05 Octubre 2015
Mario Caballero
yomariocaballero@gmail.com
NO LE FALLAREMOS A CHIAPAS: EDUARDO RAMÍREZ
Eduardo Ramírez Aguilar, como cualquier gran político, es el autor de su tradición, y viene de la asimilación, el trabajo, la metamorfosis de sus circunstancias.
Aunque hoy Eduardo Ramírez tenga los dos pies bien puestos en la cúspide de la política estatal, y no como producto de la herencia ya que sus orígenes son humildes, sin ninguna duda ese es el lugar a donde pertenece. Es miembro de ese selecto grupo de jóvenes políticos que vienen de abajo, inventando sus propias oportunidades, buscando ser parte de algo, servir para algo; es de los que no conocen otra fórmula para el éxito que el trabajo con denuedo, la honestidad y el apego a la norma. Nada de lo que ha logrado hasta el momento le ha caído del cielo.
Por eso mismo recae en él la confianza para llevar la conducción del Congreso del Estado. La expresión “No le fallaremos a Chiapas” que profesó en la toma de protesta, el 2 de octubre, es una frase convertida en promesa. Y no hay en ella incertidumbre porque ha demostrado con suficiencia a lo largo de su triunfante trayectoria política ser un hombre de compromiso, sin dobles discursos, apurado en el servicio público, inteligente y acomedido con todos.
¿POR QUÉ CREER?
¿Qué hay detrás del juramento “No le fallaremos a Chiapas”? No podemos negar que la sociedad ha crecido sin creer en las promesas de los políticos, defraudados por todo aquello que se llame política y de cuanta oferta sin cumplimiento se haya prodigado a lo largo de los siglos.
Como preguntas secundarias: ¿Cómo volver a confiar? ¿Por qué creer ahora en las palabras cuando hay una historia de impunidad y con graves daños que en algunos casos resultan irreparables? Ahí tenemos, verbigracia, como el mayor exponente de la hipocresía, a Vicente Fox Quezada, que nunca paró de prometer la reconstrucción nacional y de proclamarse el mesías que venía a liberar a México de las cadenas de esclavitud. Al final, como bien lo sabemos, todo fue una mentira, un mero espejismo, fue el gobierno de un partido que demostró por doce años ser incapaz de gobernar.
Y de esa misma manera ha ocurrido en Chiapas y también en el congreso del estado, que ha sido comandado por personajes llenos de verborrea, que escondieron la ambición y el hambre de poder detrás de las promesas, que sin vacilar se deslindaran de la encomienda para ir en la búsqueda de los intereses individuales. Y, desde luego, eso vino en detrimento del parlamento que fue víctima del desenfreno, el desahogo de rencores, las intrigas a ultranza y las frivolidades.
Chiapas ya no está para más demagogia y promesas que solo reflejan ser una táctica dilatoria. Lo que el estado necesita es de una clase gobernante comprometida moral y socialmente porque ya no puede perder el tiempo: tiene un atraso de más de cincuenta años, desastres en todos los rincones geográficos, miles de familias viviendo en extrema pobreza y sectores de la sociedad que aún no llegan al siglo XXI. Y esto como consecuencia de la pretérita corrupción sistemática, la destrucción de las instituciones y el abuso de poder que sólo satisfizo a las élites.
Como habitantes de Chiapas hemos sido testigos de los escándalos suscitados entre los poderes, y cómo el Congreso durante un larguísimo periodo le demostró sumisión al Poder Ejecutivo en un profundo contrasentido a las leyes que fundamentan la autonomía con la que el trabajo parlamentario debe fungir. Y es por ese yerro que el parlamentarismo perdió gran crédito entre los chiapanecos.
Imposible olvidar las vilezas de Tito Rubín Cruz como diputado presidente de la Gran Comisión. Sus disparates y desatinos hicieron de su liderazgo una burla a la honorabilidad que merece la política del congreso. O el periodo de Milton Morales Domínguez, donde hay suspicacias de un grosero despilfarro de los dineros del pueblo que enriqueció a todos los integrantes del Congreso, quienes engrosaron sus cuentas bancarias, se hicieron de residencias y departamentos en el Distrito Federal, autos del año y negocios a costa del erario público.
¿POR QUÉ SÍ?
Y la lista de nombres puede alargarse y con ella la amplitud de las propuestas de los políticos por construir un Chiapas más próspero y más justo. ¡Canallas! Pero la frase “no le fallaremos a Chiapas” de Eduardo Ramírez Aguilar, que incluye la opinión de los 41 diputados, es parte de la nueva época política en el estado, donde existe libertad en los poderes para ejercer sus facultades en beneficio de los chiapanecos; es, también, el compromiso con el pueblo de una persona experimentada en el parlamentarismo, con grandes resultados en el servicio público, que ha trabajado cerca de la gente, con la gente, que conoce a pie juntillas qué significa el arte de gobernar.
Entre Eduardo Ramírez Aguilar y el gobernador Manuel Velasco Coello existe una sólida amistad, de largos años, de compañerismo sin cortapisas. Empero, Ramírez afirmó que considerando los buenos rendimientos obtenidos por la labor conjunta entre el poder Ejecutivo y el Legislativo en los años recientes, continuará uniendo las fuerzas pero sin perder de vista la autonomía del Congreso. Y eso habla bien del joven político porque nunca debe confundirse la gimnasia con la magnesia, y nunca jamás el Congreso debe rendir pleitesía a régimen alguno porque no es empleado de nadie.
Cosa buena ha mencionado Eduardo Ramírez. Recordaremos que por no hacer valer los conceptos de independencia y manumisión en el Palacio Legislativo, el parlamento fue presa de los caprichos de los gobernadores que tuvieron en el presidente del congreso a un colaborador a modo, con el que hicieron de la cámara un utensilio con el cual enriquecerse con el dinero público y usarla como arma para exterminar a sus enemigos políticos.
“Trabajaremos unidos para crear una Agenda Legislativa llena de propuestas, que vaya encaminada a la continuación del desarrollo social de la entidad y alejada de privilegiar los intereses personales y revanchismos que tanto daño le hicieron a Chiapas”, sentenció Ramírez Aguilar antes de dejar la tribuna.
Escuchar a un congresista referirse en esos términos es sin duda un encuentro con la razón de ser de la política, con ideales y valores más ajustados a la realidad y a los días de cambio que nos ha tocado vivir. Y le creemos porque detrás de él hay historia, trabajo honesto, ideas y funciones apegadas al Estado de Derecho.
PARA MAGDALENA
Querida prima, me consta que el senador Roberto Albores Gleason es un hombre incansable. En la reciente visita del Presidente Enrique Peña Nieto a Chiapas, reafirmó su compromiso por seguir impulsando la propuesta en el Congreso de la Unión de lograr el establecimiento de políticas económicas diferenciadas en los estados con mayores índices de marginación. ¿Qué pretende con esa medida el senador Albores? Quizá te lo preguntes. Y lo que busca es que los salarios de los trabajadores sean más dignos y se ofrezcan mejores oportunidades para la clase trabajadora del sur de México. Nunca antes nadie se había preocupado por esto. Bien por el senador Albores Gleason… Es una pena lo que pasa en la Unach. Al parecer el rector Carlos Eugenio Ruiz Hernández cree que firmar convenios es lo mismo que firmar recetas. Porque ¿qué han sido de las decenas de convenios pactados desde diciembre del año pasado para acá entre la universidad y los diferentes organismos? ¡Nada! ¡¿Qué hacen los patitos, señor rector?! Nada, nada. Al pobre viejito le quedó grande la yegua… Au Revoir.
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