Rafael González./Milenio
CIUDAD DE MEXICO, 09 de julio de 2022./Rafael González./Milenio.- Cuenta la leyenda urbana que en el barrio de San Antonio, justo en la esquina de la 24 Oriente y la Privada -frente a los baños El Paraíso- estaba una cantina que era administrada por Las Mazatlecas, unas mujeres de gran belleza.
En dicho sitio, aseguran, le infirieron la herida en el rostro al compositor Agustín Lara, «El flaco de oro»: “Eso es lo que cuentan. No sé si fue verdad o no”, señaló don Álvaro Díaz Romero, quien nació hace 79 años en la 3 Norte y 20 Poniente y siempre ha estado ligado a esta zona.
La historia señala que el músico y compositor fue herido en el rostro con una botella rota dentro de uno de los bares del área a manos de una prostituta. El bolerista se había trasladado a la ciudad de Puebla antes de alcanzar fama, con motivo de la guerra cristera.
Esta versión la confirmó María Soledad Sánchez Mendoza, quien suma 50 años de vida en San Antonio. Su padre, Alfredo Lucero, nació en la otrora calle Coralillo número 42, lo que actualmente es la 3 Norte y la 20 Poniente: “Ahí es donde justamente le cortan la cara. Eso es todo lo que me contaba mi papá”.
María Soledad contó que, por las historias de su padre, tiene conocimiento de que en su barrio funcionó la primera zona de tolerancia de la ciudad de Puebla: “Estaban las cantinas, los burdeles. Me dijo que aquí conoció a Agustín Lara. En la 22 Poniente había un bar, decía que frecuentaba mucho ese bar”.
También se dice que Agustín Lara trabajó por muchos años en el bar El Farol Rojo, donde el general Maximino llegaba por él para llevarle serenata a su mujer: “Siempre fue un barrio problemático porque aquí estuvo la zona de tolerancia, que era desde la 18 Poniente a la 24 y de la 5 de Mayo a la 2 Norte. Estaba el bar Dos Equis, Gato Negro, Siboney, Amor Chiquito y, vaya, todas las chicas de la vida galante”, recordó don Álvaro.
En ese sentido, reconoció que la zona roja trajo a mucha gente que se “dedicaba a la mala vida”, de ahí que a su barrio siempre le hayan considerado peligroso, no obstante, la construcción del Hospital del IMSS le dio una renovación al barrio, “porque empezaron a quitar a las mujeres”.
Apuntó que como El Paraíso, también es emblemático el Baño Neptuno, éste último de la familia Jiménez: “Tienen casi 80 o 90 años (…) y siguen funcionando en buen estado”.
Para él, San Antonio no es ni más ni menos bravo que otros barrios: “Hubo mucho movimiento, carteristas, rateros, es normal, como en todos los barrios”.
Origen del barrio
San Antonio es uno de los barrios fundacionales de la ciudad de Puebla. Desde 1555 fungió como asentamiento para indígenas o naturales provenientes de la zona de La Malinche, los cuales por su condición no eran aceptados dentro de la traza principal de la urbe. Por este motivo su templo nunca llegó a ser parroquia porque era de indios, ya que estos la construyeron. En su primera etapa dependió de Los Remedios y, después, de san José, como hasta la fecha.
El templo, construido por franciscanos, fue originalmente de advocación a santa Bárbara, imagen que se encuentra en la parte superior de la fachada con su rama de palma en señal de que murió siendo mártir; y luego a san Juan.
Junto a la iglesia funcionó un parvulario, de ahí que tenga grabado “Alfabeto” en su fachada. Además, el edificio religioso albergó a la primera academia al aire libre de actuación en Puebla.
En el siglo XIX fue delimitado como la primera zona roja de la ciudad. Reflejo de esta actividad, existe la calle de Las Recogidas -5 de Mayo entre 18 y 20 Poniente-. Ahí operó una casa donde llevaban los sacerdotes a las mujeres arrepentidas para darlas en custodia a las monjas para su cuidado.
Lucha por erradicar la violencia
María Soledad Sánchez tiene muy presente que en su infancia su papá la llevaba cada semana a la iglesia: “Me contaba que había vendimia (…) Llegaban en burritos a vender sus cosas, venían desde sus pueblos. Venían los carboneros”.
También le narró que estuvo el arco y era la entrada al panteón. En la 5 de Mayo y la 24 Poniente-Oriente estuvo una rotonda donde se encontraba el citado arco, el cual algunos creen que se trata del que está ubicado en la calzada Ignacio Zaragoza, pero en realidad era el acceso principal del desaparecido cementerio.
“Es lo que dice, porque ya no lo vi (…) el que me cuenta también es mi cuñado, quien dice que para allá eran puros terrenos, lo que era plaza San Pedro eran puros terrenos. Iban a jugar hasta allá mis hermanos, ya son de 80 años y todavía viven. Eran terrenos y sembradíos”, dijo Soledad. Añadió que otro detalle que le dicen es que les tocó ver el río San Francisco, “que ya está tapado. Es lo que me platican”.
“Es lo que dice, porque ya no lo vi (…) el que me cuenta también es mi cuñado, quien dice que para allá eran puros terrenos, lo que era plaza San Pedro eran puros terrenos. Iban a jugar hasta allá mis hermanos, ya son de 80 años y todavía viven. Eran terrenos y sembradíos”, dijo Soledad. Añadió que otro detalle que le dicen es que les tocó ver el río San Francisco, “que ya está tapado. Es lo que me platican”.
En 1957, con la aplicación del Plan General de Mejoramiento Urbano la prostitución ya no pudo regularse y también se realizó el entubamiento del río San Francisco, que después dio paso al Bulevar 5 de Mayo.
Con beneplácito, María Soledad informó que su terruño ha cambiado mucho, incluso ha dejado a un lado la delincuencia que otrora proliferaba: “Era demasiada delincuencia y ahora ya se aplacó, porque esto estaba terrible”.
Cabe señalar que delante de la rotonda, donde creen que funcionó un convento dependiente del templo, existieron unos encierros que eran pulquerías. Por su dimensión fueron conocidos como Las Gigantes.
A partir de la desaparición de la zona de tolerancia, al perder su función, el barrio quedó en gran abandono y fue poblado por grupos marginados, de gran pobreza que generaron grupos delictivos, el más famoso fue Los Pitufos.
María del Pilar Torres Rodríguez, propietaria de foto Mar Ped, el cual opera desde 1964 en la 20 Poniente 102, indicó con tristeza que los recuerdos de su infancia es que el barrio era muy bravo.
“Por aquí pasaba la gente drogada, se metía, brincaban los carros, abrían los negocios, asaltaban. Luego se peleaban con chacos, cadenas, luego venían las ambulancias por los heridos de que eran las peleas muy feas”, narró.
“Por aquí pasaba la gente drogada, se metía, brincaban los carros, abrían los negocios, asaltaban. Luego se peleaban con chacos, cadenas, luego venían las ambulancias por los heridos de que eran las peleas muy feas”, narró.
Aseguró que en su infancia era un barrio vivo con muchos negocios en operación: “Había bares, tiendas, había un billar, una tienda de bicicletas, había muchos negocios. Ahora, como puede ver, ya casi todo está en ruinas y son muy pocos negocios los que aún estamos subsistiendo”.
Pese a ello, dio a conocer que ni a ella ni a sus hermanos, sus padres los dejaban salir a jugar a la calle: “Ni enfrente del negocio. No, no salíamos (…) Mis hermanos de vez en cuando salían a jugar pero solo afuerita del negocio, porque antes estaba en la otra calle, pero en esquina, y ahí jugaban con el vecinito de enfrente, pero de ahí no se movían”.
Para ella, el que en su barrio haya operado la zona de tolerancia dejó este rezago social. De igual forma, rechazó que pese a la desaparición de Los Pitufos, el barrio no cambió: “Desaparecieron, pero se quedaron sus descendientes. Ya no es tanto, pero aún así, en la actualidad sigue habiendo muchos robos, cristalazos y son chavitos, son niños”.
Aclaró que a pesar de la violencia es un barrio muy ligado a su fe: “Hay gente, la conocemos después de tantos años, logramos identificar a la gente que no son tan buenos, digámoslo así, y aún así cuando es la fiesta de la iglesia van y cargan a los santos y andan pidiendo, eso sí muy creyentes”.
Empero, manifestó su molestia porque este año, 15 días previos al festejo de san Antonio, el 13 de junio, “se robaron todo el cableado del atrio, la dejaron sin luz (..) fue un poco antes de la fiesta de san Antonio, qué será, como unos 15 o 20 días antes entraron y se robaron todo el cableado de la iglesia, del atrio nada más”.
Apuntó que este festejo religioso es uno de los más conocidos y celebrado por los creyentes católicos, porque “unos van a pedir matrimonio y otros a que les bendigan a sus mascotas”.
Cerca del templo se localiza el Edificio Rojo, símbolo del lenguaje arquitectónico art déco, propiedad del empresario de origen libanés Emilio Nacif. Otrora fue un edificio de lujo que incluso tenía agua caliente, actualmente es utilizado como departamentos.
Otros símbolos del barrio son el museo de Arte Religioso y Ex convento de Santa Mónica, el cual es considerado el vestigio más completo de arquitectura conventual femenil en Puebla; por último, se encuentra junto al templo de Santa Mónica o Señor de las Maravillas. AFM