MEXICO, D.F., 03 de Marzo de 2014.- La preocupación por el costo de los alimentos y productos para el hogar crece para los asalariados cuyos sueldos se vieron devaluados en alrededor del 20 por ciento en enero y que además sufren la inflación.
Hoy, un jefe de familia con dos hijos que tiene un trabajo formal, y que gana el salario promedio neto en la Capital de $8340 (según consigna el Indec sobre la base del Sistema Integrado Previsional Argentino, SIPA), se come el 41% de su sueldo, según se desprende de los datos de la canasta alimentaria del GCBA.
Una familia tipo de dos adultos y dos niños necesita $3446 mensuales para alimentarse. Si se traslada a la remuneración promedio neta del país, que es menor, de 7281 pesos, el porcentaje del sueldo destinado sólo a alimentos llega al 47 por ciento.
«Según la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 2012 (que llega a marzo de 2013), realizada para el nuevo Índice de Precios al Consumidor, los gastos en alimentos para consumir en el hogar representaban un 25,5 por ciento del gasto total de los hogares a nivel país, con un pico del 32 por ciento para el Norte (NEA y NOA) del país y un mínimo del 22,0 por ciento para la región patagónica. Para el área metropolitana es del 24 por ciento», dice Víctor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la UB.
Pero hoy los precios cambiaron, y cambió la relación entre lo que cuestan los alimentos y el sueldo que se cobra todos los meses.
Los datos de la consultora CCR consignados por La Nación confirman que en enero, la suba interanual promedio de precios en las góndolas fue de 33,8 por ciento. Esta situación provocó entonces una caída en el consumo aun en los alimentos más populares como fideos y yerba mate.
«Desde la salida de Guillermo Moreno, ex secretario de Comercio Interior, el 2 de diciembre de 2013, hasta la llegada de los Precios cuidados, las empresas intentaron recomponer sus niveles de rentabilidad. Se registraron entonces aumentos en diciembre y enero que hicieron que el gasto en alimentos tomara otra proporción dentro del salario real», dice José Amodei, director de la consultora CCR.
Los porcentajes aumentan si se toma la canasta de pobreza, que llega a $4351 y que incluyen otros ítems como transporte, educación y salud. En ese caso, más de la mitad del sueldo se va en aquellas necesidades básicas necesarias para no estar por debajo de la línea de pobreza.
Según un análisis de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) informado por el matutino, de 2012 a la fecha la canasta de alimentos subió un 72,1%, mientras que el salario privado formal tuvo una suba durante el mismo período de 56,2 por ciento. El pronóstico es que la canasta de pobreza, que es de por sí magra, estará en unos $5000 para el cuarto trimestre del año.
Una encuesta realizada en la plataforma de lanacion.com dio como resultado que el 94 por ciento de los usuarios está preocupado por el costo de los alimentos. El 44 por ciento siente este peso a partir de 2012 y el 17, desde 2007, cuando se dio la crisis económica internacional. El 21 por ciento de los encuestados gasta hasta $4000 en el supermercado y hay un 29 por ciento que gasta más, superando incluso los $6000.
«El gran deterioro en términos reales del salario aparece en el último año», dice Juan Luis Bour, economista jefe de FIEL. «Hay una caída importante de febrero de 2013 a febrero de 2014 en jubilaciones, salario mínimo y salario formal privado.»
El poder adquisitivo de las jubilaciones cayó un 5,1 por ciento; el salario mínimo neto, 9,3 por ciento, y el salario formal privado, un 8,8 por ciento. «Para los salarios en general, marzo va a ser muy complicado porque los asalariados van a cobrar los aumentos a fin de marzo. Sólo los que hayan logrado algo a febrero podrán tener alguna mejora. De todas maneras las mejoras chocan contra el aumento interanual de inflación en alimentos, que probablemente se mantenga en un 38 por ciento».
«Cuando una persona nota que aumentó demasiado el gasto en el supermercado, primero reduce en algunas categorías y después busca promociones, y también va a segundas marcas. Con la misma plata se compra menos. Entonces hoy, las colas más largas se ven en las cajas que cobran menos de 15 productos», dice Amodei, de CCR.
El economista de FIEL estima que los salarios van a subir algunos cerca de la inflación, otros por debajo y otros muy por debajo. «Ese es el tema con la alta inflación. Empieza a haber diferencias grandes. La gente se queda tranquila con 30 por ciento de aumento hasta que se da cuenta de que la inflación le ganó. Para los que conocen esta situación no hay sorpresa, El problema es para los desprevenidos que no anticipan que la inflación les deteriora el poder de compra», sentencia el economista.
Aumento de la brecha El salario mínimo neto está hoy en $2988, una cifra que se encuentra apenas por encima de la canasta de indigencia, que es de $2426 y que se ve superado en unos $1300 para llegar a la canasta de pobreza, de $4351.
La canasta de alimentos y bebidas de FIEL aumentó un 109,9 por ciento desde febrero de 2011, pero el salario mínimo neto aumentó sólo el 95,7 por ciento. «El salario mínimo se va a deteriorar a medida que pasen los meses, ya que el próximo ajuste está previsto recién para septiembre, si es que no deben anticiparlo para agosto o julio», dice Bour.
Un análisis de María Laura Cali, directora ejecutiva de SEL Consultores, sobre la base de «la última encuesta seria de gastos del Indec, antes de la intervención en 2007», según sus palabras, indica que sobre del total de un 100 por ciento del consumo mensual, la participación dentro de la canasta de consumo de bienes y servicios vinculados con el equipamiento y mantenimiento del hogar era, para un nivel socioeconómico alto, del 10,4 por ciento, descendía al 8,5 por ciento en los niveles medios y bajaba al 5,6 por ciento entre los niveles más bajos.
«En cambio, la incidencia del consumo básico asociado a alimentos y bebidas se invierte llegando al 39 por ciento en los niveles más bajos, 27,4 por ciento en los niveles medios y 20,9 por ciento en los niveles más altos», afirma. La medición es sobre el ingreso promedio de un hogar considerando que puede haber más de un aportante y demuestra que, ya en 2007, un porcentaje muy alto de los ingresos más bajos se destinaba únicamente a comida.
La progresión del costo de los alimentos para las familias del sector medio aumenta: 27,2 en 2007; 33,6 según la medición del nuevo Indec para un hogar tipo (llega a marzo de 2013) y 41 por ciento en febrero de 2014, según datos del GCBA, que llegan a febrero de 2014.
Un informe de Idelas-Uces con respecto a la medición del tercer trimestre de 2013 demuestra que hay una enorme brecha entre los ingresos de los que más y menos ganan: más alto en las provincias patagónicas donde sobresale la explotación hidrocarburífera y más bajo en el norte argentino, donde la oferta de oportunidades está entre las menores del país.
El análisis indica que los sectores más rezagados se vieron afectados por el deterioro del poder de compra que provoca vivir con una tasa de inflación consolidada en dos dígitos porcentuales por año.
Todos estos indicadores se agravan en el sector del empleo no registrado, que representa un 34,6 por ciento de la fuerza laboral según el ministerio de Trabajo y cuyos ingresos aumentaron en los últimos diez años en menor proporción que los del sector formal de la economía.