+ La tasa de defunción en México por la COVID-19 está ligada a comorbilidades que afectan a la población mexicana, como en el caso de la obesidad, la diabetes, la hipertensión y la malnutrición.
+ Para médicos consultados, los fallecimientos ponen en evidencia algunas de las fallas (nuevas y de antaño) del sistema de salud mexicano.
Efrén Flores/Sin Embargo.mx
CIUDAD DE MÉXICO, 20 de noviembre 2020./(SinEmbargo).– México alcanzó ayer 100 mil 104 defunciones oficiales por la enfermedad conocida como COVID-19, que es provocada por el virus SARS-CoV-2, en un contexto en el que se cree que los mexicanos fallecidos podrían ser más o mucho más de los que el Gobierno reporta. Incluso, el encargado de la estrategia para combatir la pandemia en el país, Hugo López Gatell Ramírez, ha dicho que los datos definitivos estarán disponibles no en uno, sino en varios años.
Las cifras de la Secretaría de Salud (SSA) indican que en México hay una defunción por cada 10 casos confirmados de COVID-19. Lo anterior implica que, proporcionalmente, uno de cada mil habitantes en México ha muerto por coronavirus.
“Las 100 mil muertes sobre el millón de infectados que hay apuntan a que México tiene una de las más altas tasas de mortalidad en el mundo”, de acuerdo con el doctor Fidel Alejandro Sánchez Flores, quien recordó que la cantidad de muertes a nivel nacional es similar a la que an algún momento se vio en Italia, donde hubo consecuencias como el colapso del sistema de salud por un “manejo tardío de la enfermedad”.
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En el caso mexicano, “la estadística implica que el manejo de la enfermedad no está siendo el correcto”, máxime considerando que “no estamos teniendo un rebrote porque no hemos salido de la primera ola”, en una situación en que “el incremento de los casos continúa al alza pese a los datos que muestra el Gobierno, porque no se tiene certidumbre en esas cifras porque una, somos uno de los países que hacen menos diagnósticos por habitante en el mundo; […] y dos, porque no se han aplicado políticas más estrictas para evitar situaciones de supercontagio”, como las aglomeraciones en lugares concurridos, explicó el investigador en jefe de la Unidad Universitaria de Secuenciación Masiva y Bioinformática (UUSMB) del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (IBT-UNAM).
De acuerdo con Hugo López Gatell Ramírez, “no cambiará la estrategia” a pesar de que varios estados están regresando a semáforo rojo. Foto: Victoria Valtierra, Cuartoscuro.
Por su parte, el doctor Alejandro Macías Hernández indicó que aunque “podemos decir que la epidemia está muy activa en México y que se espera que pueda repuntar ahora en la época de frío, […] pues los coronavirus son virus invernales”, la magnitud del impacto de la pandemia no puede ser medido a partir de la tasa de mortalidad, sin considerar su comportamiento en un mismo periodo pero en diferentes años. En ese sentido, el infectólogo de la UNAM refirió que “el número 100 mil es un número muy arbitrario y significa muy poco” en términos de medición, sin minimizar la tragedia.
La información oficial indica que el número proporcional de muertes diarias por mes ha ido a la baja. Hasta el 19 de noviembre, por ejemplo, hubo 306 muertes en promedio por día, que es la cifra más baja desde abril, cuando hubo 124 defunciones promedio por día.
Acerca de los casos confirmados de coronavirus a nivel nacional, los datos de la SSA refieren que hasta el 19 de noviembre hubo 3 mil 326 nuevos contagiados en promedio por día, que es la cifra más baja registrada desde mayo, cuando hubo 2 mil 855 contagios promedio por día.
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Para Macías Hernández, el coeficiente de aumento y decremento entre contagios y muertes por COVID-19 no es, en todo caso, directamente proporcional. “Se ha observado también en Europa que aunque han aumentado mucho los casos, no necesariamente aumentan los muertos”, explicó el miembro de la Comisión Universitaria para la Atención de la Emergencia de Coronavirus de la UNAM.
La relación entre el número de contagiados y fallecidos varía de acuerdo con diversos factores, entre los que se cuentan la calidad de la información disponible, la detección y atención temprana de casos, características poblacionales como la edad de las personas y su estado a priori de salud, las medidas sanitarias adoptadas como el uso de cubrebocas, entre otros.
Aunque hay deficiencias de política pública y de muestreo suficiente para incrementar las posibilidades de dar seguimiento y prevenir casos de COVID-19, el doctor Sánchez Flores reconoció que han habido esfuerzos importantes en materia de sana distancia y confinamiento domiciliario –como en el caso de la cancelación de clases presenciales– que deberían ser fortalecidas con estrategias para limitar concentraciones de personas en lugares de alto riesgo de contagio, como lo son el transporte público, los centros comerciales y los lugares de trabajo.
“En un país tan grande, con más de 120 millones de mexicanos, el problema de contagios y muertes no va a estar uniformemente distribuido; es un problema que vamos a vivir en mayor medida en los lugares o ciudades con más alta densidad poblacional, como la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey”, abundó el investigador del IBT-UNAM.
López Gatell ha señalado que superar el millón de casos de COVID-19 es “intrascendente” ya que no implica que haya un aumento de casos. Foto: Daniel Augusto, Cuartoscuro.
VACUNA Y MORTALIDAD
El primer caso confirmado de coronavirus en México tuvo lugar el 13 de enero de 2020 en el municipio neoleonense San Nicolas de los Garza, de acuerdo con las cifras corregidas de la Secretaría dirigida por el doctor Jorge Carlos Alcocer Varela. 50 días más tarde, el 3 de marzo, la SSA registró 19 casos confirmados acumulados y la primera víctima mortal del virus SARS-CoV-2 en la Alcaldía Álvaro Obregón de la Ciudad de México.
Lo anterior implica que el primer caso confirmado de COVID-19, según la información oficial disponible hasta el momento, ocurrió 46 días antes del primer caso reportado por el subsecretario de Salud Hugo López Gatell Ramírez, el día 28 de febrero, y que asimismo, la primera muerte tuvo lugar 15 días antes de la que fue considerada como la primera defunción por coronavirus en México, que fue la de un paciente del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias de 41 años de edad, reportada el 18 de marzo de 2020.
En ese sentido, el doctor Alejandro Macías Hernández explicó que “ni los casos ni las muertes son indicadores precisos […] no porque los quieran ocultar, sino por la manera en que se miden”. Como ejemplo, el otrora comisionado especial para la atención de la influenza A-H1N1 en México mencionó que aunque a nivel nacional hay un registro acumulado de más de 1 millón de casos confirmados de coronavirus, “en realidad el virus ya debe de haber infectado probablemente al 5 ó 10 por ciento de la población”, lo que significa que han habido entre 6.4 y 12.8 millones de personas contagiadas en 2020.
Otro ejemplo es el número de muertes calculado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología al corte del 19 de noviembre de 2020, con un total de 115 mil 587 defunciones estimadas por COVID-19.
Dado que la pandemia está activa y que parece no dar cuartel, ya que mucha gente continúa contrayendo el virus, el sistema mexicano de salud se enfrenta al problema de “hospitales que están saturados y otros que se están saturando”, de acuerdo con Macías Hernández. Una situación que aunque podrá sobrellevarse en mayor o menor medida con tratamientos médicos y política pública, persistirá hasta que no haya una vacuna funcional y de acceso generalizado.
Al respecto, el doctor Fidel Alejandro Sánchez Flores dijo que la vacuna “definitivamente va a abonar muchísimo a reducir la tasa de mortalidad de la infección” porque implica la posibilidad de reducir el número de personas que se infectan. Sin embargo, aclaró que el problema de la mortalidad por coronavirus en México tiene mucho que ver con las comorbilidades.
“Por ello a ésta pandemia se le considera una sindemia, que es cuando muchas epidemias se te juntan. Por ejemplo, aquí se nos está juntando, además de la COVID-19, la epidemia de la obesidad, la epidemia de la diabetes y factores como hipertensión y malnutrición”, abundó el especialista en bioinformática.
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Una de éstas comorbilidades es precisamente la deficiencia de vitamina D que, de acuerdo con Sánchez Flores, “es un factor muy importante en el desarrollo de los síntomas del SARS-CoV-2 o COVID-19”. La gente que tiene deficiencia de vitamina D, explicó, “es a la que le va peor porque la vitamina D es parte de la regulación del sistema hormonal de la renina-angiotensina que tiene que ver con la presión arterial, y finalmente, uno de los mecanismos que utiliza el virus para entrar al cuerpo es unirse al receptor de la angiotensina”.
Los académicos consultados por SinEmbargo coincidieron en que aún con la vacuna, los rebrotes de coronavirus seguirán existiendo.
Al principio “va a ser vacunada la población de riesgo y vulnerable, que representa al 15 ó 20 por ciento de la población mexicana compuesta por adultos mayores y niños”. De allí en adelante, explicó Sánchez Flores, cada vez van a haber más personas vacunadas. El problema es que aún cuando en México empiece un programa de vacunación serio a mediados de 2021, no van a haber recursos y logística suficientes para conseguir y distribuir tantas dosis como para vacunar al 75 u 85 por ciento de la población, que es la proporción base de personas que tendrían que ser inoculadas para frenar el avance de la pandemia.
Por lo anterior, el médico de la UNAM calculó que la crisis durará hasta el año 2022, cuando es muy probable que “vaya a estar muy caminado el esquema de vacunación para SARS-CoV-2 y no se tengan que hacer encierros intermitentes”.
SECUELAS POST-COVID
En la opinión de los doctores Fidel Alejandro Sánchez Flores y Alejandro Macías Hernández, la COVID-19 también tendrá repercusiones en la calidad de vida de las personas.
Aunque esto no se pueda calcular todavía, porque aún no hay una evaluación nacional de las consecuencias del coronavirus, “a corto plazo la enfermedad va a dejar secuelas porque no es un virus que afecte solamente las vías respiratorias altas. Con el tiempo se ha visto que éste virus es un virus multisistémico, o sea, que afecta muchos otros órganos y esos órganos son órganos vitales para la calidad de vida, entre ellos los riñones, los pulmones y el corazón”, comentó el investigador de la UUSMB.
Las afecciones, además de que incluyen incapacidades de por vida de diversos tipos, o inclusive la esterilidad por infecciones testiculares, también tienen secuelas inmediatas. El llamado síndrome post-COVID, que incluso afecta a gente que no estuvo grave, incluye síntomas de fatiga, dolor muscular, dificultad para respirar y/o para concentrares, así como arritmias cardíacas y otros, de acuerdo con Macías Hernández.
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Además de las secuelas físicas, el infectólogo de la UNAM señaló que hay afecciones de tipo psicológico tanto en personas que estuvieron enfermas como en personas que aunque no lo estuvieron, sufrieron las mismas consecuencias del aislamiento social o de pérdidas personales coligadas, sean mortales, económicas o de cualquier otro tipo.
Otra de las preocupaciones de los médicos con respecto a las consecuencias de la multisistemicidad de la COVID-19 tiene que ver con las infecciones al intestino que, aparte de generar diarreas, aumentan los riesgos de contagio.
“Un estudio reciente en Italia indica que el virus en el intestino puede sobrevivir más de los 14 ó 21 días que se estima para las vías respiratorias. Esto genera otro riesgo, porque si bien no estamos muestreando lo suficiente en vías respiratorias, ahora imagínate que la gente que aún se está recuperando todavía tiene el virus en el intestino, el cual va a salir por las heces y el cual puede contaminar el agua, o simplemente, si no se lavan las manos después de ir al baño, van a contaminar por otra vía”. A dicha situación, explicó Sánchez Flores, se suma la cuestión de los baños, sobre todo los públicos, “que se vuelven una vía de transmisión bastante grande no sólo por los factores mencionados, sino porque también, cuando tú le jalas al baño sin que esté tapado, esa agua se atomiza y se vuelve un aerosol con virus que vas a respirar”.
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La complejidad del virus y su amplio margen de dispersión hacen que la estrategia de combate al coronavirus no pueda estar limitada al uso de tratamientos y vacunas sino que, también, obliga a que los gobiernos y las sociedades tengan que adoptar medidas básicas de contención como la sana distancia y el confinamiento, ya sea de manera sostenida o intermitente durante un determinado periodo, según cada caso.
En ese sentido, los especialistas consultados por SinEmbargo mencionaron que la gente tiene que entender que la salud no es algo en función de sus intereses y medios personales, sino que es un asunto que nos implica a todos, en una situación que nos hace responsables de nosotros mismos, pero también de otros.
“Muchos de los contagios se están dando cuando relajamos más las medidas de contención sanitaria”, ya sea por asistir a reuniones en familia o con amistades, por esparcimiento o necesidad sin considerar los riesgos y las consecuencias de nuestros actos. Por ello, ambos médicos coincidieron en que no sólo es responsabilidad del Gobierno informar y facilitar los medios para que los países salgan adelante en su lucha contra la pandemia, sino que las personas son igualmente responsables de mitigar la COVID-19.