron incrustados los amigos de cada gobernador en turno, los compadres, los familiares y hasta las amantes de los funcionarios. Era una herramienta para la represión. Para dar impunidad a la corrupta y abusiva clase gobernante. Muchos actores políticos y líderes sociales fueron testigos del poder opresivo del Poder Judicial.
Uno de los peores episodios ocurrió el 24 de marzo de 2001, cuando el exgobernador Pablo Salazar Mendiguchía envió un grupo de policías armados a impedir que los magistrados nombraran como titular del Tribunal Superior de Justicia a Jorge Clemente Pérez. Fue esa la primera demostración de despotismo y antidemocracia de una administración gubernamental que nunca respetó las leyes ni fue limitada por ningún control constitucional.
Clemente Pérez, junto con un grupo de magistrados, combatió a Salazar con todas las herramientas legales a su disposición para hacer valer su nombramiento, pero todo el esfuerzo fue en vano.
Debido al atentado de Pablo Salazar, el Tribunal quedó acéfalo. Por tanto, la extinta Procuraduría General de Justicia de Chiapas nombró a Enrique Robles Domínguez como presidente del Poder Judicial, pero duró pocos días en el cargo. El gobernador lo destituyó y puso en su lugar a Juan Roque Flores, quien meses después fue sustituido por Milton Escobar Castillejos. Este último, casi al finalizar el periodo salazarista, fue denunciado por su presunta participación en el asesinato de un detenido. Pero como fue tradición durante ese gobierno, la denuncia terminó engavetada.
Durante el sexenio de Juan Sabines Guerrero la situación no siguió igual, empeoró. La presidencia del Tribunal recayó en un primer momento en Sonia Simán Morales, que por conflictos de interés con el exgobernador fue relevada por el abogado Juan Gabriel Coutiño Gómez, otra de las tantas imposiciones salidas desde Palacio de Gobierno y no un nombramiento apegado a los procesos que mandata la ley.
Coutiño Gómez ostentó la presidencia del Poder Judicial del 30 de septiembre de 2008 al 15 de agosto de 2012. En ese periodo reinaron la intolerancia y los abusos de poder, con un Tribunal a modo, doblegado, al servicio del poder, que se dedicó en forma y fondo a encubrir los delitos de los funcionarios sabinistas.
En esa administración, quien reemplazó al orondo abogado fue Rolando Ramos Rovelo, quien fue acusado por el delito de falsificación de firmas para la liberación de pagos irregulares bajo el concepto de “compensaciones” a funcionarios del organismo de justicia. Fue una estafa de varios millones de pesos. Como una burla, el delito fue reconocido por todos los implicados, pero el asunto quedó impune. Nadie fue a parar a la cárcel.
El cómplice de Ramos Rovelo fue Carlos Fernando Perkins Cardoso, el hermano de Mauricio Perkins, el ex poderoso jefe de gabinete de Juan Sabines, que como oficial mayor manipuló las finanzas del Poder Judicial del Estado a su antojo. Hoy, los hermanos Perkins están sindicados en una demanda que dio entrada la Procuraduría General de la República (PGR), en 2013, por los delitos de enriquecimiento ilícito, abuso de funciones, organización delictuosa, peculado, entre otros.
En esos doce años, el Poder Judicial estaba ad hoc a la maquinaria de arbitrariedades. Cada uno de los presidentes del Tribunal cerraron los ojos ante los abusos del ejecutivo. Todo era ausencia de libertades y legalidad. Los abogados, jueces, magistrados y otros empleados de la dependencia contribuyeron, con su ciencia y su mansedumbre, a la legitimación del autoritarismo. Trivializaron la ley que tanto juraron idolatrar.
Por eso, con su crítica y trabajo, Trinidad Palacios encabeza una subversión al exigir lo obvio: que el poder se sujete a la norma y el Tribunal Superior de Justicia sirva a los intereses de los chiapanecos. Y de esto se desprende la otra parte de su merecido reconocimiento.
LOS RESULTADOS
En un Chiapas de conflicto, la labor de Juan Óscar Trinidad en el espacio que hoy ocupa ha sido un extraordinario aporte de responsabilidad. Nadie puede poner en duda su contribución a hacer del Poder Judicial una institución que administra la justicia con equidad, honradez y aptitud. El presidente magistrado ha logrado darle a la sociedad una función jurisdiccional con la irrestricta aplicación de la ley y con apego a los derechos fundamentales.
Más allá de capacitar al personal y profesionalizar los procesos, Trinidad también le ha dado ese sentido humano a la impartición de justicia. A las víctimas se les trata como personas y no como objetos. Se les brinda atención, seguimiento de los casos, la canalización a las instancias competentes de acuerdo a las necesidades que cada una de ellas presenta y protección. Prueba de ello es la asistencia a las víctimas de trata de blancas.
Como resultados están asimismo las sentencias suspendidas y desistimientos de demandas que ha beneficiado a miles de personas nada más en el último año. Por otro lado, su desempeño está acreditado por la transparencia y eficiencia en el ejercicio de los recursos.
También se le reconoce porque en la conversación democrática, donde deben participar distintas voces, distintos tiempos y distintas representaciones, la voz del Tribunal no es la voz del que pretende dictar la única solución correcta, sino es la voz de los derechos, audaz y prudente a un tiempo. No más autoritarismo y complicidades como en el pasado.
Por todo ello, es justo celebrar la contribución de Juan Óscar Trinidad al entendimiento del Derecho, a la reivindicación del Poder Judicial. ¡Chao!
yomariocaballero@gmail.com