08 mayo 2019
-primera parte-.
Manuel Zepeda Ramos.
Me llamó la atención una noticia publicada en algunos medios en torno a las lenguas indígenas de Veracruz:
La Academia Veracruzana de Lenguas indígenas llama la atención sobre el gran peligro de desaparecer en el que están algunas lenguas originarias de la entidad. La Academia se refiere concretamente a la lengua Tepehua, de Tlachichilco, con solo unos tres o cuatro cientos de hablantes, todos de la tercera edad; la lengua Totonakú de Misantla, que llegó a hablarse en Xalapa y Coatepec y el Oluteco o Popoluca de Oluta, lengua Mixe Zoque. Los profesionales del estudio de las lenguas y tradiciones del estado de Veracruz nos dicen que estos pocos hablantes de lenguas indígenas “sufren discriminación, racismo, que llega incluso al insulto si no hablan el Castellano”. Por eso, “optan por dejar la práctica de sus lenguas de origen” induciendo a sus descendientes a hacer lo mismo. No solo ya no aprenden su lengua originaria, nos dicen, sino que ahora “se interesan por lenguas extranjeras”.
Creo que esto es una gran tragedia que debe de preocuparnos, tan grande como la amenaza que se cierne sobre mil especies de animales de la Tierra que podrían desaparecer por el Cambio Climático.
Viene a mi recuerdo una entrevista hecha por la revista “Extensión”, que me tocara fundar y dirigir en las dos últimas décadas del siglo pasado, en donde el gran lingüista y maestro emérito de la Universidad Veracruzana, el inmortal Carlo Antonio Castro, nos decía que acababa de platicar con la última hablante viva de la lengua Misanteca, una anciana que hubo de llevarse a la tumba el último vestigio de esa manifestación de la cultura prehispánica.
De la misma manera como protección civil acude en casos de desastre, los especialistas en lenguas y tradiciones indígenas de Veracruz, El AVELI concretamente, debe de tomar cartas en el asunto y actuar de inmediato en torno a esta inminente tragedia de “desaparición forzada” para tratar de evitar el problema que se avecina.
Lo primero que me viene a la memoria es empezar por preguntar si existen en esta tierra veracruzana de lingüistas famosos, la escritura de la gramática de las lenguas en cuestión. En la medida que exista un instrumento de trabajo de este tamaño e importancia, en donde el hablante pueda tener las herramientas necesarias para preservar -primero con la escritura, después con la lectura-, para que, como el agua para todos los seres vivos, la lengua goce de los canales adecuados para su práctica y conservación a través del tiempo.
Veracruz y Chiapas tienen radios y televisoras parecidas, surgidas en los últimos 20 años previos al término del Milenio. Los dos sistemas, junto al nacimiento de otras estaciones permisionarias al servicio de las universidades públicas o instituciones que se preocupan por las comunidades rurales, están técnicamente bien dotadas, cubriendo prácticamente todo el territorio de su ubicación.
Estas radios y estas televisoras se convierten en las grandes promotoras del desarrollo comunitario en sus enclaves de origen y en preservadoras de la cultura milenaria que ambas entidades poseen y que afortunadamente están vivas y en activo como son, entre otras manifestaciones, las lenguas originarias, los puentes naturales por donde debe de transitar toda la memoria actuante de quienes la dominan y habitan en su territorio.
En las próximas entregas habré de platicar cómo las gramáticas escritas han permitido el desarrollo de poetas, narradores, dramaturgos y músicos indígenas, cuyo esfuerzo hace posible la conservación de sus lenguas. Habré de decir también cómo la radio y la televisión, órganos de comunicación existentes en ambos territorios, se pueden volver los instrumentos más eficaces, insustituibles, para la conservación de las lenguas originales, así como la promoción de la cultura para el desarrollo.
Estemos pendientes.