23 Septiembre 2015.
Rodrigo Ramón Aquino
Érase una vez un candidato chiapaneco
Resulta un tanto extraño que en la prensa local no se comente, menos discuta el proceso de renovación en el que se encuentra inmerso el PRD nacional.
Más extraño aún es el hecho de que no obstante un chiapaneco destaca entre los perfiles para dirigir el otrora partido más importante de la izquierda mexicana, el tema parece desdibujado de la agenda estatal.
Quizá se deba al hecho que la dirigencia estatal se halla distante del parlamentario que compite por el liderazgo nacional, quizá el poco entusiasmo en provincia tenga que ver con la crisis por la que atraviesa el propio partido.
O, finalmente, por qué no decirlo, el perfil chiapaneco que cada vez tiene más posibilidades de hacerse de la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del Sol Azteca no despierta las suficientes pasiones. Pero bueno, tampoco nos pongamos exigentes, pues ahí tenemos a un chiapaneco en la presidencia misma del Senado de la República y ni quien lo pele.
Pero volviendo al tema, no es cosa menor que el instituto político de izquierda que más veces ha estado a punto de ganar la Presidencia de México se halle en la encrucijada de o se renueva en serio o sigue igual y desaparece.
Durante los tres días del XIV Congreso Nacional Extraordinario se lograron importantes avances: acciones afirmativas a favor de los jóvenes, se creó la Secretaría de la Diversidad Sexual, se garantizó la paridad de género vertical y horizontal en candidaturas y puestos de dirección en el partido.
Pero no se logró todo lo que se pudo para una transformación auténtica. La propuesta del candidato chiapaneco a la dirigencia nacional fue desde el principio abrir el partido a la ciudadanía, concederles hasta el 50 por ciento de las candidaturas y limitar el poder e incluso desaparecer las corrientes internas, más conocidas como tribus. Desde luego no sería sencillo.
Sobrevivieron las viejas prácticas. No se modificó lo principal: el método de elección para el nuevo presidente. Se impusieron las tribus de nuevo. Y elegir bajo las mismas reglas los va a llevar a los mismos resultados.
Incluso parece haber un intento de garantizar la supervivencia de la actual conducción política, sólo con un rostro nuevo. Se eliminaron barreras para Agustín Basave. Se eliminaron tiempos de militancia, pero se incrementaron requisitos a otros posibles contendientes al pasar del 10 al 25 por ciento de firmas de consejeros para poder ser postulados.
Tan pareciera cargada la elección que ayer Armando Ríos Píter, senador de Guerrero, dio a conocer que declina su intención para presidir el PRD nacional .Y aunque dijo que fue por la decisión de ir en alianza con el PAN en 2016, lo cierto es que pareciera huir a una contienda donde el terreno no es del todo parejo.
Será una contienda contra el pasado que se resiste dar paso al presente. Será una contienda contra todas las viejas prácticas, pero el candidato chiapaneco pareciera empeñado en llegar a la meta. Ganador o no, pero con la camiseta sudada.
El candidato X o Z al que me refiero, insiste en abrir el partido a la sociedad y buscará que el Consejo Nacional tome en cuenta a los aspirantes que tengan mejor posicionamiento entre la ciudadanía que simpatiza con el PRD o que ha votado en alguna oportunidad por el PRD, no solo entre los militantes, ni solo entre los consejeros.
Si lo consigue, tendremos a otro paisano en una presidencia importante a nivel nacional, aunque el hecho parezca importarle a poquitos por estos rumbos.
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