+ Un ataque sume en el terror a Jalisco, bloquea Guadalajara y Puerto Vallarta
+ Un ataque del narco en México derriba un helicóptero militar
+ Las autoridades mexicanas afirman que hay al menos siete muertos
+ La ola de violencia ha afectado a cuatro estados
+ Jalisco, donde se sitúa una de las ciudades más importantes del país, el más afectado
MEXICO, D. F., 02 de Mayo de 2015./El País/Internacional.- El narco ha vuelto a poner en jaque a México. Esta vez ha sido en Jalisco, el cuarto Estado del país en población y riqueza, y de la mano de la última criatura surgida del infierno criminal: el cártel Jalisco-Nueva Generación. En una ofensiva desatada supuestamente en respuesta a la detención de 10 de sus miembros, la organización cortó accesos a las principales ciudades, incluida la capital, Guadalajara, atacó a las fuerzas de seguridad y sembró el caos ahí por donde pasó. La vertiginosa escalada, que acabó con siete muertos y 19 heridos, representa un desafío al propio presidente Enrique Peña Nieto, que ha situado Jalisco como una de las zonas prioritarias de su estrategia de seguridad, junto a Michoacán, Guerrero y Tamaulipas.
El ataque sorprendió a las fuerzas de seguridad al inicio de un puente en que México deja prácticamente de respirar. Con decenas de efectivos desplegados estratégicamente, el cártel se hizo presente en las carreteras y avenidas principales bloqueando 39 puntos mediante coches y autobuses incendiados. Mientras miles de personas huían de los focos de tensión, atacó bancos, gasolineras y tiendas, mantuvo cuatro enfrentamientos directos con las fuerzas de seguridad y hasta derribó un helicóptero militar, con 18 personas a bordo, causando la muerte de tres soldados y 12 heridos.
La ofensiva, que trajo a la memoria las jornadas más feroces de la narcoguerra, puso contra las cuerdas a 25 municipios, entre ellos la capital, Guadalajara, con casi un millón y medio de habitantes y sede de la mayor feria del libro en lengua española, y Puerto Vallarta, uno de los destinos turísticos más importantes del Pacífico mexicano.
El vendaval fue de tal magnitud que los servicios consulares de Estados Unidos pidieron a sus ciudadanos evitar la región, la campaña electoral fue suspendida y la cúpula de la seguridad nacional mexicana se reunió de urgencia. “La autoridad no claudicará en su misión de combatir a la delincuencia de manera frontal y decidida”, afirmó el gobernador, el priista Aristóteles Sandoval, quien, por la tarde, aseguró que el estado había recuperado la calma. Atrás había quedado un viernes negro que trajo a México la sensación de que Jalisco, al igual que ocurrió en Tamaulipas, ha entrado en un túnel del horror.
La ofensiva se inscribe en una larga y enloquecida guerra emprendida por el Cártel Jalisco-Nueva Generación contra las autoridades. Esta organización ya dio muestras de su poder, cuando desató su venganza por la muerte de Heriberto Acevedo, alias El Gringo, uno de sus jefes sicarios. Este narco cayó abatido el 23 de marzo por la Fuerza Única, un grupo policial de élite creado por el Gobierno de Jalisco para hacer frente al crimen organizado. Dos semanas después llegó la respuesta.
El 6 de abril un convoy de diez vehículos blindados, con 40 agentes, fue atacado a plena luz del día en una carretera comarcal entre Puerto Vallarta y Guadalajara. Armados con lanzagranadas de precisión y ametralladoras M-60 (550 disparos por minuto), los narcos frenaron con determinación militar el avance del contingente policial. Después, estratégicamente situados en lo alto de terraplenes, lo abrasaron con explosivos y bidones de gasolina. Quince policías murieron. Otros cinco resultaron heridos. Ningún narco cayó. Aquel día, el cártel demostró su capacidad letal. No era la primera vez.
La organización, dirigida por Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho, ha ido creciendo a la sombra de otras más conocidas como Los Zetas o Los Caballeros Templarios. Mientras las fuerzas de seguridad se centraban en romperles el espinazo a las grandes mafias, el Cártel Jalisco-Nueva Generación, relativamente joven, se iba apoderando, como un reptil, de los nichos que abandonaban sus enemigos. Aunque cuando hacía falta, también atacaba a la yugular. En su expansión, se enfrentó a cara descubierta a Los Zetas, dirigidos por exmilitares de élite y cuyas terroríficas mutilaciones dieron la vuelta al mundo. En septiembre de 2011, el emergente cártel dejó en Boca del Río (Veracruz), en el corazón del territorio zeta, su carta de presentación: 35 cadáveres sobre el asfalto de la avenida Ruiz Cortines. La masacre les valió el apodo de matazetas.
Amparados en su extrema violencia, en apenas 10 años han extendido sus tentáculos desde Jalisco a ocho estados (Colima, Michoacán, Guanajuato, Nayarit, Guerrero, Morelos, Veracruz y el mismo Distrito Federal), se han hecho fuertes en la producción de metanfetamina y se han expandido con firmeza en el mercado estadounidense, hasta el punto de que el Departamento del Tesoro ya les sitúa entre “las organizaciones de tráfico de droga más poderosas de México”, en franca competencia con el cártel de Sinaloa.
Este crecimiento tumoral ha sumido en el terror a Jalisco (7.800.000 habitantes). Alcaldes y políticos han ido sucumbiendo al plomo, sin importar su rango. El secretario de Turismo fue asesinado en marzo de 2013 a las dos semanas de ocupar el cargo; y un año después el diputado federal Gabriel Gómez Michel, también de PRI, fue ultimado y calcinado tras un espectacular secuestrado en plena carretera, cuyas imágenes grabadas por cámaras de seguridad pudo contemplar todo México. En dos años, han caído más de 70 funcionarios en el Estado.
En esta línea, la vorágine del viernes no es más que la culminación de un largo proceso cuyo fin se atisba incierto. Zonas como Tamaulipas, atrapada en una feroz batalla entre Los Zetas y el cártel del Golfo, llevan años sumidas en el horror. Los narcobloqueos, las balaceras y los secuestros se han vuelto ahí moneda común. Y la intervención militar no ha reducido la violencia.
Pese a que cada día quedan menos grandes capos libres y que la era de las superorganizaciones criminales ha llegado a su fin, la fractura de sus estructuras ha generado una balcanización del terror. Grupúsculos ultraviolentos de sicarios se han reproducido viralmente ocupando el espacio de sus hermanos mayores. Tamaulipas, Michoacán y Guerrero, donde ayer mataron a un candidato local del PRI, son la prueba. Y Jalisco, cuya capital es una de las joyas de México, está siguiendo una senda parecida. Este viernes negro ha sido un aviso.
LA OFENSIVA DEL NARCO EN MÉXICO DERRIBA UN HELICÓPTERO MILITAR
+ Las autoridades mexicanas afirman que hay al menos siete muertos
+ La ola de violencia ha afectado a cuatro estados
+ Jalisco, donde se sitúa una de las ciudades más importantes del país, el más afectado
Una ofensiva del narcotráfico ha derribado un helicóptero militar y ha paralizado por horas distintos puntos de Jalisco, al occidente de México. Al menos siete personas han muerto en los enfrentamientos. Jalisco es el estado mexicano donde se sitúa Guadalajara, una de las principales ciudades del país, y donde se celebra la Feria del Libro más importante en habla hispana. La ola de violencia ha afectado también a los estados de Colima, Guanajuato y Michoacán. En México la situación se resume en una palabra: narcobloqueos.
El gobernador de Jalisco, el priísta Aristóteles Sandoval, cifra en 39 los bloqueos en carreteras en la región, de 78.588 kilómetros cuadrados y con una superficie equivalente a Irlanda o Panamá. Hay 19 detenidos y las autoridades reconocen que ha habido al menos cuatro combates entre la policía y supuestos delincuentes. «La situación no está aún en plena calma», reconoció la tarde de este viernes. Más tarde añadió que la región continuaba en «Código Rojo»: alerta máxima.
La ola de violencia fue desatada, según las primeras averiguaciones de las autoridades, por el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), uno de los grupos delincuenciales de más rápida expansión en México según informes de la DEA. Su expansión ha acentuado la sangrienta guerra contra el narco en el país, que ha dejado más de 80 mil muertos y al menos 30 mil desaparecidos.
Grupos de hombres armados encañonaron a los conductores de autobuses y camiones, rociaban gasolina al vehículo y le prendían fuego. Un testigo relató al periódico local El Informador que alcanzó a escapar de su camión por segundos y que «solo se quemó el cabello y las pestañas». El hombre no aparece en ningún momento en la cámara. Otro hombre, que conducía un autobús público, describe que un joven le hizo la parada y, al subirse, comenzó a rociar en silencio el combustible ante la mirada atónita de los demás pasajeros (entre los que había tres menores). El atacante no dijo una sola palabra.
Los sucesos han ocurrido al inicio del puente del primero de mayo, lo que ha causado un caos todavía mayor. Las salidas a carreteras y la entrada al aeropuerto de la ciudad estaban custodiadas por hombres armados que exigían el alto a los conductores y les obligaban a dar marcha atrás. A sus espaldas, vehículos en fuego. Un vídeo captado por las cámaras de seguridad muestra a un hombre que derrama gasolina en un autobús y enciende el fuego sin inmutarse.
El modus operandi se repitió en 39 sitios solamente en Jalisco, y en otros más en Colima, Michoacán y Guanajuato, tres de los estados con los que colinda. El gobernador de Colima, Mario Anguiano, informó de que las rutas hacia la terminal de autobuses estaban liberadas y llamó a la calma. En León, otra importante ciudad industrial de México con más de 1,2 millones de habitantes, hubo bloqueos similares. «Los responsables huyeron hacia el estado de Jalisco», apunta el diario regional AM. La carretera federal que une a la Ciudad de México con Guadalajara, una de las más importantes del país, también fue cerrada en partes de Michoacán. En los límites que separan a los dos estados se han hallado fosas clandestinas. En 2014, las autoridades han hallado 101 cuerpos en fosas clandestinas. Solo en una de ellas, en La Barca, se encontraron más de 60 cuerpos.
El Gobierno de Jalisco reconoció también que, además de los bloqueos, se registraron al menos cuatro combates entre la policía y supuestos miembros del crimen organizado. En Puerto Vallarta, uno de los principales destinos turísticos de México, fueron atacadas al menos 15 tiendas, gasolineras y sucursales bancarias.
Aristóteles Sandoval había anunciado ayer la detención de 10 personas que habrían participado en la emboscada en la que murieron 15 policías estatales el 7 de abril, crimen atribuido al Cartel Jalisco Nueva Generación. El presidente Enrique Peña Nieto dijo en un acto conmemorativo por el Día del Trabajo que, en Jalisco, el Gobierno se enfrenta a delincuentes «de alta peligrosidad» y prefirió omitir el nombre de la banda.
«Hoy dio inicio la Operación Jalisco», informó el comisionado Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, horas más tarde. Detalló que los bloqueos se desataron a raíz de que el helicóptero militar detectara este viernes, hacia las siete de la mañana, a un convoy en el que viajaban miembros de «un grupo delictivo que opera en la entidad». El comando respondió al percatarse de la presencia del Ejército y abrieron fuego. No se detalló el tipo de arma con el que dispararon. El helicóptero debió hacer un aterrizaje de emergencia. De sus 18 tripulantes, murieron tres.
El suceso desató la ola de bloqueos como demostración de poder del grupo criminal. Monte Alejandro Rubido afirmó que los puntos que atacaron los narcotraficantes fueron los 39 que ya había reconocido el gobernador de Jalisco, más siete vehículos incendiados en Colima, cuatro en Guanajuato y otros cuatro en Michoacán. Resaltó que el presidente Enrique Peña Nieto estuvo en comunicación con los gobernadores de los cuatro estados afectados y que había convocado además al Gabinete de Seguridad para analizar lo ocurrido. En los minutos que duró su mensaje evitó mencionar cuatro palabras: Cartel Jalisco Nueva Generación.
Jalisco es, junto con Tamaulipas, Guerrero y Michoacán, uno de los estados señalados por el Gobierno de Peña Nieto como prioridad para su estrategia de seguridad. El crimen organizado ha asesinado a más de 70 funcionarios públicos en los últimos dos años. Y la violencia no es un asunto nuevo en la región: en los ochenta y noventa fue la cuna de una de las primeras organizaciones criminales de México, el cartel de Guadalajara. Un comando intentó matar al comisionado de seguridad del estado, Alejandro Solorio, hace menos de un mes. Yahoo.com /El País/Internacional.