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LETRAS DESNUDAS

18 Septiembre 2015

MARIO CABALLERO

EL JUICIO DE LA HISTORIA

Fue hasta el año de 1970 cuando los políticos contaron con la ventajosa estrategia del silencio. Así fue durante muchos años en los espacios del poder. Los que querían traspasar la barrera del tiempo hablaban poco, quedito y en monosílabos, y en premio a su parca elocuencia obtenían el título de: “Es un sabio/Un oráculo”.

Y lo más probable es que tan sólo hubiesen dicho: “El problema en cuestión es arduo, pero lo resolveremos en su tiempo”. Con frases como esa lograban el propósito inmediato de poner su biografía dentro de los libros de texto gratuitos, y las hacían reproducir en los diarios con la intención de que alguien propusiera escribir sus nombres en el muro de la Cámara de Diputados o construir un parque en su honor, o un monumento o ya de plano un puente, aunque éste fuera peatonal.

Cuando no podían con el cargo la maniobra era salir de los aposentos para contestar con sentido del humor a las preguntas de los reporteros: “Me juego el puesto en esta partida. Va mi cargo en prenda. Voy por él”, y las carcajadas sellaban la fama de ingenioso.

Pero el que vino a acabar con el silencio de los poderosos fue el ex presidente Luis Echeverría Álvarez, que nunca dejó de hablar de sus propósitos de año nuevo y de sus buenas intenciones familiares. De ahí en adelante, el resto de los presidentes que lo sucedieron siguieron su mismo ejemplo dejando tras de ellos una larga estela de dichos como el de Carlos Salinas de Gortari a propósito de Pronasol: “Nadie podrá decir, de ahora en adelante, que hay un solo mexicano olvidado en México”. Así de cínico.

Absalón Castellanos Domínguez, gobernador de Chiapas por el periodo 1982-1988, habló sin limitaciones y creó en su paso una lluvia de frases que disparó a mansalva como balas perdidas por el Ejército Mexicano ante involuntarios y voluntarios (en ese orden), por ejemplo: “En Chiapas debe prevalecer, antes que todo, el orden y la justicia”.

Dicho esto, todo lo demás se fue cumpliendo conforme a lo previsto: Chiapas fue gobernado por un vetusto militar que cuando se dio cuenta que era gobernador ya habían pasado dos sexenios.

Otro gobernador pródigo de palabra fue Patrocinio González Garrido, que junto con su sucesor Elmar Setzer Marseille y Javier López Moreno, inauguraron la escuela del descaro, donde evidenciaron no sólo su indiferencia por los problemas de la sociedad chiapaneca y su falta de cultura política, sino –por llamarlo de algún modo- su ignorancia: “Chiapas ya no es tierra de sangre, ni tierra de pobres. La historia hablará por sí misma”.

A Julio César Ruíz Ferro, el títere de Ernesto Zedillo, sus propias palabras lo traicionaron. Para el anecdotario público quedará aquella llamada telefónica que sostuvo con el ex presidente municipal de Chenalhó Mariano Arias Cruz, en el preciso momento en que se cometía la salvaje matanza de Acteal, por grupos paramilitares, el 22 de diciembre de 1997: “Estas son las instrucciones, mi presidente (Mariano Arias): ¡Déjalos que se maten! Ahí después yo mando a recoger los cuerpos”. Después de este suceso su gobierno duró poco tiempo, pero suficiente para saquear las arcas del estado, beneficiar a sus lacayos y amamantar de poder y dinero a Amadeo Espinosa Ramos y al recién creado Partido del Trabajo.

Pablo Salazar Mendiguchía se caracterizó por sacralizar cada una de sus ocurrencias con el rito de sonrisa-mirada-amenaza. ¿Qué frases hay de él que el pueblo de Chiapas tenga la capacidad de olvidar? El lema Uno con Todos fue la versión del atraco, de la depredación más dolorosa a los recursos para reparar los daños del huracán Stan, del ejercicio nefasto del poder y de la ejecución a ultranza de la doctrina “Encierro, destierro o entierro” diseñada por el político potosino Gonzalo N. Santos.

Juan Sabines Guerrero habló, profirió, profesó y politizó sus humoradas con resultados trágicos y desastrosos, y todo lo que dijo recayó en su persona y en quienes no les quedó otra más que escucharlo. Nunca logró superar la imagen y el prestigio político de su señor padre y muy por el contrario defraudó la confianza de quienes pensaron que él sería la esperanza que tanto ansiaba el pueblo chiapaneco. Y su impunidad, hasta el momento, está imparable. “Esos si son hechos, no palabras”.

Ahora, el proyecto de Manuel Velasco Coello (consolidado el 1 de julio de 2012 en una aplastante votación frente a sus contrincantes y respaldado firmemente por la aquiescencia de todo un pueblo) y la credibilidad de la imagen de buen gobernante que él mismo se formó a través de los años en la política, hoy está en el entredicho. Se pude aseverar que en lugar de gobernar un estado que por muchos años ha sido pisoteado por sus gobernantes, hace campaña rumbo a la presidencia de la República. Nada más absurdo.

La frase Chiapas nos Une, tiene eco en los rincones del estado como Chiapas se Hunde, y en ella está contenida la desconfianza de la gente, las promesas incumplidas, los ignorados compromisos de campaña, los pactos firmados entre la sociedad y un joven personaje de la política que llenó las expectativas y el anhelo de muchos.

Ya nadie cree en la medida de austeridad que propuso en los inicios de su gobierno para contrarrestar la crisis económica heredada por Juan Sabines, y menos aun cuando el año pasado varios periódicos de circulación nacional revelaron la existencia de publicidad de Manuel Velasco en todos los estados del país, cuyo gasto alcanzó los diez millones de dólares en un solo año.

La crítica buena o mala lanzada al “Chiapas nos Une” está ligada con el futuro político inmediato de Manuel Velasco, y eso él lo sabe bien. No puede defraudar los votos. No debe derrochar indiferencia. Ya sus palabras no esperaron el juicio de la historia. Y todo lo que diga de ahora en adelante lo arrastrará como cadenas o se lo colgará como guirnaldas. Depende de él.

yomariocaballero@gmail.com

@_MarioCaballero

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