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MAQUIAVELO Y TELECOM

(25 Abril 2014).

Zoé Robledo Aburto*/Colaborador Invitado.

Artículo publicado en el Diario Reforma.

Hace 500 años Maquiavelo empezó a escribir El Príncipe y hoy en México -y en especial en el Senado de la República- todavía hay quienes realizan una lectura equivocada de la obra del florentino. El mal lector cree que «maquiavélico» sería seguir una estrategia como la siguiente. Primero, entusiasmar a la población con una reforma a la Constitución que prometía que las cosas iban a cambiar en el país; que surgía un nuevo equilibro entre los poderes constituidos y el monopolio y los medios de comunicación. Segundo, poner las más viejas y oxidadas tuercas y tornillos al texto reglamentario para darle un sentido retrógrado a la reforma. Tercero, otorgarle la responsabilidad de procesarla a un senador de oposición al que le gusta la música clásica pero no sabe escuchar. Cuarto, en un acto de supuesta generosidad, dar marcha atrás y distraer a la oposición política con concesiones que liberan la presión pública para así dejar intocables algunos artículos contrarios al espíritu de la reforma aprobada en primer lugar. Queda claro: una lectura entusiasta de Maquiavelo no la hace menos equivocada. Lo «maquiavélico» no es lo inescrupuloso ni el ramplón pragmatismo. Todo lo contrario. Lo «maquiavélico» implica reconocer, como lo hiciera el mismo Maquiavelo en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio, una virtud ciudadana y una ética pública que debe defenderse.

Nuestro deber como oposición es señalar lo perverso de esta estrategia política, ya no sólo por los contenidos de la iniciativa de leyes secundarias en materia de telecomunicaciones y radiodifusión sino también por la forma en la que se están procesando. Y exhibir a aquellos que con actitudes y conductas personales de carácter ordinario dañan el prestigio de la institución al aferrarse a pensar que las reglas del Senado se pueden negociar.

¿Se repondrá el proceso? ¿Se corregirá la iniciativa de Telecom? ¿Se salvaguardará el espíritu del texto constitucional para que este sirva de guía? ¿Se respetará el reglamento del Senado y se legislará con sentido social y no a partir de intereses particulares? ¿Se procesará de manera adecuada esta reforma? No son preguntas, son aspiraciones y objetivos de trabajo para los Senadores del PRD. Si esto ocurre, estaremos obligados a tener una lectura fina, argumentada y sostenida con evidencia. Esto hace una oposición responsable. Nosotros sí entendemos que la razón no acompaña las posiciones políticas por gracia divina ni se gana por la fuerza y la imposición.

El tema de telecomunicaciones y radiodifusión tiene que ver con empresas y empresarios, con usuarios y sus derechos, con ciudadanos y sus libertades, con garantías y un Estado capaz de ejecutarlas. A esta discusión hay que darle la máxima de las prioridades. No es para menos, pues un tema como este define la calidad misma de nuestra democracia.

El espíritu de las reformas al texto Constitucional resultaron de vanguardia, progresistas y a la altura de las necesidades de un sector en constante desarrollo y modernización. Muchas y altas eran las expectativas: Un estado regulador con una institución fuerte, autónoma y eficiente. Un sistema nacional de medios de comunicación democrático que garantizara la pluralidad y la apertura a distintos puntos de opinión. Una política nacional de inclusión digital para cerrar la brecha tecnológica entre dos realidades mexicanas. Una ley que ponía en el centro de sus motivaciones al ciudadano; como usuario y en su calidad colectiva de audiencia. Un acceso a información libre, horizontal y transparente facilitada por el uso irrestricto del internet.

Cuando votamos esa reforma a la Constitución sentimos que el Senado había defendido lo público con decoro. Mi aspiración, y la de muchos Senadores, es volver a tener ese sentimiento sin negociar las conquistas históricas ni los derechos humanos de nadie.

Habrá que regresar a leer a nuestro Maquiavelo. A pesar de sus malas famas, él le apuesta a la libertad tutelada por el Estado; considera que no sólo es deseable sino también posible construir un nuevo orden de virtud cívica. Lo maquiavélico es procurar una sociedad satisfactoria, estable, vigorosa y fuerte.

*El autor es Senador PRD-Chiapas, integrante de la Comisión de Radio, Televisión y Cinematografía.

 

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