06 Agosto 2015
Rodrigo Ramón Aquino
Beltrones, Nuño y Velasco
A la memoria de mi padre, que hoy estaría cumpliendo años
Es muy probable que este fin de semana se conozca a los integrantes de la nueva dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Mediante Asamblea de Consejeros (que concentrará los votos de los estatales, nacionales y del DF) se elegirá el perfil que hará frente a los próximos comicios en 2016 y principalmente a la sucesión presidencial en 2018.
Son Manlio Fabio Beltrones y Aurelio Nuño —a quien, por cierto, se le ha cuestionado su militancia y el evidente impulso desde Presidencia— los seguros postulados.
Al respecto, la clase gobernante en Chiapas se truena los dedos, porque la viabilidad del proyecto presidencial desde el Sur dependerá en gran medida de la concertación con el nuevo líder tricolor.
Se sabe de buena fuente que la relación con Beltrones es ríspida (así quedó demostrado en su última visita al estado cuando ofreció una conferencia magistral sobre las reformas estructurales y no recibió la cortesía gubernamental que se hubiese esperado).
En cambio, Nuño es más afín en todo sentido dado el frente beltronista. Es el proyecto impulsado por el Presidente y con quien Velasco se reunió el 22 de julio (tres días después de las elecciones) para “gestionar apoyos y fortalecer la coordinación” (chambas que en estricto sentido no son propias de Nuño Mayer como jefe de la Oficina de la Presidencia de la República).
Y aunque todos ya dan por hecho que será Beltrones el nuevo dirigente dada su jerarquía (presto, el teacher Dóriga ya profetizó en Twitter que “Manlio será el próximo presidente del PRI”), habría que preguntarse: ¿Beltrones sin el apoyo presidencial o Nuño con él?
Nuño es desde ya una de las nuevas cartas de Enrique Peña Nieto para el 2018. Si no logra la dirigencia tricolor es muy probable que pronto lo veamos en la titularidad de la Secretaría de Gobernación, en sustitución de Miguel Ángel Osorio Chong.
Como vemos las cosas la afinidad Velasco-Nuño sólo puede ser coyuntural dado el proceso del PRI, pero si buscan lo mismo, difícilmente se les puede y podrá llamar amigos.
ÁGORA
A todo lo acumulado que usted ya conoce y de sobra, las autoridades electorales de Chiapas deberán explicar también todo el titipuchal de Juanitas en las listas plurinominales que presentaron los partidos políticos. No es posible que justo a media noche del 18 de julio, horas antes de las elecciones del domingo cambiaran los nombres y posiciones.
Por ejemplo, de repente nos amaneció morada Alejandra Cruz Toledo Zebadúa, verdosa hasta las chanclas no hizo mueca alguna si de repetir en la nómina legislativa se trata. Sigilosa, la esposa de Cheque Orduña no figuró en la lista hasta el último minuto y en la primera fórmula.
Las y los demás ciudadanos que expusieron su nombre durante todo el proceso a la opinión pública se vieron obligados a ser «solidarios» con el partido que los inscribió al tiempo que les hizo firmar una carta renuncia a la candidatura.
No es nuevo, claro, y se sabe que es prerrogativa de los institutos políticos poner a quien se les dé la gana, pero por qué insistir en la simulación y en el cinismo. En el uso indiscriminado de las personas, principalmente mujeres.
Y de nueva cuenta las y los consejeros electorales en la total pasividad, viendo cómo continúan las prácticas recurrentes y viciadas de siempre.
CORRILLO
Aunque el presidente nacional del PRD, Carlos Navarrete, puso a consideración del Consejo Nacional su permanencia en la dirigencia, también muestra la naturalidad resistencia al poner sobre la mesa su propuesta para el fortalecimiento del Sol Azteca. Son nueve los puntos a destacar: 1.- Anclar al PRD a una posición claramente de izquierda opositora. 2.- Vigilar, acompañar y verificar a los gobiernos que ganan en las urnas. 3.- Una mayor coordinación con los parlamentarios federales y estatales. 4.- Desarrollar una amplia política de alianzas. 5.- Concretar la apertura del PRD a candidaturas independientes. 6.- Políticas de formación política de gobernantes, militantes e iniciar un relevo generacional. 8.- Reivindicación de la ética pública y de la trasparencia en el PRD: creación de una comisión de ética. 9.- Reorientar y fortalecer la política de comunicación.
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