27 Febrero 2015.
MARIO CABALLERO
EL PODER DE LA DIFAMACIÓN
En un país democrático como el nuestro debe existir un absoluto respeto a la pluralidad de ideas. Porque, ¿qué es la democracia sino la forma superior de gobierno que se basa en el respeto del hombre como ser racional, donde se hace necesario congregar a todas las voces y opiniones para vitalizarla y hacerla productiva? Por lo tanto, es condenable la creación de campañas de linchamiento contra quien sea y preocupa porque con grandes efectos negativos estas cruzadas de odio alteran la realidad y son en sí mismas una orgía de la venganza pueril.
No podemos negar que México está dividido como resultado de la confrontación política, que en términos pedagógicos es carencia de civilidad. Y este fenómeno histórico conocido como Guerra Sucia tuvo su punto de despegue en las décadas de los 60 y 70, ampliando su espectro en los últimos años donde en tiempos electorales nos vemos inundados de publicidad abyecta, absurda, ridícula y en algunas ocasiones estúpida, en contra de los políticos, de los partidos y sobre todo de la sociedad que es el principal motor de la democracia.
En los tres últimos plebiscitos presidenciales fuimos testigos de la manipulación política que se hizo a través de la propaganda electoral. No hubo ideas ni propuestas que atrajeran el voto, sino descalificaciones entre los participantes y los partidos. Lo que nos da a entender que vivimos una política hueca, chantajista y difusora del miedo, en la cual se gana más desprestigiando al enemigo con lemas como “Es un peligro para México”, que postulándose como la mejor opción para el desarrollo y prosperidad del pueblo.
Y las graves consecuencias de esta guerra sucia nunca han sido tomadas en cuenta a la hora de tachar la conducta, difamar y lanzar diatribas. Las repercusiones primeras que crean en la sociedad son la anarquía y el desinterés, porque fomentan en la mentalidad de los electores la noción de que la política nacional no nos lleva a ninguna parte.
Actualmente en Chiapas, con la anticipación acostumbrada, vemos cómo los prejuicios se lanzan sin piedad destruyendo la imagen y la reputación. Podemos darnos cuenta que hay regocijo por el insulto, que el grupo de los autonombrados analistas nublan el entendimiento con sus bodrios que impiden decidir con libertad y critican sin pensar que con ello provocan la demolición de las instituciones y el sistema.
No importan las necesidades intelectuales y morales de la gente, sino los rendimientos económicos que deja la mercadotecnia de la infamia que se exhibe, sin que nadie la detenga, como la única expresión en tiempos preelectorales. Tampoco interesan la prosperidad del momento, la gobernabilidad lograda, la paz social, la seguridad y el desarrollo alcanzado a lo largo del proceso de los gobiernos en marcha.
LA OPOSICIÓN Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Para el caso, ¿qué es la oposición? ¿La inmolación política por falta de capacidad para formar una alternativa que convenza o el método más elaborado de destrucción del Estado a través de la incongruencia y la pugna sin sentido? Sin una oposición consolidada, sustentada en un pensamiento doctrinal y con visión, no puede haber una democracia real, mucho menos un gobierno que garantice buenos resultados, y a lo más que se puede aspirar es a un acomodamiento gubernamental falaz con altos riesgos de depravación.
Y dada la falta de un antagonismo crítico y de propuesta, a las elecciones las distingue el abstencionismo (manera sutil para nombrar la devastación del régimen democrático) y el desprecio generalizado por la calidad moral de la clase política en México.
¿Qué han sido entonces los partidos en las dos décadas anteriores? ¿Qué han representado para la sociedad? ¿Qué han hecho para robustecer la democracia y la vida política? Absolutamente nada. En el ámbito nacional el PAN se distinguió por hacer de su gestión de gobierno una mentira piadosa, no hubo cambio, no hubo más que corrupción, muerte, despotismo y una evidente incapacidad para gobernar. El PRD, en la misma esfera, no ha logrado -ni logrará- despuntar y afianzarse en la confianza de la gente por causa de su torva, vandálica, peleonera e hipócrita manera de conducirse. El resto de las instituciones, son mero relleno.
En Chiapas, el PAN y el PRD han demostrado a lo largo de los años ser desbordantes en la falta de ideas, y al no tener argumentos para contender en cualquiera de los comicios, aluden a las amenazas, al pago de guardaespaldas verbales que no sólo defienden sino también atacan a todos aquellos contrincantes de sus mecenas poniéndoles apodos, inventándoles delitos, sembrando discordia y calificándolos de corruptos y violadores.
Recientemente se supo que desde la dirigencia estatal de ambos partidos, varios personas de los llamados troles fueron contratados para llenar las redes sociales de rumores y fotos truqueadas en contra de algunos personajes, que ya sea por el reconocimiento que poseen, la trayectoria en el servicio público o por representar una fuente de ideas renovadoras, son blancos de políticos inoficiosos y desempleados que los atacan violentamente a través de los medios de comunicación para demeritarles su trabajo y su prestigio logrado con el objetivo de subirse ellos al escenario.
Muchos periodistas se prestan al juego que proponen el PAN y el PRD en la entidad. Cuánta razón tenía Manuel Buendía al decir que “Hay una deficiente formación de muchos periodistas, hay mucho arribismo, hay mucha improvisación. Hay falta de espíritu y, desde luego, abandono de las normas éticas”. Y en sus escritos y artículos periodísticos cargados de resentimientos, hay mucha información incomprobable, una ausencia de análisis críticos y puntos de vista articulados. Al final, son ellos, los apologistas del engaño, quienes redefinen a las costosas campañas proselitistas como la consagración de la ineptitud, la ignominia y el cinismo.
Atacar para medrar. La moda es destruir en nombre de la libertad de expresión, aunque eso signifique la eternización de los cacicazgos, del clientelismo, del fastidio de las promesas incumplidas y la escasa movilización que aleja la voluntad de los chiapanecos.
En la actualidad es imprescindible ver con el pensamiento crítico para no caer en el engaño de que toda opinión conferida es parte del derecho fundamental de manifestarse. Resulta urgente hacerlo para entender que la técnica política de hoy es la calumnia y el amague, y que se persigue mediáticamente a quienes todavía confían y puede erigir una democracia genuina.
Además, comprendamos que los que están detrás de esas páginas blasfemas y de los micrófonos ponzoñosos, tienen el propósito de invocar la desestabilización social del estado, confundir a la sociedad y desacreditar lo que todavía puede representar una opción para los ciudadanos.
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El crispamiento de hoy nos hace daño a todos, y esta operación de la malevolencia ramplona debe eliminarse porque no corresponde a libertad de expresión alguna, sino al afán de lograr lo imposible: con unas cuantas imágenes o comentarios en la prensa declarar a una persona un peligro para el estado.
A menos de que alguien demuestre lo contrario, en Chiapas no hay dictadura ni terroristas políticos, y en lo que este suceso insiste es en que sí hay prepotencia difamatoria que quiere hacerse pasar por libertad de expresión y estrategia de partido. Si el Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana, el Instituto Nacional Electoral y las autoridades correspondientes no defienden lo que nos queda de civilidad, lo que viene es la eliminación en nombre de los poderes que, por supuesto, nunca se harán responsables.
@_MarioCaballero