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LOS PROGRAMAS SOCIALES EN MEXICO

+ Ante los fallos de los programas sociales, ellos encontraron otra solución a la pobreza

+ Programas sociales: el dinero se va, la pobreza permanece

Mael Vallejo/Animal Político

*Este reportaje se realizó con apoyo de Oxfam México.

Aquí puedes leer la primera parte.

CIUDAD DE MEXICO, 09 de Junio de 2016./Animal Político.- Florelia García recuerda que en los años noventa, en tiempos del ex presidente priísta Carlos Salinas, llegó a su colonia el programa Solidaridad. Fue el pionero en programas sociales gubernamentales. Ella era una niña y debía caminar tres horas para poder recoger, dice, “una cajita con una lata de sardinas, frijoles, galletas de animalito, café y azúcar”.

Después, en el sexenio del panista Felipe Calderón, sus hijos tuvieron el programa Oportunidades, por el que les daban dinero si permanecían en la escuela. Pero como ellos ya no quisieron seguir estudiando, les recortaron ese apoyo.

Florelia dice que ya no le preocupa recibir o no esos programas sociales aunque vive en la colonia Nicolás Bravo, en Valle de Zaachitla, Oaxaca, una zona de alta marginación. Dice que si ella salió adelante no fue por ellos, sino porque trabaja desde pequeña y porque ahora, a través de una organización civil, consiguió un microcrédito.

Con él pudo comprar mercancía y poner un puesto ambulante de mariscos con el que mantiene a su familia. Le ha ido tan bien, afirma, que ya se dio de baja de este programa social que ahora, en el sexenio del priísta Enrique Peña Nieto, se llama Prospera.

Ángel Vázquez es el director general de la organización que está dando esos créditos y que se dedica a impulsar proyectos productivos al interior de las comunidades: Centro de Desarrollo Comunitario Centéotl.

Para ellos es el desarrollo de capacidades autogestivas de la gente lo que le va a permitir romper los círculos viciosos de la pobreza, no los programas sociales: “Lo que empezamos a notar es que las familias dependen  de este recurso (Prospera), pero también que cada vez más sienten que no les alcanza, dicen ‘queremos más’. Pareciera que estamos esperando que el gobierno nos mantenga y eso no es ni digno ni crea ciudadanía”.

Uno de los programas de esta pequeña organización, con sede en Zimatlán, Oaxaca, es el de Bancomunidad, en el que entregan a mujeres microcréditos de entre mil y 25 mil pesos, los cuales deben pagar en un plazo máximo de 30 semanas con una tasa de interés del 20 por ciento anual, mucho menor al 80 o 120 por ciento anual que cobran otras financieras de la zona.

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La condición para la entrega del crédito es que cuenten con el aval de una mujer que ya haya recibido uno de estos préstamos y que se comprometa a invertirlo en un proyecto productivo. En áreas rurales se destina en su mayoría a la compra y reventa de animales de granja, y en las urbanas al establecimiento de negocios como estéticas o misceláneas.

Centéotl ha entregado 30 mil 200 microcréditos a mujeres de 60 municipios de la región de Valle Centrales de Oaxaca y, hasta el momento, su cartera vencida es de cero por ciento.

Las familias que se han incorporado al proyecto, asegura Vázquez, tienen menos rezagos en comparación que aquellas que dependen únicamente de programas sociales, pues les ha permitido hacerse de activos que pueden reinvertir y que se traducen en la mejora de su calidad de vida.

“Hace tres años que empecé con un crédito de mil pesos, me compré un par de borregos y fueron abundando: ya tengo 12 animalitos y tres borregas cargadas. Solo los vendo si tengo una necesidad muy fuerte, o cuando se enferman mis hijos”, dice Abigail Celaya, quien vive en El Trapiche, en Santa Cruz Mixtepec.

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Abigal asegura que con lo quegana al vender animales puede apoyar a su esposo con los gastos de la casa, pues él recibe un sueldo de 100 pesos diarios como campesino.

“Ya estamos mejor, me acuerdo que cuando era chica mi mamá partía un pan de los amarillos para todos mis hermanos. Hoy ya no, ahora tenemos el ahorro de los animales y para cualquier necesidad ya no tenemos que alquilar bien caro el dinero”, agrega.

Quienes no tienen negocios o ven insuficiente el apoyo de la política social, siguen encontrando como alternativa emigrar a Estados Unidos. Según el Consejo Nacional de Población, Oaxaca es uno de los diez estados con mayor grado de intensidad migratoria en el país, de acuerdo con  las remesas que recibe y el número de habitantes por hogar que viven en Estados Unidos.

El hijo mayor de Dominga Íbañez, Uriel, vive en California. Tiene 24 años y manda cada semana 3 mil pesos a sus padres para que mejoren su casa: es la única de la zona que tiene piso de mosaico. También para que compren ropa y zapatos, y paguen los pasajes para la escuela de su hermano menor, que todavía está en secundaria. Él tiene una beca de Prospera de 540 pesos bimestrales, pero eso no cubre todos sus gastos.

“Ya no quiere seguir estudiando, se quiere ir con su hermano a Estados Unidos”, dice Dominga.

De acuerdo con el informe “Desigualdad extrema y tendencias de desarrollo. El caso del estado de Oaxaca, México”, elaborado por Oxfam y Educa, la política de desarrollo social debe estar centrada en la participación de los actores locales para atacar las carencias que afectan a una misma comunidad.

De igual forma, asegura que es urgente elevar los ingresos de los hogares más pobres para cerrar las brechas de desigualdad económica que caracteriza al país. Para ello propone dejar atrás el enfoque asistencialista de la actual política social para aprovechar las capacidades que tienen las propias comunidades.

Por ejemplo, Juana Ángel nunca se imaginó que fuera tan buena para vender cosas. En medio de un mal momento económico, una vecina le propuso que pidiera un microcrédito. Después de pensarlo mucho se animó a hacerlo y puso una miscelánea en su casa en El Trapiche, Oaxaca. Dice que le cambió la vida pues desde entonces ya no depende de que a su marido le salga una buena cosecha o de que llegue a tiempo la beca que el gobierno le daba a sus hijos.

“Yo pedí un microcrédito y puse una miscelánea. De Prospera no dura el dinero, cuando mucho una semana, ahora ya tenemos para estar tranquilos”, dice Juana Ángel, orgullosa de que sus ganancias de la tienda ya representan casi tres cuartas partes de los ingresos de su familia. “Yo no sabía que sí podía solita”.

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PROGRAMAS SOCIALES: EL DINERO SE VA, LA POBREZA PERMANECE

Los programas sociales del gobierno federal, cuya función es disminuir los índices de pobreza, no han funcionado como deberían. En Oaxaca, por ejemplo, estos programas incluso han incrementado la desigualdad.

Esta investigación se realizó con el apoyo de Oxfam.

Gráficos: Yosune Chamizo (@_Yosune)

Por Margarita Vega / Video: Omar Iturbe

junio 8 2016 07:36

FONDEA el periodismo independiente

*Esta investigación se realizó gracias al apoyo de Oxfam.

+ Juana Martínez pensó que su vida sería mejor que la de sus padres. Incluso acarició el sueño de estudiar una carrera, pero su familia ya no tuvo dinero y abandonó la idea.

+ Juana, en cambio, no tiene una casa propia en su natal Villa de Zaachitla, Oaxaca.

+ La pobreza laboral crece: a 41.7% de mexicanos no les alcanza para comprar la canasta básica

Veinte años y dos hijas después, Juana no solo no logró su sueño, sino que vive en peores condiciones que las de su madre, Candelaria, quien tiene un cuarto con paredes de lámina. Ese pequeño sitio le ha servido, desde que sus hijos eran chicos, para elaborar las tortillas y la comida que vende y con las que logró sacarlos adelante.

Destina la totalidad del dinero que le dan a través del Programa de Apoyo Alimentario de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) federal a pagar los 500 pesos mensuales de la renta de una casa de lámina. También limpia casas por 100 pesos diarios, lava ropa ajena y ayuda a su madre a cocinar, con lo cual logra completar el dinero para comprar comida a sus hijas de nueve y 11 años.

Para Juana y Candelaria los programas sociales son viejos conocidos, pero ni con ellos han logrado mejorar su situación. Candelaria comenzó a recibir los apoyos de Sedesol desde hace más de 10 años, cuando el programa que hoy se llama Prospera tenía el nombre de Oportunidades. Hoy Juana espera que sus hijas reciban estos apoyos algún día.

Progresa, el primer nombre que tuvo este programa, se creó en 1997.

A partir de entonces éste ha cambiando dependiendo del sexenio y el partido en la presidencia, pero las reglas de operación son similares: este programa es la base que articula la oferta institucional de programas y acciones de política social, y está destinado a la población más pobre del país. Su objetivo es que las familias “superen su condición de pobreza”.

A nivel nacional, el 26.9 por ciento de los hogares mexicanos recibe apoyo de un programa social del gobierno, según la Encuesta Intercensal 2015 del Inegi. En Oaxaca esta cifra es de casi 50 por ciento.

Juana ya entregó documentos para que sus hijas puedan obtener este apoyo, aunque no sabe si se lo darán: los empleados de las áreas de Padrón de beneficiarios y de Atención Ciudadana de las oficinas del programa en Oaxaca señalan que, por cuestiones presupuestales, éste dejó de incorporar a nuevas familias desde 2014. Pero en la oficina central de Prospera afirman que el año pasado afilió a 8 mil 395 familias en ese estado, aunque en 2016 no ha hecho ninguna incorporación.

Entre 2010 y 2015 el programa Prospera destinó 18 mil 296 millones de pesos a las familias más pobres de Oaxaca, según el Tercer Informe de Gobierno de la Presidencia, pero en ese mismo periodo los niveles de pobreza se mantuvieron prácticamente sin variación: pasaron del 67 al 66.8 por ciento de su población. Incluso, debido al crecimiento poblacional que tuvo el estado en esos años, el número de pobres se incrementó de 2.5 a 2.6 millones de personas.

En el informe “Desigualdad extrema y tendencias de desarrollo. El caso del estado de Oaxaca, México”, las organizaciones Oxfam y Educan concluyen que los de Candelaria y Juana no son casos aislados, sino que la política social implementada en esta entidad no ha cumplido con el objetivo de contribuir a reducir la pobreza ni a generar movilidad social.

La política social implementada en Oaxaca no ha cumplido con el objetivo de contribuir a reducir la pobreza ni a generar movilidad social.

La principal explicación de este fenómeno, agrega el estudio, es el deterioro en los niveles de ingreso de los pobladores del estado: “La población con ingreso inferior a la línea de bienestar mínimo (a saber, que el salario mensual no cubre el costo de una canasta básica) aumentó de 36.2 por ciento en 2010 a 42.1 por ciento en 2014. Esta disminución se combinó con el aumento de carencias en vivienda y servicios”.

Más población oaxaqueña a la que no le alcanza para comprar la canasta básica

El informe, elaborado por el investigador de la UNAM Gerardo Torres Salcido, da como razón de este deterioro social que el gasto gubernamental en este rubro es menor al que se requiere, a que no se ejerce adecuadamente y a que las políticas terminan por generar más desigualdad en las comunidades en donde se aplican.

¿Por qué La política social no ha cambiado la situación socioeconómica de las familias?

Necesidades

La colonia Vicente Guerrero de Villa de Zaachila, Oaxaca, es una comunidad semiurbana en donde al lado de las calles sin pavimentar hay casas de lámina divididas por una frágil red que sirve de cerca. En medio del paisaje destacan algunas viviendas hechas “con material” -concreto o ladrillo-, lo cual marca la diferencia entre una clase social y otra en este lugar.

Elena Juárez es vocal del programa Prospera en esa colonia y conoce prácticamente a todos sus habitantes. Asegura que son muchos los que reciben algún apoyo derivado de un programa social, incluso algunos que no lo necesitan, y también hay familias necesitadas que no tienen ninguna cobertura. Eso, agrega, provoca enemistades entre los vecinos.

“Hay muchas familias que hemos visto que en realidad sí necesitan el programa y no cuentan con él, y hay otras personas que tienen el programa y no lo necesitan, están muy bien económicamente”, afirma.

Carmela, una vecina beneficiaria del programa, la interrumpe para dar los nombres de los vecinos que, asegura, aún con camionetas, casa propia y “hasta negocio” reciben cada mes un apoyo para la alimentación y educación de sus hijos.

Explica que cuando los empleados de Prospera visitan a las familias beneficiarias para verificar si siguen necesitando el programa, algunas de ellas esconden enseres domésticos y autos, e incluso dan un domicilio falso con tal de aparentar una situación económica más precaria de la que realmente tienen.

ProsPera enfrenta algunos problemas de gestión para seguir otorgando los programas

Basado en cifras de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos y otras investigaciones, el informe de Oxfam y Educa destaca que solo el 34 por ciento del gasto social es redistributivo -que se focaliza en los estratos más pobres-: “Se estima que el 10 por ciento más pobre de la población recibe solo el 7.8 por ciento de los recursos, mientras que el 10 por ciento más rico recibe el 16.7 por ciento”.

Otro hallazgo fue que las desigualdades en la aplicación de la política social no solo se generan al interior de las comunidades, sino en las propias familias: “Los representantes de colectivos de defensa de los derechos de las mujeres evidenciaron que programas como Prospera conllevan una sobrecarga de trabajo. Las obligaciones establecidas en las reglas de operación del programa duplican o triplican incluso las jornadas de trabajo de las beneficiarias”.

Los problemas de la política social no solo se generan en las comunidades, sino al interior de las familias: se triplican las jornadas de trabajo de las beneficiarias.

Esto le consta a Juana Ángel, habitante de la localidad de El Trapiche, en el municipio oaxaqueño de Santa Cruz Mixtepec. Por ser beneficiaria de Prospera tiene que ir 16 veces al mes al centro de salud para realizar una caminata de una hora para mantenerse saludable. Ella dice que realmente no lo necesita porque todos los días, para llegar al centro de salud o a la escuela de sus hijos, debe hacer caminatas largas.

A ella y otras mujeres también se les exige participar en talleres bimestrales con temas que, en teoría, les deben ayudan a mejorar su calidad de vida. Pero, afirma, incluso aquellas mujeres cuyos hijos ya son mayores siguen escuchando pláticas sobre la mejor forma de criar a un bebé.

Además de las caminatas y los talleres, los integrantes de las familias que reciben Prospera deben acudir entre una y dos veces al mes al centro de salud para que los revise un médico. Pero esos sitios siempre están saturados y los médicos apenas tienen tiempo de atender a los pacientes o tomarles la presión. Además, las mujeres deben ayudar a limpiar las instalaciones.

A pesar de esta carga de trabajo, se mantienen en el programa porque realmente necesitan el dinero. “Ese dinero sí me ayuda pues, así sean 20 pesos, son muy buenos”, dice Juana Martínez.

Para el encargado de despacho de la oficina de Prospera en Oaxaca, Rubén Pérez Cuevas, el esquema de corresponsabilidades -en el que todas las familias que reciben el programa deben dar algo a cambio como mandar a sus hijos a la escuela o ir al médico- tiene por objetivo dar seguimiento a la salud de los beneficiarios y compartir con ellos material educativo “útil para su vida diaria”.

“Desde 1997 que se creó el programa -en ese entonces llamado Progresa- el núcleo familiar va creciendo en cuanto a escolaridad, y la mortalidad materna e infantil van a la baja. Las cuestiones que antes provocaban una deserción escolar van bajando. Y la igualdad entre hombres y mujeres en acceso a los servicios educativos va en crecimiento”, señaló en entrevista.

En el último reporte de avance de los indicadores de Prospera se establece que efectivamente la relación entre niñas y niños inscritos en la escuela es mayor para las primeras. Sin embargo, el reporte no da información alguna sobre los niveles de mortalidad infantil ni materna que ha permitido el programa.

Otras beneficiarias de Prospera consideran que es gracias al dinero que reciben cada mes que sus hijos tienen la posibilidad de no dejar la escuela. “A mí Prospera sí me ayuda. De las becas de mis dos hijos recibo cada dos meses cerca de 4 mil pesos. Yo solo estudié primaria, mi hija que se casó estudió hasta secundaria y el más muchachito va en bachillerato, pero ya sé que para darles una carrera ahí sí está difícil”, relata Abigail Celaya, beneficiaria del programa y habitante de El Trapiche.

“Para mi hija los años adicionales de escolaridad (promovidos por Prospera) NO se tradujeron en más oportunidades para la familia”

A pesar de que estudió más que su madre y su abuela, la hija de Abigail, Romina, parece repetir la vida de estas: aunque tiene 20 años, tiene ya una hija de cinco y también depende del programa para sacarla adelante. Para ella los años adicionales de escolaridad no se tradujeron en más oportunidades, ni tampoco siente que su vida prospera con los apoyos del gobierno.

Sedesol quiere medir pobreza por acceso a programas sociales más que por ingresos

La secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, planteó la necesidad de revisar la Encuesta de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), realizada por el Inegi y que es la principal fuente de información de la medición de la pobreza en el país, para contar con un instrumento que también capte la afiliación a los programas sociales.

 

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