30 Noviembre 2015
Mario caballero
El líder
Hace 52 años, el 28 de agosto de 1963, hay 200 mil personas congregadas en el Monumento a Abraham Lincoln, en Washington, D.C. Frente a ellos está un Martin Luther King de 34 años de edad, vestido con traje negro, imponente, seguro de lo que hace. “Tengo un sueño -les dice-, un solo sueño, seguir soñando. Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas”.
Hace poco más de un año se escuchó algo muy parecido. “Nadie puede negar, ni puede tapar el sol con un dedo que se viven tiempos donde predomina la cultura de la desconfianza, donde lo negativo se magnifica y lo positivo se ignora o no se reconoce. Mi sueño es que todos pongamos nuestro mejor esfuerzo, nuestra dedicación y nuestro amor por esta patria maravillosa que nos vio nacer, porque este sueño también es una responsabilidad”.
Así como Luther King, Enoc Hernández Cruz es un hombre de su tiempo, que concibe e interpreta al mundo de una manera distinta a los demás. Su labor política en cada rincón del estado ha sido un golpe a la mandíbula, un knock-out, un recordatorio de que aun en estos tiempos donde impera la incredulidad en los políticos y en las instituciones hay personas interesadas en devolverle la confianza al pueblo, pero no con el uso verbal sino con sentido humano, honestidad y trabajo.
Enoc Hernández es un adulto joven, alto, delgado y espiritual, vigoroso, con una fuerte mata de pelo negro. Casi en nada ha cambiado desde los años de su juventud, cuando caminaba a zancadas todas las calles del centro de la hermosa ciudad de San Cristóbal de las Casas para ver si encontraba a un amigo o al fundador de la revista literaria “Punto y Aparte, Roberto Quintero Quintero. Conoce bien esa ciudad que él ha adoptado como casa, a la que siempre ha amado y por la cual daría la vida.
Enoc Hernández ha trabajado mucho. Cuenta que de niño tuvo que vender los dulces que preparaba su abuela doña Teresa para sacar adelante sus estudios de primaria y secundaria, ya que como hijo de padres campesinos, nacido en el ejido Miguel Hidalgo, municipio de Jiquipilas, tenía sólo dos opciones: conformarse con la suerte que le había tocado y echar raíces en el campo o estudiar para tener un futuro diferente, y bien se sabe que para la gente de esa circunstancia el acceso a la educación no es una concesión simple, sino un privilegio que exige miles de sacrificios.
Termina la secundaria y de inmediato se inscribe en la escuela preparatoria. Muy temprano en las mañanas, de lunes a domingo, trabaja de todólogo en una tortillería y desde las siete se dedica enteramente al estudio. Implacable consigo mismo, emprende el viaje a la capital del estado para estudiar lo que él creía era su vocación, psicología. El maestro Federico Cuesy lo entrevista, que para ese entonces era director de carrera en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, y lo insta a mejor estudiar Leyes. Acepta la recomendación y se traslada a San Cristóbal sin nada más que lo que traía encima.
En Enoc Hernández, desde muy joven, hay un aura de bondad, de vocación de servicio, de preocupación por los demás. En 1993 se gradúa como abogado con la tesis “La Libertad de Expresión y los Derechos Humanos”, sin embargo, además de eso conduce un programa de radio que se transmitía por la 760 AM. Desde los micrófonos se vuelve un líder y no se dedica solo a dar las noticias, sino usa su influencia para promover campañas de ayuda para los sancristobalenses, como sucedió con el acopio de cobertores para la gente en condiciones de indigencia y extrema pobreza, asimismo, las consultas médicas gratuitas y el abastecimiento de medicamentos que logró gracias al apoyo de decenas de fundaciones, médicos y empresas del sector privado.
Más tarde, en el año 2002, ya con el reconocimiento de la sociedad sobre sus hombros, el Partido Alianza Social lo impulsa como candidato a la presidencia de San Cristóbal de las Casas y gana en un hecho histórico venciendo al otrora poderoso PRI. Durante los tres años (2002-2004) de su administración realizó obras importantes de infraestructura, saneó las finanzas del ayuntamiento, gestionó recursos para la obra pública y ayudó a muchos, sobre todo a las mujeres, empoderándolas, dándoles el lugar que les corresponde por derecho. Por eso a sus mítines llegan tantas mujeres que lo aplauden a rabiar. Se sienten respetadas.
La política que durante más de una década ha dispersado a diario está hecha de voces y pensamientos, con una sensibilidad peculiar que es parte de él mismo, de la historia que lo trajo hasta aquí, porque mejor que nadie conoce cómo es la realidad de los que les sobran carencias y les falta todo.
De tal manera, no era de extrañarse que este 19 de julio de 2015 Enoc Hernández hiciera lo imposible: convertir al partido Mover a Chiapas en la cuarta fuerza política en el estado. El partido morado podrá tener muchas virtudes, pero sin un líder que lo sepa conducir con inteligencia, valor y honestidad, nada es. El resultado sería distinto. Pero cuando eligieron a Hernández Cruz como dirigente, de sobra ya estaba preparado.
Winston Churchill fue el que dijo que “El precio de la grandeza es la responsabilidad”. No podríamos concebir a Enoc Hernández sin la responsabilidad que lo caracteriza, tanto en sus actos como en sus palabras. No mueve un dedo ni dice palabra alguna si puede perjudicar a alguien. Y esa misma virtud la ha inculcado en Mover a Chiapas como eje rector de su todo, obteniendo el partido con ello la grandeza y credibilidad que hoy goza entre los chiapanecos.
Mover a Chiapas, en el primer año de su existencia, logró más de 181 mil votos que le dieron gobierno en 9 municipios, 54 regidurías (45 corresponden a mujeres y 9 a hombres) y tres diputaciones en el Congreso del Estado, todas para mujeres. Este excelente resultado del partido indubitablemente se debe al esfuerzo de Enoc Hernández Cruz, que supo cimentar la obediencia a la decisión ciudadana para abrirle paso a una democracia real, fueran como fueran los resultados, fundamentó en la batalla el apego a la legalidad, se acercó a la gente para trabajar con ella, junto a ella, y se ganó la confianza y el respeto de todos por igual.
De hacer un análisis minucioso de lo que ha sido el entorno político y la participación social en las elecciones de las últimas tres décadas en el estado, el resultado sería desastroso. Por ello la obra política combinada con la altruista de Enoc Hernández destaca por mucho, porque en primera instancia estamos hablando de una persona que usa la política como herramienta para hacer el bien común, y en el proceso escucha las necesidades de las familias y propone acciones concretas para un cambio de vida.
En segunda, al nunca haberse visto un Enoc Hernández usando la política como plataforma de crecimiento individual, eso motiva al voto, alienta a creer nuevamente en la política y participar en ella para la configuración de los poderes del Estado, es decir, su cosmovisión y comportamiento ha devuelto ese anhelado reencuentro de la sociedad con la política.
Pensar en esto me hace recordar aquella cálida noche en San Cristóbal, cuando se reunió una muchedumbre para festejar a Enoc Hernández como el Premio Tlatoani 2014 que le fue otorgado por el Instituto Mexicano de Evaluación (IMDE). “Los invito a todos ustedes a situarse en la ruta del trabajo, a promover la participación ciudadana, a recuperar con esfuerzo y dedicación la confianza de nuestro pueblo, sólo así lograremos el sueño de un Chiapas mejor”.
¿Fue feliz Martin Luther King? Quién sabe. ¿Es feliz Enoc Hernández Cruz? Seguramente sí. Enoc, como lo llaman sus amigos, merece declaraciones de victoria porque a fin de cuentas, en torno a él, defiende su vocación de serle útil a los demás y de siempre interesarse por aquella gente a la que nadie toma en cuenta. Celebremos, pues, el hecho del político-humanista también merezca hacer realidad su sueño. Y va muy bien.
yomariocaballero@gmail.com