14 Octubre 2015.
Rodrigo Ramón Aquino
Sesión desde el portón
Otra vez los hacen pasar hambre. Así se lee en las pancartas fluorescentes, en las playeras con leyendas de “6 seis meses sin pago” que cuelgan en las dos entradas del Palacio Legislativo, como también así se leyó hace unas semanas en los titulares de los periódicos a los que nadie hizo caso. El caso es que empleados de la Cruzada Nacional contra el Hambre demandan, nuevamente, a las afueras del Congreso, que ya por fin les paguen lo trabajado, pero como son muchos, los elementos de seguridad privada del recinto han decidido que para evitarse problemas es mejor no dejarlos pasar, entendiéndose veladamente que con ello, tampoco nadie puede salir.
Mientras esperamos para ver si los afectados por la falta de pago se organizan, definen los puntos centrales de sus demandas, crean una comisión para hablar con la autoridad correspondiente y avanzan en sus gestiones, alcanzamos a escuchar que entre los inconformes se autopresentan, más o menos se dicen cuánto es lo que les deben y de dónde vienen.
La mayoría viene de la región Altos, y son entre cinco y nueve meses de salario lo que le adeudan a la mayoría de los aquí arremolinados. Al saber esto es cuando uno llega a preguntarse, ¿no es la Cruzada contra el Hambre un programa de la Sedesol, es decir, de una delegación del gobierno federal, como para que vengan aquí a realizar sus gestiones de pago? ¿Cuándo se ha visto que los diputados paguen algo que no rompieron, es más, cuándo se ha visto que un diputado pague lo que rompió?
Pero mientras ellos ven por su causa, a los que venimos a darle cobertura informativa a la sesión del Congreso nos dificultan mucho el trabajo. Mediante grupos de WhatsApp nos enteramos del orden del día y por mucho destaca que en esta ocasión se vota la propuesta de la Junta de Coordinación Política de los perfiles a presidir las distintas comisiones que le dan estructura al proceso legislativo. Todo pasa allá adentro mientras nosotros seguimos en medio de estas personas que sugieren quemar las camisas colgadas en los portones para mostrar su coraje, enojo y la disposición de llegar hasta las últimas consecuencias para reclamar lo que por derecho les corresponde. Menos que nos dejen entrar.
Aprueban la integración de las comisiones y uno no puede más que leer los detalles en la conversación grupal de mensajería instantánea. Alguien por fin filtra una lista por ahí e inmediatamente uno comienza el ejercicio de valorar si las designaciones generan alguna empatía. Si los perfiles corresponden a la encomienda. A botepronto uno piensa que es un poco irónico que el hermano que suplió al hermano presida la Comisión de Justicia. Que de nuevo la Comisión de Hacienda queda en manos de un empresario, bueno, el hijo de un empresario comiteco. Y que la de agricultura quede en manos del diputado que recién se reencontró con la tierra de sus abuelos, una región de conocido auge ganadero y productivo, y pues aprovechando que le queda cerquita, también le encargaron el asunto Chimalapas.
Hay otras asignaciones un tanto obvias. Por ejemplo: darle la Comisión de Promoción Comercial y Fomento a la Inversión a la empresaria hotelera o la de Pueblos y Comunidades Indígenas a la expresidenta de Oxchuc o la de Población y Asuntos Migratorios al diputado migrante. Incluso que la de Equidad de Género esté encabezada por una mujer, y no sorprende como se creería que toda la comisión esté integrada por ellas.
De esto y de muchas cosas más se comentó en ese grupo de periodistas que le digo. Pero en esta ocasión no podemos ampliar, porque, si recuerda, ellos estaban adentro y nosotros afuera, rodeados por los que dicen ya padecer hambre por tantos meses sin poder cobrar el fruto de su trabajo.
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